800 euros. Esa fue la diferencia entre la libertad o la prisión para Kouassi, un joven de 23 años que, como cuenta Médicos Sin Fronteras (MSF), tras huir de su casa en Costa de Marfil, fue vendido a traficantes de personas en Libia.
Tras ser rescatado de, como explica la oenegé, "una embarcación a la deriva y no apta para la navegación en el Mediterráneo central" por el buque de búsqueda y rescate de MSF, Geo Barents, el joven contó al equipo de a bordo que había permanecido detenido en Libia tres meses en 2020 tras cruzar la frontera desde Argelia.
"Nos pusieron grilletes en los tobillos y las muñecas", explica Kouassi, y dice que en esa situación estuve tres meses. "Nos pegaron, nos golpearon con barras de madera y de metal. Todavía tengo cicatrices en la espalda de cortes con cuchillos", cuenta.
El joven marfileño asegura que se trababa de "una prisión en el desierto, una casa que no estaba terminada a la que nos habían vendido". Eran diez personas las que convivían en una misma habitación; la edificación tenía varios cuartos. Kouassi relata: "Nos quitaron todo lo que llevábamos encima. Pidieron medio millón de francos CFA [unos 800 euros] a nuestros padres por nuestra liberación".
El caso de Kouassi no es único. Médicos Sin Fronteras denuncia que "miles de mujeres, niños y hombres son víctimas de la trata, la explotación, la detención arbitraria, la tortura y la extorsión en Libia por el simple hecho de ser migrantes".
Una superviviente camerunesa, rescatada por el Geo Barents, cuenta que "los guardacostas libios nos capturaron en el agua y nos llevaron a la cárcel, una prisión estatal. Había muchas chicas y mujeres allí dentro. Estábamos completamente encerradas, no podíamos ver el exterior".
La mujer asegura que a todas ellas las sometían a constantes vejaciones y situaciones de violencia, incluida la sexual: "Como era un centro de detención de mujeres, los policías, los guardias, siempre violaban a las chicas. Nos decían: 'Si te acuestas conmigo, te sacaré de la cárcel'. Cada vez que intentábamos escapar venían y nos golpeaban con sus Kaláshnikov".
Las cicatrices de su cuerpo atestiguan sus palabras. "Nos golpearon con el Kaláshnikov, tanto si estás embarazada, como si tienes un bebé o un niño, te golpean", asegura.
Desde Médicos Sin Fronteras alertan de que, cuando las personas migrantes llegan a Libia, las milicias o los grupos armados del país norteafricano las secuestran y los traficantes y contrabandistas las utilizan como moneda de cambio. Además, la oenegé humanitaria denuncia que "los migrantes que viven en las ciudades son discriminados, perseguidos y se enfrentan a la amenaza constante de detenciones masivas y encarcelamientos arbitrarios".
Ser migrante en Libia
Mustafá, un migrante de Mali que vive desde hace años en Libia define la situación como "catastrófica". Y explica el motivo: "Un extranjero es como un diamante de sangre: puede ser secuestrado para sacarle dinero. Algunos migrantes acaban muriendo en la cárcel, y cuando lo hacen, simplemente los tiran como si fueran animales. Sus familias ni siquiera saben dónde están enterrados".
Su testimonio, como el de otros recogidos por MSF, da voz al sufrimiento de las 32.425 personas que el año pasado fueron interceptadas en el Mediterráneo y devueltas a la fuerza por la Guardia Costera libia. La cifra suponen casi tres veces más que en 2020. Mustafá asegura que "la gente como yo sufrimos aquí". Y recuerda: "Europa está dando herramientas para alimentar este sistema de sufrimiento".
Por algo, en noviembre de 2021, la misión de investigación de Naciones Unidas en Libia determinó que las violaciones de derechos humanos a las que se someten a los migrantes en el país constituyen crímenes contra la humanidad.
Desde Médicos Sin Fronteras alertan de que esta situación está sucediendo a las puertas de Europa. Y, dicen, "los gobiernos europeos han mirado hacia otra parte ante estos crímenes. Las abrumadoras evidencias no les han impedido hacer tratos con las autoridades libias para controlar la migración a Europa".
Se refieren al Memorando de Entendimiento sobre Migración que el Gobierno italiano firmó en 2017 con su homólogo libio, que se renovó en 2020 por otros tres años. Desde MSF reclaman que en vez de abordar la crisis migratoria con un "enfoque de seguridad contra los migrantes", se les dé protección.
Y es que, aseguran, "en virtud de este acuerdo, Italia y la UE han ayudado a los guardacostas libios a mejorar su capacidad de vigilancia marítima, proporcionándoles apoyo financiero y medios técnicos" para seguir, dice, violando derechos humanos. Y a las cifras se remiten: desde 2017, Italia ha destinado 32,6 millones de euros a misiones internacionales de apoyo a los guardacostas libios, 10,5 millones de ellos sólo en 2021.
¿Y las rutas seguras?
A falta de rutas seguras y legales para salir de Libia, desde la oenegé recuerdan que para la mayoría de los migrantes el único camino de encontrar seguridad es cruzar el Mediterráneo. Considerada la ruta migratoria más mortífera del mundo, son demasiadas las personas que acaban detenidas en el país norafricano y quedan atrapadas "en un ciclo de violencia, abusos y extorsión". Y es que se estima que el pasado año perdieron la vida 1.553 personas al intentar cruzar.
Juan Matías Gil, coordinador de las operaciones de búsqueda y rescate de MSF en el Mediterráneo central, explica que "quienes cruzan el Mediterráneo no tienen más remedio que hacerlo". Y por eso recuerda que son los gobiernos europeos los que tienen el "poder de decidir sobre las políticas migratorias y, sin embargo, han optado por estrategias de disuasión y defensa de las fronteras en lugar de respetar los derechos humanos y proteger la vida de las personas".
La crítica de la oenegé es clara: "En lugar de crear alternativas voluntarias, legales y seguras para cruzar el Mediterráneo, la UE e Italia han llegado a un acuerdo en el que Libia sirve de lugar de contención para los migrantes y solicitantes de asilo", asevera Gil.
Y concluye: "Mientras tanto, Europa mira hacia otro lado al mismo tiempo que financia y promueve, junto a Italia, un sistema de explotación, extorsión y abuso en Libia". Por eso, dice, desde MSF instan a las instituciones europeas a que "pongan fin a todo apoyo político y material, directo e indirecto, al sistema de devolución de migrantes, refugiados y solicitantes de asilo a Libia y a su detención allí". Porque el primer paso para acabar con las violaciones de derechos humanos es dejar de financiarlas.