En el Día Internacional contra el uso de Niños Soldado, los datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) son escalofriantes: calculan que "hasta 300.000 niños y niñas en todo el mundo participan en grupos y fuerzas armadas con distintas funciones, como combatientes, cocineros, porteadores, mensajeros, espías o por motivos sexuales".
Cinco niños y niñas de Sudán del Sur y República Democrática del Congo cuentan cómo fueron reclutados por los grupos armados en sus países y cómo consiguieron escapar. Fueron chantajeados, raptados, golpeados y obligados a cometer todo tipo de atrocidades. Algunos, todavía siguen teniendo pesadillas. Los nombres de cada relato son ficticios, a petición propia, para continuar protegiendo su identidad.
Desiree (Sudán del Sur)
Desiree salió de casa en busca de agua cuando, describe, "unos hombres aparecieron y me agarraron". No le quedó otra; tuvo que seguirlos. En ese momento fue reclutada como niña soldado.
Durante el tiempo que estuvo viviendo en el bosque recibió golpes: "Quieren que sigas sus reglas, que realices determinados trabajos". Ella y el resto de menores solían ir a buscar agua en grupo. Un día, después de un año reclutada, la eligieron para ir sola: "Ahí vi mi oportunidad para escapar". Corrió y caminó sin saber a dónde se estaba dirigiendo durante dos días, sin comida ni agua.
Afortunadamente, en ese trayecto encontró una niña a la que pidió ayuda. "Al principio me tenía miedo, pero le rogué y me llevó con su madre", explica Desiree. La familia llamó a los profesionales de World Vision, que ayudaron a la pequeña a encontrar a los suyos. "Lo más doloroso fue saber por mi madre que mi padre había muerto", cuenta Desiree. Ahora ha vuelto a la escuela y puede continuar sus estudios: "Cuando los niños tengan educación, sabrán el valor de la paz en lugar de estar en guerra", concluye.
Concretamente, en Sudán del Sur, "hay más de 19.000 niños y niñas reclutados en las filas de diferentes grupos y fuerzas armadas". Son las consecuencias de un conflicto que sigue latente y que ha hecho huir a 4,1 millones de personas a causa de la violencia, según informa UNICEF.
Joseph (Sudán del Sur)
Con sólo 11 años, un grupo armado secuestró a Joseph cuando iba a casa de su tía junto a sus hermanos menores a los que dejaron atrás. Fue obligado a portar armas en diferentes operaciones, a buscar agua y comida y a lavar ropa. Recuerda los golpes que recibía si se resistía a ello. "Pero mi peor experiencia fue ver morir gente en mi presencia", describe el joven.
Mientras los comandantes dormían, Joseph pudo escapar de noche. Pasó un año encerrado en casa junto a su padre "pensando que vendrían y me llevarían de vuelta". Ahora, gracias a World Vision, recibe apoyo psicosocial y educativo.
Gabriel (República Democrática del Congo)
"Después de haber matado a alguien, no tengo pesadillas al respecto. Pero tengo pesadillas sobre ser atrapado y ahogado por los rebeldes", cuenta Gabriel, de 14 años. Los rebeldes cortaron el cuello a sus padres y a su hermana pequeña; él tuvo que quedarse a vivir con su tío, pero tres días después atacaron su aldea y, aunque intentó escapar, le capturaron y comenzaron a entrenarle.
Los hechos que fue obligado a cometer fueron destructivos: "Atacábamos, destruíamos aldeas y vertíamos gasolina para prender fuego a todo". Y recuerda: "También disparé a la gente". Un día fueron atacados por el ejército, "y muchos de nosotros fuimos asesinados", relata el joven. Al igual que algunos otros, él consiguió escapar.
Según datos de UNICEF, se estima que la República Democrática del Congo es el país con más niños soldados del mundo: "Más de 30.000 están incorporados en grupos armados" allí. Aunque a raíz del acuerdo de paz del 2003 se han desmovilizado 18.000 menores, los reclutamientos no cesan. A las preocupaciones se suman los abusos sexuales, una "plaga en este país", aseguran desde la organización, teniendo como principales víctimas a mujeres y niños.
Mbara (Sudán del Sur)
El caso de Mbara, que por entonces tenía 16 años, fue algo diferente. No fue asaltado como el resto de niños, sino tentado. Una noche, mientras jugaba al fútbol con unos amigos, los hombres armados se acercaron prometiéndoles que, si se unían a ellos, les darían dinero a cambio. "Tan pronto como mis amigos y yo escuchamos lo del dinero, que en ese momento era una cantidad tremenda para nosotros, no hicimos más preguntas y nos registramos", cuenta.
En Sudán del Sur, más de 19.000 niños y niñas han sido reclutados en las filas de grupos armados
Lo que no sabían era que para obtener su "recompensa" tendrían que seguir todas las órdenes. Una vez dentro, les dieron armas y uniformes. "Cada vez que nos ordenaban atacar a la gente algunos morían", describe el joven que ahora tiene 22 años. Durante dos años, Mbara formó parte de las actividades violentas de estos grupos hasta que fue rescatado por el Programa Nacional de Desarme, Desmovilización y Reintegración de Sudán del Sur.
Luutu (República Democrática del Congo)
Cuando Luutu estudiaba en la ciudad de Nyabondo conoció a los rebeldes. Se lo llevaron por la fuerza y una vez en su campamento no le dejaron volver a casa: "Temiendo que me mataran si intentaba irme, acepté quedarme allí".
Allí, le ensañaron a manejar armas, sobre todo, rifles, cuenta. Luchaban con otros grupos armados: "Tomábamos rehenes y me pedían que los matara. Si no lo hacía, me matarían ellos". Ha recibido disparos en el pie y los muslos, y confiesa que todavía tiene pesadillas: "Sueño que me cortan con un machete o que estoy cortando a otras personas".
Desde World Vision alertan que los programas para la reintegración y protección de ex niños soldados no cuentan con la financiación necesaria. Continúa siendo un gran desafío. Concretamente, en Sudán del Sur han conseguido que más de 700 niñas y niños se reúnan con sus familias y regresen a sus comunidades. Sin embargo, todavía muchos de ellos siguen siendo las principales víctimas de las guerras.