SpaceX, Blue Origin, Planet Labs… Desde hace ya varios años, en Estados Unidos no han dejado de surgir empresas con un objetivo común: conquistar el New Space. Es decir, hacer del espacio exterior una nueva fuente de ingresos económicos. Y es que, como asegura la financiera estadounidense Morgan Stanley, se estima que la "economía espacial" alcanzará el billón de dólares en 2040; ahora, roza los 350.000 millones a nivel global.
No es de extrañar, por tanto, que algunos de los empresarios más ricos del mundo, como Elon Musk o Jeff Bezos, hayan decidido sumarse a un negocio –parece– tan lucrativo. La empresa del fundador de Amazon, Blue Origin, asegura que "nace con la misión de permitir un futuro en el que millones de personas vivan y trabajen en el espacio por le futuro de la Tierra".
Porque, dicen desde la empresa especializada en viajes privados al espacio, "para presevar el planeta, creen que la humanidad necesita expandirse, explorar, buscar nuevas energías y materias primas, y mover todas las industrias que tensionan la Tierra al espacio".
Un futuro con potencial para materializarse en la prosperidad y fraternidad que retrata la saga televisiva y cinematográfica Star Trek, pero que parece tender más bien a una distopía más similar al anime Cowboy Bebop. Al menos así se sobreentienden las palabras del director de Estrategia y coordinador de grupo en la Dirección de exploración robótica y humana de la Agencia Europea Espacial (ESA), Didier Schmitt. Según el experto, el conocido como New Space (o espacio nuevo) "no es más que una estrategia de marketing recién llegada de EE.UU.", pero que "de nuevo tiene poco".
Belén García Molano, directora de Tecnología y Desarrollo de Airbus Defence and Space, lo explica: el origen de este concepto, controvertido en la industria espacial a uno y otro lado del Atlántico, surge hace aproximadamente 15 años y "en su momento hacía referencia a una nueva manera de hacer espacio con recursos privados que quería ser más ágil, más rápida".
El New Space pretendía eliminar parte de los requisitos y la burocracia que conlleva el sector, que desde entonces empezó a conocerse como Old Space. Ahora, este apelativo hacer referencia a las empresas tradicionales y a los proyectos gubernamentales.
Sin embargo, hace tres años se dio un punto de inflexión: "El New Space empezó a enfocarse en acciones de marketing muy llamativas y agresivas, como por ejemplo llevar millonarios al espacio", apunta García Molano.
Según Schmitt, esa estrategia de branding no sería más que una manera de "mercantilizar el espacio exterior". Porque, recalca, "vemos que su origen está en una serie de mil millonarios a los que les interesa el espacio y que quieren utilizar su propio dinero para emprender nuevas actividades y hacer dinero por el camino". Y alerta: "En ese New Space del que hablan no hay Gobiernos ni entidades públicas monitorizando las investigaciones, son personas privadas que definen sus propias políticas y objetivos".
García Molano reconoce que desde Airbus no se sienten representados con la nueva vertiente que ha tomado el New Space que llega a Europa desde Estados Unidos. Para ellos, asegura, "el espacio es algo de todos y para todos". Por eso, aboga por otro concepto: el Next Space.
El espacio a la europea
Imaginemos por un momento que toda la información que recopilara el telescopio espacial James Webb estuviera sólo en manos de unos pocos. "Sería un desastre", admite García Molano.
"El turismo espacial no es democracia; es simplemente gente muy rica que puede pagarse un billete", asegura Schmitt
Por eso, frente a la visión estadounidense del universo, que aboga cada vez más por la privatización de las misiones espaciales, en Europa se apuesta por un punto de vista más democrático en tanto en cuanto a la participación y el retorno de los beneficios. Aunque Schmitt resalta: "Hay que tener cuidado de que cuando hablemos de la democratización del espacio no estemos haciendo referencia al turismo espacial. Eso no es democracia; es simplemente gente muy rica que puede pagarse un billete".
Por su parte, Airbus apuesta, como indica García Molano, por "un espacio sostenible, en el que no generemos basura espacial porque sí, donde haya un beneficio tangible para las personas, el planeta, el desarrollo y la educación". Y en eso se basa el Next Space que se impulsa desde nuestro continente en, matiza Schmitt, "contraposición a la mercantilización del espacio a la americana".
El experto de la Agencia Espacial Europea confiesa, además, que esta forma de entender el espacio facilita que los desarrollos e innovaciones espaciales se puedan introducir en la vida de la ciudadanía con más facilidad, "y sin trabas". Y es que, confiesa, "el Next Space consiste en que el espacio entre en la vida de la gente sin que nos demos cuenta".
Democracia espacial
Y así lo ha hecho: el espacio está en nuestro día a día, y ni siquiera somos conscientes de ello. La democratización de los procesos e innovaciones de la industria ha derivado en que, de media, una persona que vive en Occidente utilice 40 satélites diarios.
Airbus apuesta por "un espacio sostenible, donde haya un beneficio tangible para las personas, el planeta, el desarrollo y la educación
"Cuando utilizamos el GPS en el móvil o la navegación del coche, la mayoría de la gente no es consciente de que la señal viene de satélites; lo mismo con la mayoría de la información meteorológica", confirma Schmitt. Y añade: "Esa es la democratización del espacio: los Gobiernos han invertido en todas estos desarrollos científicos y tecnológicos, y ahora todo el mundo les saca provecho".
El experto asegura que lo mismo ocurre, por ejemplo, con el programa Copernicus de la Unión Europea que ha impulsado la ESA. "Todos los datos son gratuitos y abiertos; esto es algo muy europeo, no ocurre de la misma manera en Estados Unidos", recalca.
García Molano añade que para Airbus esa democratización del espacio tiene mucho que ver con que "el espacio se enfoque en ayudar a los temas de sostenibilidad y aprovechar las tecnologías que desarrollamos en el espacio para que universidades y otras empresas puedan aprovechar los satélites que nosotros vayamos a orbitar". Y, así, acelerar los desarrollos tecnológicos que luego revierten en beneficio de todos.
Así pasó, recuerda la directora de Tecnología de la empresa aeroespacial, con cosas tan sencilla como el velcro o los pañales, que "son inventos que surgen de la tecnología espacial". O el electrocardiograma para monitorizar el estado de salud o la visión nocturna.
El Next Space consiste en que el espacio entre en la vida de la gente sin que nos demos cuenta
"Esa democratización de las tecnologías espaciales es posible gracias la colaboración público-privada", confiesa García Molano. Porque, concluye, "en general, todas las tecnologías que más impacto han tenido en la sociedad tienen un origen de colaboración público-privada".
En un debate un tanto polémico entre el nuevo espacio que abandera Estados Unidos y el próximo espacio europeo, todo tiene matices. Pues, como la vida, la escala de grises del espacio es (casi) infinita.
Mientras que Schmitt es tajante, rechaza el New Space y asegura que en el Next Space está el futuro sostenible de todos. García Molano recuerda que el New Space es una realidad, con él se han hecho avances tecnológicos y que ha venido a demostrar que hay otra manera de hacer las cosas. Sin embargo, asegura la experta, "el rumbo que ha derivado finalmente en una exclusividad [espacial] de donde Airbus se quiere desmarcar".
Como bien dice, un enfoque no tiene por qué ser más acertado que el otro. Eso sí, de lo que estamos seguros es de algo que García Molano verbaliza a la perfección: "Las misiones espaciales nos ayudan a conocer el universo, y qué es más sostenible que conocer el universo para saber gestionar nuestro planeta".