La mexicana Mónica Flores llega a la sede de Manpower en Madrid tras una intensa jornada en el foro mundial de negocios organizado por WOBI. Ahora toca hablar, pausadamente, con un reducido número de personas –apenas una veintena–, sobre los retos de los líderes del futuro, que "son los de hoy", dice. Y también sobre un concepto que ha sustituido al del empleado: talento.
En 2017, la sección mexicana de la revista Forbes dijo de ella que era "una de las mujeres más poderosas del país" y, para muchos, también de la región, pues la presidenta del grupo en Latinoamérica es una de las pocas que pueden decir que manda en 18 países.
La trayectoria profesional de Flores destaca no sólo por su liderazgo en uno de los mayores grupos de capital humano del mundo. Se la conoce como "la mujer que busca empleo a refugiados de América Latina" y que lucha por el fin de los techos de cristal –algo de lo que ella misma es ejemplo–. Y es que ha hecho de esas dos labores su misión. Sobre todo de la segunda.
Recién llegada de WOBI, saluda a la sala que le recibe con una reflexión sobre su charla en el foro. "La digitalización hace que seamos obsoletos antes", dice recordando que esta lección la hemos aprendido todos con la pandemia de la covid-19 y los confinamientos que se han sucedido en los últimos dos años. Así justifica que el 69% de los empleadores en Latinoamérica no encuentre a los candidatos que necesita. Esta cifra, asegura, en España cae al 65%.
Por eso, cuenta Flores, es esencial cambiar la narrativa: "Ya no buscamos empleados, nos da igual dónde haya estudiado una persona, ahora buscamos talento, y cada vez lo haremos más". Ahí está la clave, en una palabra que no siempre ha estado tan estrechamente vinculada con el mercado laboral.
La presidenta de ManpowerGroup para Latinoamérica reconoce que su región sufre de un desajuste de talento del 72% y el motivo es claro: "Tenemos más escasez de talento que en otras geografías, porque nuestros sistemas educativos son del siglo XVII y no del XXI". Para ella, falta coherencia y homogeneidad entre lo que se aprende en la escuela y las habilidades que demanda la "vida real" y el mercado laboral. Y, con la pandemia, "el gap, especialmente entre las zonas rurales y urbanas, se ha hecho más grande".
"Nuestros sistemas educativos son del siglo XVII y no del XXI", asegura Mónica Flores
Una buena parte de esa brecha entre mundo laboral y educativo en América Latina –aunque, especifica, no sólo allí– queda reflejada en lo digital. La digitalización hace, por tanto, que empleadores y potenciales empleados que estar en constante formación para no caer en la obsolescencia. Y, reconoce, "las nuevas tecnologías nos obligan a que busquemos otras habilidades laborales", por un lado, y por otro, "que busquemos a personas más humanas y más resilientes, capaces de enfrentarse a los cambios".
Y aunque la digitalización también traiga consigo la automatización de, como dice, "todo aquello que pueda hacer una máquina", también reconoce que "la tecnología no va a tener nunca las capacidades humanas que requerimos para hacer uso del mundo".
Lecciones de una pandemia
Sin lugar a dudas, la covid-19 ha puesto "patas arriba" todo nuestro mundo: desde la manera de relacionarnos hasta la forma de trabajar. Y la digitalización solo ha sido una de sus manifestaciones. El teletrabajo se convirtió durante los confinamientos en una "poderosa herramienta" en todo el planeta. Y "se demostró que el trabajo remoto funciona bien, tanto para hombres como para mujeres", explica Flores.
En cierta manera, cuenta la mexicana, "el teletrabajo democratizó las oportunidades", especialmente en Latinoamérica, aunque, reconoce, es igual en todas partes. Y añade: "Ya da igual dónde vivas, si eres hombre o mujer, si tienes alguna discapacidad o una reducción de movilidad, puedes trabajar desde casa, desde la oficina o desde una cafetería".
Pero no sólo eso: el trabajo en remoto también ha servido para resquebrajar ese techo de cristal que sigue existiendo para las mujeres de todo el globo. "La covid reseteó el nivel desde el que empezamos hombres y mujeres. Por una vez todos estábamos en las mismas condiciones, todos tuvimos que trabajar desde casa, con nuestras familias alrededor", asegura.
Y recuerda que, para bien o para mal, "la gran mayoría de las habilidades blandas que se necesitan hoy en día en el mercado laboral tienden a ser competencias femeninas" o, más bien, aquellas que tradicionalmente se le han atribuido a las mujeres. Aunque, reconoce, la mala noticia es "que seguimos con modelos de doble carga de trabajo, de estereotipos, con diferencias en el salario…". Por eso, advierte a las empresas que "si no implementan verdaderos modelos de inclusión se van a quedar obsoletas".
Porque, manifiesta, "la diversidad es un programa social, y eso lo tienen que entender las compañías que quieren ser exitosas". De no ser así, de no entenderlo "van a fracasar".
A pesar de todo, Flores recuerda que la inclusión y la diversidad también ha de venir acompañada del fin "de los mitos y de los prejuicios".
"La pandemia de la covid reseteó el nivel desde el que empezamos hombres y mujeres", admite Flores
"A las mujeres nos educan y socializan desde pequeñas de tal manera que pocas veces nos sentimos con poder para sentarnos con los líderes de nuestras empresas a hablar sobre nuestros próximos pasos en la compañía", cuenta Flores. Al contrario de la mayoría de los hombres, que tienen un rol más proactivo. Y aconseja: "Hay conductas que debemos cambiar para poder seguir a la par con los hombres cuando entramos en una empresa".
Además, "hay que cambiar cómo le hablamos a las niñas, y acercarles referentes de astronautas, científicas, líderes…, pero también cómo hablamos a los niños, y decirles que pueden ser bailarines, pintores, artistas…". Porque, asegura, "el siglo XXI no está como para vivir de la tradición".
Por eso los líderes deben adaptarse a la nueva realidad: dejar que las nuevas generaciones aprendan de ellos, pero "aprender también de los jóvenes". Y, sobre todo, recordar de tanto en tanto que "en esta vida estamos para ser felices, no para sufrirla". Una reflexión con la que Flores concluye su encuentro, porque, admite "el trabajo tiene que hacerte feliz, y si no los líderes de la empresa te tienen que ayudar a buscar otro, porque si un empleado es feliz y si el trabajo contribuye a que sea mejor persona, se implicará mucho más".