Salud y medio ambiente son dos de los grandes retos del siglo XXI. Y hoy, ponemos sobre la mesa la dieta que, según los expertos, podrían resolverlos: la dieta del planeta.
Sus ingredientes son sencillos: alimentos ecológicos, de proximidad y temporada. Su receta seguramente le suene, porque las abuelas españolas la sabían cocinar. Y su mayor secreto no podría ser más sencillo: la cocina de aprovechamiento.
Seguro que ya ha oído mucho hablar de la contaminación de CO₂ por comer carne que, según Naciones Unidas, estaría en torno al 15%. Aunque de lo que quizá no se hable tanto es de que el desperdicio alimentario contamina con una cifra no menos alarmante: el 10% de las emisiones de dióxido de carbono provienen de la comida que acaba en la basura.
La dieta planetaria a la española consiste en recuperar la dieta mediterránea tradicional y adaptarla a nuestro modo de vida más sedentario
Reducir estas emisiones de gases de efecto invernadero no (solo) depende, por tanto, del qué debemos comer, sino del dónde y del cuánto. "La dieta planetaria adapta las dietas tradicionales de los países que tienen menor impacto ambiental", afirma Montse Escutia, responsable de formación en la Asociación Vida Sana.
En nuestro caso, el español, se trataría de "recuperar la dieta mediterránea tradicional y adaptarla a nuestro modo de vida más sedentario”, asegura. Es decir, introducir “más verduras, frutas, granos integrales, legumbres, frutos secos y menos calorías y alimentos de origen animal”, confirma Mireia Cervera, nutricionista del grupo de alimentación Teresa Carles Healthy Foods.
Tras la pandemia se cuece más conciencia
Tras la pandemia, un 45,1% de la población española ha empezado a adquirir alimentos de forma más informada. Esto es, que presta más atención a los efectos que tiene lo que comemos en nuestra salud y la del planeta.
A esta tendencia consciente, como explica Mapi Merchante, directora de Analytics, Insight y Estrategia en IPG Mediabrands, se le conoce como mindful eating. Además, surgen movimientos, sites y apps que permiten escanear el código de barras y acceder a toda la información nutricional, como por ejemplo Yuka.
La preocupación por el medio ambiente –el 25% de los gases de efecto invernadero vienen de la producción de alimentos– y la búsqueda de una alimentación más saludable está llevando a los consumidores a probar alternativas.
A día de hoy, ya el 8% de la población española se considera flexitariana, según datos de la empresa Vegetalmente. Puede que, incluso, usted ya lo sea y aún no lo sepa.
Este término acuñado por el grupo de alimentación Flax & kale hace referencia a ser flexibles en la dieta. Es decir, que esta esté basada en el origen vegetal del alimento, pero con excepciones.
Un flexitariano puede que en su casa solamente cocine platos vegetarianos, pero que en casa de amigos o restaurantes coma proteína de origen animal, por ejemplo.
Un 45,1% de la población española ha empezado a adquirir alimentos de forma más informada
Además de las ya conocidas bebidas y yogures vegetales, el mindful eating nos trae nuevas proteínas vegetales en forma de hamburguesas, salchichas, nuggets y más recientemente alternativas al queso.
"Imitan tanto la carne de pollo como la carne roja. Aunque queda mucho camino por recorrer, cada vez es más habitual encontrar alternativas 100% vegetales a casi cualquier producto de origen animal” afirma Lola Hernández, fundadora de Veggie2Business y Vegetalmente.
Un ejemplo muy visual de lo que contamina la proteína vegetal frente a la animal es la comparativa del cultivo de la judía frente a la ternera. ¿Sabía que, por ejemplo, producir 1kg de ternera necesita 10 veces más agua que 1 kg de judías?
Vuelta a la tradición y el pastoreo
Cierto es que la ganadería emite el 15% de los gases de efecto invernadero que se encuentran en la atmósfera. Pero diferenciemos: “Replicar un modelo de producción industrial con seres vivos para obtener grandes beneficios económicos es un verdadero error”, explica Pablo Prieto, ingeniero agrónomo de la granja orgánica Los Confites.
según AIMC Marcas, hoy el 55% de los hogares adquiere alimentos de agricultura ecológica
Es la ganadería intensiva –o las macrogranjas– la que, para este experto, hay que erradicar. "Contamina, maltrata, daña nuestra salud y no revierte en la población rural. Perjuicios que contrastan con los beneficios de la producción ecológica de la ganadería sostenible y las ecogranjas sin químicos, ni hormonas, se preocupan por el nivel de emisiones, racionalizan el uso de los recursos naturales e impactan positivamente en la sociedad rural”, puntualiza.
Un ejemplo de transición ecológica es la ganadería extensiva, basada en el pastoreo tradicional. Una actividad sostenible, fuente de consumo moderado y responsable de productos.
Producción ecológica
España se ha convertido en un país ecológico, nos descubre Merchante: “Hace una década apenas se consumían productos ecológicos". Sin embargo, según AIMC Marcas, hoy el 55% de los hogares adquiere alimentos de agricultura ecológica.
“Con esta evolución mindfulleating, nuestro país ha pasado de casi no aparecer en la lista a meterse de lleno entre los diez principales consumidores de productos orgánicos”, asegura Merchante.
Sin duda, el certificado ecológico es la mejor garantía de comer en mantel sostenible.
Sin embargo, aparecen nuevos sellos de bienestar animal y es difícil saber cuál es su verdadero alcance.
“La ganadería ecológica es la que realmente prohíbe el maltrato o la cría sin suelo. Si en la etiqueta no especifica que sea de animales alimentados o criados naturalmente, lo más probable es que proceda de granjas de engorde”, asegura Escutia.
Con los huevos es sencillo: se diferencia por el número. Los ecológicos son el 0. Con los demás productos, hay que leer la etiqueta y buscar eurohoja que identifica en el envase cada ingrediente.
La experta en nutrición Ginebra Sat Karam nos explica las diferencias entre entre eco, bio y orgánico.“Las tres etiquetas garantizan que el producto cumple una normativa europea que prohíbe pesticidas, fertilizantes químicos y transgénicos".
Bio significa que los productos no se han manipulado genéticamente (transgénicos). Orgánico, que el producto está libre de productos de síntesis química. Es decir, son sólo productos 100% naturales. Por último, eco es el etiquetado más completo de los tres: se refiere a un cuidado exhaustivo a lo largo de todas las fases de la cadena alimentaria.
Proximidad y temporada
Numerosos estudios afirman la importancia de comer de proximidad y temporada. En el caso de las frutas y verduras, no sólo es más sostenible por ser de kilómetro cero y no tener que viajar casi para llegar al plato, sino también por ser más sabrosas y nutritivas. ¿El motivo? Que el alimento ha podido estar más tiempo en el árbol madurando al sol o en el suelo.
Hay varias formas de traer la huerta a casa. Empresas que seleccionan los alimentos y sirven a domicilio a particulares, los grupos de consumo que reúnen a familias, poblaciones o amigos para comprar directamente a los productores. Y también, los huertos urbanos conocidos como agricultura urbana, con superficies reducidas dentro de la ciudad.
En Macaranda hacen hincapié en la importancia de un futuro que apueste por vegetales, de proximidad y temporada, con el menor packaging posible. Su fundadora, Carlota Bruna, es un ejemplo de esas nuevas generaciones concienciadas con la sostenibilidad del planeta.
Esta activista y emprendedora ha creado una empresa que lleva fruta y verdura de temporada de agricultores de alrededor de Barcelona y Cataluña en cajas de cartón reciclado y packaging compostable a las cocinas españolas.
Además, lucha contra la deforestación plantando un árbol con cada caja enviada. “El futuro de la alimentación tiene que ser sostenible o no habrá futuro”, nos recuerda Bruna.
Cocina de aprovechamiento
¿Sabia que tirar un plátano equivale a desperdiciar la misma cantidad de agua que despilfarraríamos si dejamos el grifo abierto 10 minutos? El desperdicio alimenticio contamina de varias maneras: con el metano de su descomposición, 30 veces más perjudicial que el CO₂. Con las emisiones de gases derivados del transporte, de los pesticidas utilizados, de la energía de los frigoríficos, etc.
Y, como explican dese la plataforma Too Good To Go, con el desperdicio de todos los recursos que se han empleado para producirla: agua, energía, tierra del cultivo…
El 10% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero están producidas por el desperdicio alimentario. Casi el 30% de la tierra agrícola mundial se está empleando para producir alimentos que luego no serán consumidos.
Un reciente estudio de WWF alerta de que, al año, en el mundo se desperdician más de 2.500 millones de toneladas de alimentos, lo que supone 1.200 millones de toneladas más de las que se habían estimado hasta ahora.
Y España es el séptimo país de la Unión Europea que más desperdicia con 7,7 millones de toneladas; unos 250kg de comida por segundo.
Casi el 30% de la tierra agrícola mundial se está empleando para producir alimentos que luego no serán consumidos
En la lucha contra el desperdicio surgen empresas y apps que ofrecen soluciones muy innovadoras. Algunas facilitan resolver con recetas saludables qué hacer con lo que sobra en la nevera, por ejemplo ekilu.
Otras, como foodstories, envía las recetas con la cantidad justa de ingredientes para realizarlas. O la empresa Too Go to go que conecta a millones de usuarios con miles de productores, restaurantes, supermercados, panaderías, fruterías, entre otros comercios, que venden packs sorpresa con su excedente a precios reducidos.
Las fechas de caducidad también afectan a la cantidad de desperdicio que generamos. Según un estudio de la Comisión Europea, el etiquetado de fecha de los alimentos confunde al consumidor y es responsable de casi 9 millones de toneladas anuales de desperdicio en Europa.
En España se calcula que 4 de cada 10 consumidores no saben que la fecha de consumo preferente solo es un indicador de calidad organoléptica.
Desde Too Good To Go han desarrollado el distintivo Mira, Huele, Prueba, que consiste en una etiqueta que se incorpora sólo a los envases de productos con fecha de consumo preferente con el objetivo de recordar al consumidor que antes de tirar ese alimentos utilice sus sentidos. Si tiene buen aspecto –y además sabe y huele bien–, es apto para su consumo.
El mindful eating, a fin de cuentas, cierra el círculo de la economía circular: una alimentación consciente hace que nuestros cuerpos –y nuestro planeta– vivan mejor.