Desde hace poco más de dos décadas unos ojos contemplan todos nuestros movimientos. Más allá de donde alcanza nuestra vista, orbitando alrededor de la Tierra, los astronautas de la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés) prestan atención a todo lo que ocurre en la superficie terrestre.
Y esta semana han empezado a observar la isla de La Palma y su Cumbre Vieja. Pero no están solos: en órbita, conviven con más de cuatro mil satélites. Y de ellos, una veintena pertenece al programa impulsado por la Comisión Europea Copernicus, que permite recibir alertas tempranas e incluso predecir fenómenos naturales como la erupción volcánica que está teniendo lugar en la isla canaria.
Desde 2014, este grupo de satélites de la Unión Europea vigila y monitoriza el continente. “Gracias a esta constelación que colocamos en órbita, somos capaces de medir con precisión las variaciones en la altura del terreno, lo que nos permite saber si un volcán, como es el caso del canario, va a entrar en erupción”, explica el anterior ministro de Ciencia e Innovación y primer astronauta español Pedro Duque.
Los satélites de radar capaces de detectar los movimientos del suelo con una precisión milimétrica son los que, ahora, posan su mirada sobre la isla española. Junto a ellos, como anunciaba el lunes por la mañana la Comisión Europea, el Sentinel 2 se encarga también de controlar y monitorizar la zona.
Pasos gigantes para la humanidad
Duque remarca la importancia de los avances que se han realizado en la tecnología espacial desde que se mandara el primer satélite. Ahora no solo somos capaces de predecir, con cierta antelación, cuando un volcán entrará en erupción o un tsunami tocará tierra.
El astronauta asegura que las imágenes captadas por los satélites “nos permiten saber la calidad de las cosechas, la salud de los bosques, avisan de la deforestación, y de forma más o menos inmediata hacen un mapa del peligro”.
Gracias a los avances tecnológicos espaciales y a programas como Copernico, hoy en día ya no es necesario recurrir a la información de otros países para predecir el daño que fenómenos como una inundación o una erupción volcánica pueden ocasionar. “Tenemos aparatos iguales para todos que nos permiten estudiar la Tierra como un conjunto, hace 20 años, cada país tenía su propia información y tecnología”, asegura Duque.
“La tecnología del espacio ha avanzado mucho, especialmente aquella que hace más fácil nuestras vidas, como las comunicaciones o la movilidad”, afirma Duque. Y recuerda que invertir en el espacio, a la larga, es favorecer el desarrollo de tecnología puntera que servirá para las telecomunicaciones -como los móviles- o la protección del medio ambiente.
"Medir con precisión las variaciones en la altura del terreno nos permite saber si un volcán como el canario va a entrar en erupción”, explica Pedro Duque
Para Duque, conquistar otros planetas o viajar a la luna va mucho más allá de las aspiraciones de grandeza de unos pocos o de los sueños de guionistas de ciencia ficción. Y es que, para el exministro, su ventaja fundamental radica en “el desarrollo de tecnologías muy avanzadas que después favorecen otras innovaciones y la creación de puestos de trabajo”.
Reaccionar a tiempo
Pero los satélites, por sí solos, no son suficientes para prevenir desastres mayores cuando se desata un incendio, un volcán entra en erupción o llega una inundación. El factor humano siempre está presente. Por eso, en la Agencia Espacial Europea existe la figura del retén, una persona que, como explica Duque, está siempre pendiente de los datos e imágenes que arrojan los satélites.
Todos los países tienen a su contacto local conectado con el retén para, en caso de que Copernicus detecte una emergencia, poner en marcha el sistema de alerta en cualquier momento. Es entonces cuando, como cuenta el astronauta, tanto los ópticos como los radares de los satélites se dirigen al lugar donde se ha producido el fenómeno.
Con toda esa información recopilada, “se producen mapas lo más rápido posible para encontrar las mejores vías de evacuación”, asegura. En el caso del volcán canario, por ejemplo, las imágenes ópticas muestran la extensión exacta de la lava, de los incendios ocasionados por esta, etc.
“La información de los satélites también nos permiten medir la altura del terreno para saber si está subiendo o bajando, datos imprescindibles para los geólogos”, matiza Duque.
Porque todos esos datos recopilados por los satélites no caen en saco roto. En cambio, pasan a formar parte del día a día de los servicios de extinción de incendios, de la agricultura y la ganadería o de la industria automovilística. Como enfatiza el astronauta, "el círculo virtuoso del desarrollo de tecnología espacial no sólo proporciona respuestas cada vez más rápidas a erupciones volcánicas, sino que será clave en la adaptación al cambio climático".