Si hay un político que está sudando de lo lindo, pero literalmente, para defender su programa político, este es el líder de Ciudadanos. El acalorado debate entre Pablo Iglesias y Albert Rivera en el programa Salvados ha dado que hablar, pero más que la validez y veracidad de los argumentos de uno u otro, lo que ha cobrado protagonismo ha sido la extrema sudoración de Rivera.
Tanto es así que Juan Carlos Girauta, cabeza de lista de Ciudadanos en Barcelona, no ha tardado en señalar como culpable al programa de Jordi Évole asegurando que “apagaron el aire acondicionado” para perjudicar a su jefe de partido.
Tal y como asegura Girauta en una entrevista en el diario Ara, Iglesias fue quien impuso los términos del debate, empezando por el moderador, ya que se negó a aceptar a Ana Pastor. Y fue Évole el responsable de que la temperatura no se regulase durante los 90 minutos que duró la charla: "Mando apagar el aire acondicionado". Claro que la avalancha de críticas le ha hecho rectificar o, al menos, dejar claro que seguirán participando en debates aunque el ambiente esté algo acalorado.
De hecho, el propio Albert Rivera se lo hizo saber a Évole a través de un cordial tuit al que el presentador dio una respuesta cuando menos ambigua.
Sin embargo, ahora nos preguntamos: ¿realmente es posible que los candidatos decidan sobre las condiciones climatológicas de los debates? La sorprendente respuesta es sí, y de hecho es una exigencia habitual en EEUU.
Nixon, tenemos un problema
Durante la campaña electoral en EEUU se pacta todo. No solo se escoge al entrevistador e incluso se acuerda qué preguntas podrán o no realizarse, además, se decide en qué minuto intervendrá cada candidato, dónde irán colocados los focos, en qué lado se sentará cada uno e incluso, sí, la temperatura a la que se pondrá el aire acondicionado.
Todo este entramado de pactos previos al debate proviene precisamente de aquel mítico encuentro en septiembre de 1960 entre John Kennedy y Richard Nixon que se retransmitió paralelamente por radio y televisión convirtiéndose en uno de los grandes hitos del periodismo político.
Como después de cualquier debate, comenzaron los análisis para señalar quién era el ganador del mismo. Pero lo curioso de este caso concreto es precisamente que ambos ganaron, solo que cada uno en un medio de comunicación. Al parecer, y según corroboró una encuesta posterior realizada por la empresa Sindlinger and Company, quienes lo escucharon por la radio dieron por vencedor al veterano y –al menos aquella noche- acolarado Nixon, mientras que los telespectadores se decantaron por el joven y bronceado Kennedy.
La imagen, ha quedado tan grabada en la memoria colectiva estadounidense que hasta los Simpsons quisieron hacer una parodia para homenajear al acalorado Nixon.
A raíz de aquel momento se instauró la política de poder establecer una serie de circunstancias ambientales óptimas de cara a la intervención en un debate. Así lo hizo el presidente de campaña de los Republicanos quien solicitó a la cadena emisora que le “prometiesen que podían mantener la temperatura de la sala por debajo de lo 19 grados centígrados”.
Y este tipo de peticiones no son unilaterales: si no se llega a un acuerdo en la temperatura media, el candidato que se sienta en desigualdad de condiciones puede solicitar que le pongan un pequeño ventilador particular bajo su atril tal y como siempre hacía el antiguo gobernador de Florida Charlie Crist.
Aunque en España no hay tradición en este tipo de acuerdos sobre la temperaturas del ambiente, en Europa, el caso más conocido es el del debate entre Ségolène Royal y Nicolas Sarkozy en el año 2007 que se celebró a 21 grados por exigencia del presidente francés. Precisamente la temperatura a la que la Academia de la Televisión Española mantuvo el plató durante el debate cara a cara entre José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy en 2008.
Temperatura media que probablemente sirva para entender por qué en el último gran debate televisivo Soraya Sáenz de Santamaría iba vestida con un look cobertura total, nada más y nada menos que en terciopelo azul: la mujer, probablemente, tenía frío.
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