Castilla-La Mancha cuenta con un sinfín de encantos que la hacen un lugar perfecto para visitar durante la época estival. Entre sus numerosas bondades están sus pueblos, lugares que combinan patrimonio y naturaleza y que se erigen como enclaves perfectos para desconectar.
Uno de ellos es Puerto Lápice, ubicado en la provincia de Ciudad Real, casi en el límite con la provincia de Toledo. Un lugar que debe su nombre al puerto que se forma entre la Sierra Calderina y las primeras estribaciones de los Montes de Toledo y del subsuelo en el que se asienta, compuesto por piedra lapicea.
Tal y como relata Turismo de Ciudad Real, Puerto Lápice se remonta a la época de la conquista romana, aunque podría ser un pueblo íbero como ocurre con la cercana Consuegra.
Pensar en Puerto Lápice es recordar los pasos de Don Quijote de La Mancha, ya que el municipio se cita hasta en cuatro ocasiones en la obra culmen de Miguel de Cervantes. Un lugar que en la antigüedad albergaba varias ventas, algunas de ellas todavía visitables, como la Posada Dorotea, la Venta del Rincón o la Venta del Quijote.
Y, como no podía ser de otra forma en una localidad tan cervantina, está perfectamente custodiada por los molinos de viento de la Sierra de la Serranilla, que datan del año 1925 y 1953.
Otro de los atractivos es su famosa Plaza de la Constitución, un ágora de paisanos y caminantes que sorprende por sus soportales abiertos de madera apoyados en zapatas y pies derechos, pintados de almagre.
El puente romano que integraba la calzada romana y la iglesia de Nuestra Señora del Buen Consejo completan el patrimonio de una localidad que no dejará indiferente a ningún visitante.
Naturaleza y gastronomía
La naturaleza que rodea a Puerto Lápice es otro de los encantos del municipio. Rodeado de caminos integrados en la Ruta del Quijote, cuenta con el corredor eco turístico más largo de Europa, que recorre los mismos escenarios en los que Cervantes situó a los personajes de la obra más traducida de la literatura española.
Para terminar la visita, Puerto Lápice ofrece una amplia variedad de platos típicos que todo visitante debe probar antes de marcharse. Unas recetas que aúnan tradición y productos de la tierra, entre las que destacan las gachas, las migas, el pisto o los conocidos duelos y quebrantos.