Parafraseando a Forrest Gump podríamos decir que ‘Tomelloso es una caja de sorpresas; nunca sabes lo que hay debajo de tus pies’. Desde 2021, esta localidad ciudadrealeña ha sido el escenario de tres colapsos estructurales con cinco viviendas afectadas, tres de las cuales quedaron en estado de ruina. Estos inesperados siniestros han puesto el foco de atención en un problema de gran envergadura: las cuevas arenero.
Estas oquedades, excavadas a lo largo del siglo XX para la extracción de áridos, hoy representan una amenaza para la seguridad de los hogares, dotaciones y viales de la ciudad manchega, y constituyen uno de los mayores retos urbanísticos y sociales de la región.
Las cuevas arenero se remontan a principios del siglo XX, una época marcada por una economía prácticamente de subsistencia en la que la extracción de arena para luego venderla a las fábricas de terrazo se convirtió en un modo de vida. Una actividad que comenzó a desvanecerse con el desarrollismo de los años sesenta. Con el paso del tiempo, muchas fueron cegadas o ‘lodadas’, como se dice en el ‘argot’ tomellosero, lo que, sin duda, ha agravado la situación.
Sin regulación ni planificación
Estas excavaciones, a diferencia de las bodegas subterráneas tradicionales, que tienen estabilidad estructural, se llevaron a cabo sin ningún tipo de regulación ni planificación urbana, lo que dio lugar a un trazado irregular y caótico, que se extiende en múltiples direcciones buscando siempre la veta del material. Una circunstancia que explica que algunas de las ya cartografiadas alcancen luces de hasta 12 metros y tengan 40 metros de largo. Otras, incluso, fueron excavadas en dos niveles y ahora, tras el colapso de los estratos intermedios, presentan alturas enormes.
“No me gusta llamarlas cuevas, prefiero usar el término cavidades”, señala el alcalde de Tomelloso, Javier Navarro, que explica que el problema se concentra en una zona del término municipal situado en el extrarradio que, en su día, se compró a Argamasilla de Alba y que ahora se corresponde con los barrios de La Esperanza y San Antonio, delimitados por la avenida Príncipe Alfonso, vía que une el polígono industrial con la autovía.
Ante la alarma generada por unos derrumbes y ante el temor de que se produjeran en cadena, el Ayuntamiento de Tomelloso firmó en 2022 un convenio con la Universidad de Castilla-La Mancha dotado con 210.000 euros para cartografiar y estudiar el estado de las cuevas. El objetivo era identificar aquellas cavidades que presentaban mayores riesgos de colapso. Los resultados de esa primera investigación ya han proporcionado una primera caracterización mecánica del terreno, así como la formulación de un modelo de colapso, y la definición de los criterios de intervención.
Para seguir avanzando en el reconocimiento, cartografía e inspección de las cuevas, en junio de este año ambas partes firmaron un segundo convenio que tendrá una duración de tres años y al que el Ayuntamiento de Tomelloso ha destinado 336.664 euros. Gracias a este dinero, la universidad ha podido adquirir un georradar nuevo que permite realizar levantamientos tridimensionales de las cuevas. Además, también se va a crear una red de alerta temprana gracias a un sistema de monitorización que incluirá el seguimiento de las variables ambientales como la humedad y la temperatura y los movimientos en el interior de las cuevas. Para ello se instalarán clinómetros, distanciómetros y fisurómetros que transmitirán los datos de forma remota.
Año 2022: un mapa en blanco
La situación ha cambiado mucho desde 2022. “Partimos de un gran mapa en blanco. Muchos vecinos no sabían que vivían sobre una cueva”, explica Juan Alonso.
Este geólogo y profesor de la Escuela de Arquitectura de Toledo junto con José Antonio Aguado, arquitecto e integrante también del equipo docente de este centro universitario que dirige Juan Mera, lideran el grupo multidisciplinar que trabaja sobre el terreno. Entre ellos los arquitectos Araceli Tárraga, Juan Ramón Alfaro y Javier Vellés, que se ha encargado tanto del estudio histórico de las cuevas-arenero como de la intervención-, Joaquín Vargas y Alejandro Jiménez y Jesús González-Arteaga, éste último también aparejador.
“Nuestras primeras actuaciones fueron encaminadas a localizar las cuevas y a observar señales que nos pudieran hacer pensar la existencia de movimientos del terreno que podrían derivar en un derrumbamiento. Y es que este tipo de colapsos, aunque son procesos relativamente rápidos, tienden a avisar antes de que se produzcan”, comenta Alonso.
206 cuevas cartografiadas
Una de las técnicas sofisticadas que les sirvió para descubrir lo que oculta el subsuelo de Tomelloso es la ‘interferometría radar de satélite’. Gracias a ella, a partir de la comparación de imágenes de satélite tomadas en distintos años se pueden confeccionar mapas de movimiento que permiten identificar zonas donde se concentren variaciones del terreno que den pistas sobre la presencia de áreas inestables. La utilización del georradar, el trabajo de campo, los sondeos y prospecciones han hecho el resto.
“La semana pasada llevábamos 206 cuevas cartografiadas de tamaños y morfologías muy diversas. De ellas, un 40% son bodegas y cuevas domésticas y un 60% areneros”, explica Juan Alonso, que especialmente se concentran en el borde urbano del Tomelloso de 1954, que coincide con los barrios de La Esperanza y San Antonio.
“Es lógico que excavaran sin control donde la ciudad aún no estaba consolidada”, explica José Antonio Aguado, que explica que una foto aérea de Tomelloso que hicieron los americanos en 1956 es especialmente reveladora. Y es que la gran línea dorsal de areneros localizados hasta la fecha coincide con el límite urbano del municipio a mediados del siglo pasado.
De aquellos polvos, estos lodos
Pero qué explica que los colapsos hayan empezado a surgir ahora, décadas después del abandono de los areneros. La falta de ventilación al sellarse las lumbreras ha sido un factor clave en el agravamiento de la situación.
“Las cuevas que se conservan en buenas condiciones tienen entre un 70-80% de humedad relativa. Pero, al eliminarse la ventilación, la humedad se satura y provoca que aumente la degradación”, explica José Antonio Aguado. Esta degradación provoca que la ‘tosca’, la parte de roca más dura que se corresponde con el cielo de la cueva, se vaya fragmentando en panderones hasta que finalmente se produce el derrumbe.
Otra mala práctica que ha acelerado el proceso fue la de rellenarlas con basura o escombros. Incluso algunas viviendas que se asientan encima de las cuevas no están conectadas a la red de alcantarillado por lo que han convertido las cavidades en una especie de pozo negro.
“La descomposición de la materia orgánica incrementa el contenido en dióxido de carbono. Entonces la atmósfera que se genera en el interior se convierte en más agresiva para esa tosca carbonatada que constituye la bóveda de las cuevas”, explica Juan Alonso.
Riesgo alto en seis cuevas
Del total de 206 cuevas localizadas hasta la fecha, seis de ellas presentan un riesgo de colapso elevado y necesitan de una intervención pronta y otras veinte tienen un riesgo moderado. En estas últimas, los expertos de la Universidad de Castilla- La Mancha han recomendado a los vecinos afectados mantener las lumbreras abiertas para facilitar la ventilación y controlar la humedad, eliminar los vertidos y encalar las paredes.
“El encalado sirve para consolidar toda la parte exterior. Utilizar cal y no cemento es fundamental porque la cal respira. Así, si hay mucha humedad dentro de la cueva, la cal la absorbe y si, por el contrario, la arena de las paredes de la cueva está húmeda, la expulsa para fuera. En definitiva, logra mantener el equilibrio. Sin embargo, el cemento no funciona porque es más impermeable” explica José Antonio Aguado. “Además, la cal es un testigo enorme que delata enseguida si se produce un desprendimiento”, concluye.
Sin embargo, en las cuevas de alto riesgo han sido necesarias intervenciones mucho más profundas. "Una de las intervenciones más significativas fue en la Avenida Príncipe Alfonso", afirma el alcalde, donde se descubrió en vísperas de las elecciones municipales de 2023 una cueva cuya bóveda estaba a punto de colapsar y que obligó a cerrar esta importante vía de circulación del municipio, por la que a diario circulan camiones cisterna de gran tonelaje que transportan alcohol de boca.
Para evitar el desastre, se construyeron pilares de fábrica muy especiales con forma de diábolo, es decir, mucho más anchos en la basa y en el capitel que en el centro. “Nuestra propuesta fue una reinterpretación de los pilares de fábrica utilizando una técnica romana. Se trata de usar ladrillo en todo el perímetro como un encofrado perdido y rellenar con un hormigón hecho con cal, arena y el propio cascote de piedra caliza desprendido de la cueva”, subraya Aguado.
Además, la práctica ha llevado a perfeccionarlos. Los primeros que se realizaron en una cueva de la calle San Mateo eran de planta cuadrada, pero finalmente se apostó por hacerles de planta circular, porque estructuralmente funcionan mucho mejor puesto que evitan que las tensiones se concentren en las esquinas. “Hasta hemos inventado un artilugio para construirlos”, destaca José Antonio Aguado.
Desafíos legales y financieros
Sin embargo, la intervención en estas cuevas no solo presenta desafíos técnicos, sino también legales y financieros. La inmensa mayoría de las cuevas no están registradas en el catastro, lo que dificulta la determinación de la propiedad y la asignación de los costes a la hora de hacer las intervenciones. “Pero las cuevas no entienden de propiedades”, advierte Aguado.
Hasta la fecha, el Ayuntamiento de Tomelloso ha invertido más de un millón de euros. “Esta cantidad incluye los convenios y las intervenciones que hemos realizado tanto en las cuevas situadas bajo suelo público como la de la avenida Príncipe Alfonso como en parcelas en las que han colapsado viviendas de particulares donde hemos actuado con carácter subsidiario adelantado el dinero", asegura el alcalde, Javier Navarro, que lamenta la falta de apoyo por parte de la Junta de Comunidades y del Gobierno central.
"Hemos solicitado al Gobierno Central la declaración de Zona Gravemente Afectada por una Emergencia de Protección Civil, lo que antes se conocía como declaración de Zona Catastrófica. Pero en la directora general de Protección Civil en la reunión que mantuvimos nos explicó que actúan cuando ya se ha producido la catástrofe. Pero estamos hablando de un riesgo real y creciente. No podemos esperar a que ocurra otra tragedia para recibir ayuda", subraya el alcalde. Y es que la mayoría de las familias que viven en las zonas afectadas “están en una situación de vulnerabilidad económica y no pueden permitirse costear las reparaciones necesarias para mantener la seguridad de sus viviendas”, insiste.
La radiografía actual de la situación, aunque todavía incompleta, ha llevado al Ayuntamiento de Tomelloso a revisar y actualizar el Plan Territorial de Emergencia Municipal. El actual recoge que el riesgo geológico en el municipio es leve. “Este años vamos a licitar la actualización del Plan para calibrar, con la nueva información, el riesgo geológico”, explica el alcalde.
Pero el problema no sólo se circunscribe a Tomelloso. Tanto José Antonio Aguado como Juan Alonso considera que lo que ocurre en este municipio de La Mancha es “la punta del iceberg” de lo que puede pasar en otros municipios. “Desde Ocaña a Santa Cruz de la Zarza, pasando Villacañas, Argamasilla de Alba o Campo de Criptana existe un problema generalizado que está empezando a dar la cara tras años de abandono de las cuevas”, insisten los expertos de la UCLM que, no obstante, subrayan que ahora al menos existe una fórmula testada de detección del problema y de intervención.
¿Posible recurso turístico?
A pesar de los problemas que presentan las cuevas arenero, el Ayuntamiento ha comenzado a explorar la posibilidad de que, una vez aseguradas, algunas de estas cuevas puedan convertirse en un recurso turístico o cultural. "Ya hemos enseñado algunas cuevas y es impresionante lo que tenemos bajo nuestros pies", afirma Navarro.
Y aunque aún es pronto para plantearlo, el alcalde ve en las cuevas arenero un potencial atractivo turístico a largo plazo. Este proyecto no solo ayudaría a revitalizar el patrimonio de la localidad, sino que también podría generar ingresos para continuar las labores de conservación y estabilización de las cuevas. Sin embargo, antes de pensar en el turismo, la prioridad sigue siendo garantizar la seguridad de los vecinos y evitar nuevos colapsos.