Rendirse no es una opción para Víctor Cobo y su madre, Gregoria Gómez. "Yendo a la par, todo es mejor", aseguran. El primero tenía claro que quería estudiar Administración y Dirección de Empresas (ADE) y su discapacidad -tiene una distrofia muscular de Duchenne- no ha sido un freno. Por ese motivo, ella también decidió matricularse en el mismo grado con la finalidad principal de ayudarle y ahora ambos se han graduado juntos en la Universidad de Castilla-La Mancha. "Lo que ha hecho tiene mucho mérito", añade el joven.
Todo comenzó en 2017. Víctor, natural de Talavera de la Reina (Toledo), acababa de presentarse a la selectividad y siempre le había llamado la atención el mundo de la economía. Gregoria, más conocida como Goyi, se había quedado en el paro a los 50 años tras perder su trabajo como administrativa y estaba dispuesta a acompañar a su hijo a clase para prestarle apoyo en la medida de lo posible, aunque empezar una carrera a estas alturas era algo que ni se le pasaba por la cabeza. Sin embargo, el empujón llegó en unas jornadas de puertas abiertas organizadas por la UCLM.
"La decana que estaba por aquel entonces en la facultad me propuso que me matriculara yo también y me convenció. Hice las pruebas de acceso a la universidad para mayores de 25 años y las aprobé", cuenta. Así, ambos decidieron embarcarse juntos en esta nueva aventura y, a pesar de que para Goyi era "algo raro" compartir aula con chicos de 20 años, admite que se sintió muy acogida.
Un 82 % de discapacidad
Víctor tiene una discapacidad del 82 % y requiere ayuda constantemente. Se mueve en silla de ruedas y tiene las articulaciones muy debilitadas, por lo que necesita una mesa adaptada y le resulta complicado tomar apuntes, algo que ha hecho su madre por él durante estos años. Además, la universidad también se lo ha puesto fácil gracias al Servicio de Apoyo al Estudiante con Discapacidad (SAED). "Tanto los conserjes como los profesores se han portado siempre de manera ejemplar", resalta Goyi.
Los estudios del grado los han llevado al unísono y ambos han sabido encontrar la técnica para que a Víctor le resultara más fácil. "Yo iba haciendo los resúmenes y colocándolos en un atril o en un corcho para que él estudiase", explica la madre, que también consiguió adaptar el sistema para que pudiera seguir repasando mientras estaba en la cama. "Ponía los apuntes en la tele con un USB y cuando estaba tumbado de espaldas los cambiaba de posición para que los pudiera leer a través de un espejo".
Cuando llegaban los exámenes, cada uno se sentaba en un lado y el joven los hacía a través de un ordenador. Además, los profesores intentaban adaptarle el tiempo e incluso se lo duplicaban durante los primeros años. "No tengo queja ninguna en ese aspecto", dice Víctor, que anima a toda la gente con discapacidad a seguir sus pasos. "Merece la pena estudiar. Es bueno tener la mente ocupada y aprender cosas nuevas". Una opinión que también comparte Goyi, muy feliz de haber logrado este reto personal.
"Para mí ha sido más difícil compaginar la carrera con la vida familiar. De hecho, por la noche dormía tres o cuatro horas. A veces me pregunto que para qué he estudiado ya con la edad que tengo, pero ha sido una experiencia que volvería a repetir", señala.
No descartan emprender juntos
Después de cinco años de esfuerzo y sacrificio, madre e hijo se han graduado este año -ella a los 56 y él a los 24- y no descartan hacer algún máster o emprender. "Es complicado que encontremos trabajo. Yo porque tengo que cuidar de Víctor y él porque tendrían que adaptarle el puesto. Así que estamos pensando en montar algo", explica Goyi, que hace unas semanas recibió un reconocimiento de la UCLM a la estudiante del año por su "actitud ejemplar", algo que todavía sigue sin creerse.
"Estabamos en el médico y recibí una felicitación del rector. Decían que me daban un premio por haber alcanzado la excelencia y yo no daba crédito porque mi nota media es un 6,6. Pensaba que no me lo merecía", dice. Sin embargo, para Víctor es un galardón más que merecido. "Estoy muy orgulloso de ella y lo que ha hecho tiene mucho mérito. Al fin y al cabo lo ha sacrificado todo. Yo he hecho lo que cualquier otro estudante de mi edad".
Pero si algo tiene claro Goyi es que el mayor regalo es haber recorrido este camino junto a su hijo y haberle ayudado a conseguir su sueño. "El premio es mío, pero sin él no habría sido posible", asegura. Por ello, ambos subieron de la mano al escenario el pasado 13 de septiembre para recogerlo. "Víctor tenía que estar allí conmigo sí o sí", concluye.