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A Jaime la vida le cambió en un segundo. Con 19 años, había empezado a estudiar un Grado Superior de Formación Profesional y aprovechó el puente de la Virgen de la Luz de 2017 en Cuenca para pasar unos días en la playa de Gandía. Corrió hacia el mar para pasar una ola por debajo cuando ocurrió algo que nunca habría podido imaginar. "Había una duna de arena e impacté, primero con las manos y después con la cabeza. No entendía nada. Estaba muy confuso porque no podía moverme," recuerda.
Jaime es uno de los 28 pacientes que en los últimos cinco años han sido tratados en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo por tetraplejias producidas por malas zambullidas. "Son lesiones traumáticas y perfectamente evitables que se suelen producir en el contexto de un día divertido que al final se convierte en un día de tragedia," explica el doctor Ángel Gil Agudo, jefe del Servicio de Rehabilitación del hospital y portavoz de la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física (SERMEF).
Este año, esta triste temporada se ha inaugurado de una manera más cruel si cabe con el ingreso de un chico de 15 años con una tetraplejia a raíz de un accidente acuático en un pantano. Para evitar esta situaciones, el Hospital Nacional de Parapléjicos, junto a la SERMEF y a la Federación Nacional ASPAYM han puesto en marcha la campaña 'Con cabeza SÍ, de cabeza NO', para concienciar a los bañistas de la importancia de la observación y la prudencia para evitar lesiones medulares.
El perfil de los pacientes que sufren estos daños es el de un hombre joven, que no suele rebasar los 25 o 30 años. "Es algo relativo a la juventud y a los varones que asumen situaciones de mayor riesgo y les lleva a tener accidentes muy graves," reflexiona el doctor Gil.
- ¿Qué tipo de lesiones presentan estas personas?
- Tetraplejias totales o parciales. La cabeza impacta con el fondo o con un objeto contundente, ya sea una piedra o un tronco, y fruto del golpe se produce un movimiento de flexión o extensión brusca del cuello. Esto produce una fractura vertebral que daña la médula de manera total o parcial.
Algo así le ocurrió a Jaime. El fuerte impacto contra la arena le provocó una fractura a nivel de las vértebras C4 y C5. "No sentía absolutamente nada de cuello para abajo. Me sacaron del agua porque no podía moverme ni pedir ayuda y rápidamente me evacuaron al hospital."
Tras una primera operación de urgencia para fijarle una placa, fue trasladado al Hospital Nacional de Parapléjicos, donde comenzó una dura rehabilitación de dos años. "Al principio me dijeron que la tetraplejia era completa y que no volvería a tener sensibilidad de cuello hacia abajo. Por suerte, no fue así y con mucho trabajo comencé a recuperar movilidad".
El "milagro" de volver a estar de pie
Primero fueron los brazos y a partir de los ocho o diez meses las piernas. Así poco a poco se fueron produciendo pequeños avances como sentarse en una silla de ruedas eléctrica con ayuda o utilizar una manual de manera más o menos autónoma hasta que llegó el día del "gran milagro".
"La sensación que sentí cuando volví a ponerme de pie es absolutamente indescriptible. No podía mantenerme erguido ni tener estabilidad como antes del accidente, tampoco aguantar mucho porque después de tanto tiempo sentado o tumbado me mareaba con facilidad, pero fue impresionante," recuerda emocionado.
Para ir derribando barreras, reconoce que además del esfuerzo físico, el componente emocional fue vital. "Tuve la suerte de contar con un hospital como Parapléjicos que tiene un equipo de profesionales de la fisioterapia y la medicina excelente. Pero sin el apoyo de mi familia o mis amigos no lo habría conseguido. Ojalá todo fuese tan fácil como seguir un tratamiento para poder recuperarte de una lesión o una enfermedad, pero no es así. El factor psicológico es muy importante," reflexiona.
En este proceso que para él fue "muy emocionante" también tuvo un papel crucial la Federación Nacional ASPAYM, "una asociación que está a la sombra y que tal vez la gente no conozca, pero que para mí fue un pilar tan importante como mi familia y mis amigos, y que todavía hoy sigue apoyándome de muchas maneras."
Un final "dulce"
Esos dos años de duro trabajo han permitido que ahora mismo Jaime pueda andar con la ayuda de muletas y llevar una vida prácticamente normal. "Me gusta decir que mi historia tiene un final dulce porque he tenido la suerte de experimentar una evolución que otras personas no han podido tener," afirma. Ese progreso le permite valerse "prácticamente solo" con la ayuda de un coche adaptado que le facilita los desplazamientos, aunque reconoce que "hay ciertas cosas que por mucho que quieras hacerlas por ti mismo es como chocarte con una pared y necesitas ayuda."
Durante esa etapa de rehabilitación, a Jaime también se le abrió un nuevo horizonte profesional. Cambió el Grado Superior que estaba cursando por estudios de Fisioterapia en la Facultad de la Universidad de Castilla-La Mancha en Toledo. Con la llegada de la pandemia, se vio obligado tomar la difícil decisión de apartar su carrera para volver a Cuenca y estar cerca de su familia, por lo que emprendió un Grado Superior de Técnico de Laboratorio que ha terminado recientemente. "Ahora tengo que decidir si comienzo a prepararme una oposición o retomo mis estudios," agrega.
Con esta experiencia a la espalda, pide que este verano "lo pensemos dos veces" antes de adoptar cualquier situación de riesgo. "Al final los accidentes existen. En Parapléjicos ves bebés de cinco o seis meses que no han hecho nada para estar ahí. Pero hay situaciones de imprudencia, por hacerte el gracioso un momento, que pueden tener consecuencias fatales para ti y para toda la gente que te quiere," lamenta.
En esta misma línea, el doctor Ángel Gil Agudo reconoce que "pese a no ser un número de casos muy alto, en torno a 8 o 10 personas durante la temporada de verano, llevamos años detectando que la cifra no desciende," con el añadido de "afectar a personas muy jóvenes con lesiones muy graves."
Primeros auxilios
Una vez que el accidente se ha producido, es vital practicar unos primeros auxilios adecuados. Lo más urgente es evitar el ahogamiento del afectado, que en muchos casos puede tener mermadas sus facultades a consecuencia del golpe. A partir de entonces, hay que tener sangre fría, colocarlo en una superficie estable y llamar a los servicios de emergencia.
"En una situación de tanta tensión, movidos por las ganas de ayudar y por la zozobra, podemos caer en el error de coger rápidamente el coche y evacuar al paciente," apunta el doctor Gil quien avisa de que en una maniobra así "se pueden producir movilizaciones del cuello que ante lesiones que eran incompletas se vuelven completas por un mal transporte y con consecuencias irreversibles."
Situaciones que en cualquier caso son evitables para que un día de diversión no acabe truncando una vida.