Hay un runrún en la izquierda española, más allá de Podemos, que se está cansando de Pedro Sánchez. La “traición” del Sáhara ha colmado el vaso de la paciencia y ha roto los esquemas de tantos socialistas de buena fe que se lo creyeron. No es que a mí me moleste, justo al contrario, pero sí me extraña tanto retraso en caerse del guindo, con lo que llueve en la Moncloa desde que se ha instalado el sanchismo, ese gran artefacto del poder por el poder al precio que sea. Así que bienvenidos al club de la melancolía todos los nuevos amiguitos, incluida Yolanda Díaz, la vice de lo que sea, que se ha puesto muy farruquita con Sánchez pero que no se va del Gobierno y la moqueta y la pela y el coche oficial. Todo es impostura y posverdad, o sea mentira envuelta en el argumentario de un gobierno que se va desconchabillando y tiene ya a medio mundo de protesta en la calle. Que se lo digan a nuestro Pedro Barato, el manchego que subleva con toda razón al campo español.
El último cabreo notorio de la parte izquierda del tablero llega de la gran María Rozalén, mi albaceteña favorita, que se ha puesto muy seria con el vuelco saharaui de Sánchez, histórico y sin explicar, y ha publicado su foto en las redes sociales con una camiseta reivindicativa de libertad para el Sáhara, el “pueblo abandonado”, y cuatro palabras tremendamente significativas y poderosas: “Últimamente no comprendo nada”. Yo tampoco, incluso le puedo quitar el “últimamente”. A Rozalén se la ve muy mosqueada en una foto que lleva miles y miles de likes y está recibiendo muchos apoyos, como debe ser. Aparte de cantar y componer maravillosamente, que yo soy una encandilada total, Rozalén siempre está en lo social y se moja, y a mí eso me parece muy bien. Te queremos, hermosa. Y ahora es cuando echo de menos las opiniones, un suponer, del presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, y de su antecesor, el superbueno de Pepe Bono, que andan sin encontrarse. No me gustan cuando callan porque están como ausentes, que diría el otro. Y tal.
Y mira que les vuelve locos largar. Pero en fin. Mi completo entusiasmo por un alcalde socialista de Castilla-La Mancha, en coalición podemita, por la que ha liado en su pueblo, Cabanillas del Campo, al defender un campo de golf contra una planta solar. Toma ya, con un par: que venga un murciano y lo vea. El chico se llama José García Salinas y ha lanzado su arsenal administrativo a favor de la pelotita y en contra del sol. Eso es romper clichés de la izquierda y no lo del dúo Sánchez-Yolanda, así que yo me rindo a los pies de García Salinas y sus socios de la izquierda golfista. Por lo raros y eso. Hay fantasmas que asustan menos que Pablo Iglesias “el full” en sus días de vinos y rosas, que ya pasaron, ojalá para siempre, glup!
Quien se va poniendo poco a poco de moda, y a mí que me encanta, es Talavera con su alcaldesa, Tita García, que últimamente no deja de recibir buenas noticias, incluso de las mejores posibles, García-Page mediante. El presidente de la Junta le tiene una querencia especial a su alcaldesa favorita y se ve que anima todo lo que puede la fiesta, a ver si los talaveranos vamos levantando cabeza. Nos contemplan muchos años de indiferencia invisible. El caso es que Tita está feliz y Talavera en racha. Sólo en la última semana tres buenas noticias: el proyecto de los mil millones de Meta (espectacular), el creciente prestigio del chef Carlos Maldonado, que ha diseñado un menú solidario para Ucrania (maravilloso) y la llegada a Venecia de la cerámica talaverana, Patrimonio de la Humanidad, con una increíble pieza de los chicos del Centro Cerámico, Ana Fernández Pecci, Juan Carlos Albarrán y Ramón González, que están que se salen (precioso). El futuro no está escrito, pero ojalá pegue un cambio de rumbo que sea para bien. Estoy dispuesta a lo que haga falta, lo juro por Mark Zuckerberg.