¿Qué "mentira" publicaría Gregorio Marañón para evitar lo que se avecina?
El Rey hizo el pasado lunes una defensa de la prensa libre, próspera y de alta calidad. «Necesitamos grandes periódicos», afirmó. Don Felipe se expresó así en la Casa de ABC, donde presidió con la Reina la 98 edición de los premios Cavia.
Los premiados fueron Gregorio Marañón y Bertrán de Lis (Mariano de Cavia) por el artículo «La desmemoria que no cesa» publicado en El País; la presidenta-editora del «Heraldo de Aragón», Pilar de Yarza Mompeón (Luca de Tena), por encarnar la continuidad de un esfuerzo editorial que ya va por la quinta generación de su familia, y el fotoperiodista Jesús Fernández Salvadores (Mingote) por la fotografía «El infierno provocado», publicada en el «Diario de León». «Un intelectual madrileño, una editora aragonesa y un fotógrafo leonés» que, según el Rey, son «buenos ejemplos de personas que, de verdad, construyen cada día un formidable país, que es el nuestro, España».
Una vez más se ha reconocido la labor del "toledano" Gregorio Marañón, esta vez en una faceta menos habitual en su actividad diaria, la de escritor.
Recogido de ABC y dado su interés y actualidad, ofrecemos íntegro el discurso que pronunció Marañón tras recibir tan prestigioso galardón:
"Tomo la palabra para expresar el profundo agradecimiento y la emoción grande que siento por la concesión del Premio Mariano de Cavia. Se trata, sin duda, del premio más relevante del periodismo español: por llevar el nombre de aquel ilustre periodista y escritor, por su casi centenaria andadura y por el prestigio de los premiados que me han precedido. Gracias, de corazón, al Jurado que ha tenido a bien concedérmelo, a ABC, y a Vocento por respetar y respaldar la tradición de estos premios que hoy nos convocan. También quiero destacar el gesto liberal, y como liberal, ejemplar, que ha tenido ABC al premiarme un artículo publicado en El País.
Deseo ahora recordar, a modo de homenaje, a Torcuato Luca de Tena, admirable fundador de esta Casa y de este Premio, y a sus sucesores Juan Ignacio, Torcuato, Guillermo y Catalina Luca de Tena, que con tanto acierto han sabido mantener y acrecentar aquel fecundo impulso fundacional. La historia de los míos no se entiende sin los amistosos vínculos trenzados con los Luca de Tena, generación tras generación, desde la fraternal relación que unió a Don Torcuato y a mi bisabuelo Miguel Moya, pese a ser competidores e ideológicamente contrarios.
Permitidme ahora que retroceda en el tiempo.
En noviembre de 1891, Miguel Moya, director de «El Liberal», encarga a su colaborador y amigo Mariano de Cavia que realice reportajes sobre temas de actualidad, con el fin de que, con sus grandes dotes de escritor, convierta las noticias más sensacionalistas en obras maestras. Y es así cómo Cavia protagoniza, en su estreno como reportero, una espectacular y original denuncia de las insuficientes medidas de seguridad que tenía el Museo del Prado. En efecto, el 25 de noviembre, los repartidores de «El Liberal» vocearon por las calles de Madrid una terrible noticia: «La catástrofe de anoche. España está de luto. Incendio en el Museo del Prado». La farsa acababa en el último párrafo del reportaje, en el que el periodista desvelaba la verdad: «Creo que para ser esta la primera vez que ejerzo de reportero no lo hago del todo mal. Ahí va, en brevísimo extracto, la reseña de los tristes sucesos que pueden ocurrir el día menos pensado». Al día siguiente Cavia firmaba otra crónica bajo el título: «¿Por qué he incendiado el Museo del Prado?», en la que se justificaba: «Ayer hubo gentes que lloraron por lo que tiene facilísimo remedio. ¿No es esto mejor y más sano para la patria que llorar por lo irremediable? Hemos inventado una catástrofe para evitarla».
Al conocer lo que acabo de relatar, imaginé, por un momento, que yo era un periodista recién contratado por ABC, y que recibía el encargo de Bieito Rubido, su excelente director, de escribir una primera crónica emulando al insigne periodista que da nombre a nuestro Premio. ¿Cuál sería la catástrofe fingida que yo inventaría para evitar que sucediera? Tendría un carácter político dada la magnitud de los problemas de esta índole que nos plantea la hora actual.
La monarquía recuperó la democracia, propició la reconciliación de las dos Españas, logró nuestra integración en Europa y transformó nuestra economía en una de las más prósperas del mundo. El consenso entre los diferentes partidos políticos hizo posible ese milagro. Pero, cuatro décadas después, Europa se resquebraja, y el deterioro de nuestra situación política parece imparable si no se recupera el consenso perdido.
El mejor ejemplo de lo que nos sucede lo representa la cuestión catalana, entre las mentiras y los aciertos tácticos de los independentistas y la inoperancia y los errores tácticos de los gobiernos centrales. Consecuentemente, le dedicaría mi crónica, titulándola: «La Unión Europea reconoce a los secesionistas», con el propósito, claro está, de evitar que lleguemos a ese punto sin retorno. Tengo el convencimiento de que los principales partidos, o al menos los partidos constitucionalistas, deben restablecer sus puentes de diálogo, recuperar la tradición del pacto, incluyendo posibles coaliciones de gobierno, y asumir que no es hora de sacar ventaja a corto plazo los unos de los otros, mientras se descalifican todos a todos, sino de encontrar juntos las soluciones que precisan con urgencia España y su democracia. Solamente así se evitará una catástrofe que tendría consecuencias mucho más graves que las que Mariano de Cavia quiso impedir con su crónica incendiaria.
Termino expresándoles mi enhorabuena a Pilar de Yarza y a Jesús Fernández. Por mi parte, nunca podré olvidar la inesperada llamada de mi querido Darío Villanueva como presidente del Jurado, para comunicarme la concesión del Premio Mariano de Cavia, ni, por supuesto, el acto de esta noche presidido por nuestros Reyes. Son recuerdos que permanecerán siempre en la memoria de mi corazón, que, como escribió Albert Camus, es la más segura.
Muchas gracias".