Con gran estruendo de pitos y abucheos de la afición contra la autoridad competente, el usía Urtasun ha devuelto a los corrales el Premio Nacional de Tauromaquia. Un galardón que comenzó a otorgarse en España en 2013 tras el traspaso de competencias en materia de fomento y protección de la tauromaquia del Ministerio del Interior al de Cultura, con Ángeles González Sinde como ministra socialista de Cultura.
La autoridad competente encargada de sacar el pañuelo verde al premio ha sido el Ministro de Cultura, Ernest Urtasun Doménech, de Sumar, vía Boletín Oficial del Estado. Urtasun alega en su determinación que "la realidad social y cultural actual evidencian que determinadas actividades ligadas a la tauromaquia o elementos concretos de las mismas son rechazadas por amplios sectores de la sociedad". Una contestación ciudadana que Urtasun cifra en un 90 % en base a las particulares pesquisas del Ministerio, que traslada así el porcentaje de las 3.268 personas físicas que votaron para la supresión del premio en toda España entre el 4 y 18 de mayo pasado.
Un rechazo social que también desmiente la patronal de empresarios taurinos (ANOET), con un balance estadístico a mitad de temporada superior al 7,25 % de festejos con respecto a 2023 y un 3,95 % con relación a 2022. Datos que confirman la buena salud de la fiesta y su implantación en la sociedad española con cerca de 6,5 millones de espectadores en plazas de toros durante el pasado año, sin contemplar la tauromaquia popular en las calles, y un impacto económico superior a los 1.600 millones de euros.
La eliminación del Premio Nacional de Tauromaquia por parte del representante de SUMAR en el Gobierno de Pedro Sánchez, es una decisión sectaria que impone la censura sin otro argumento ni fundamento que el puramente ideológico. Ante tamaño desatino el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, claro defensor de la Fiesta Nacional, tomó la alternativa hace tiempo de no permanecer impasible ante la cancelación del reconocimiento. Una torpeza que el Gobierno regional en palabras de su vicepresidente, José Luis Martínez Guijarro, se muestra dispuesto a colaborar y a coger el toro por los cuernos para "corregir un error que no debería haber cometido el Gobierno de España". En efecto, pues mientras los de Sánchez se abstuvieron en el Senado por suprimir el galardón, meses después votaron por su rescisión en el Congreso, en otro ejemplo inequívoco de que los socialistas son maestros en torear a sus votantes.
Una contribución para la restauración del premio a la que, además de Castilla-La Mancha, se suman otras comunidades autónomas dispuestas, junto a la Fundación Toro de Lidia, a promocionar un galardón nacional de tauromaquia. Instituciones, todas ellas, que consideran que la lidia no es una lucha, sino una costumbre coreográfica que hacen de toro y torero un propósito indisoluble. No olvide el usía Urtasun que somos lo que somos, y eso no lo va a cambiar ningún ministro.