Cuando en este país las tres primeras empresas con más despidos son CaixaBank, Santander y BBVA, y un sector bancario anunciando recortes de más de 18.000 puestos de trabajo a través de los ERE que hay planteados hasta este momento –además de otros 100.000 empleos perdidos y el cierre de 23.170 oficinas desde 2008 y hasta 2020, según el Banco de España- una pequeña cooperativa de crédito en Castilla-La Mancha sigue espléndidamente arraigada al territorio que la vio nacer hace sesenta años y con magníficos resultados: Caja Rural de Villamalea.
Constituida inicialmente como sección de crédito de la cooperativa agrícola local San Antonio Abad, esta pequeña caja rural se ha convertido en un ejemplo inequívoco de entidad financiera solvente, rentable y bien gestionada al servicio del sector agropecuario en la comarca de La Manchuela albacetense. Una cooperativa de crédito con un volumen de negocio superior a los cien millones de euros que en su día rechazó su integración con otras entidades del sector de mayor dimensión, y que actualmente opera bajo el paraguas organizativo de la Asociación Española de Cajas Rurales.
Caja Rural de Villamalea, que la pasada semana inauguró nuevas oficinas, se ha convertido a través de los años de funcionamiento en el motor imprescindible para la vertebración del territorio y el desarrollo económico y social de la población e industria de su entorno más próximo. Una entidad de referencia alejada del estropicio de personas y oficinas por el que atraviesa el sector bancario en estos momentos. Una trayectoria que viene a demostrar con datos que su modelo de negocio es bien distinto y distante del que hoy tanto predican. Una caja que facilita a sus socios y clientes todos los servicios que precisan, y sus prestaciones financieras son cada vez más apreciadas. Una misión casi imposible en la actualidad para tantos ciudadanos en diversos territorios de Castilla-La Mancha que sufren una exclusión financiera sin precedentes.
Una concentración que puede ser salvada en parte gracias a cooperativas de crédito como Caja Rural de Villamalea, solventes y cercanas, con un patrón de negocio muy vinculado a poblaciones más pequeñas y regiones menos pobladas. Un colectivo de cajas rurales que goza de buena salud, que ha cerrado un mejor año que el resto de organizaciones bancarias sin necesidad de traspasar sus activos tóxicos a Sareb, recibir ayudas públicas, ni tan siquiera precisar ser adquiridas por nadie.