ANTISANCHISTA EN SOLEDAD. Emiliano García-Page habla claro y nosotros debemos serlo también. El presidente de Castilla-La Mancha es un antisanchista de libro. Se le puede reprochar, como insiste el PP, que es un hombre de mucha palabra pero ninguna acción, pero es innegable su frente de resistencia total ante Pedro Sánchez y contra el nivel de descomposición moral al que la Moncloa ha llevado al PSOE. Page es el último mohicano que le queda en activo a la socialdemocracia en España y el solitario muro de dignidad frente a la genuflexión a los separatistas que aún mantiene en pie a su partido. Sánchez levanta muros de ruptura entre los españoles, pero Page los quiere tirar abajo y declara sus principios constitucionales todos los días: unidad, igualdad y solidaridad. Contra la esencia separatista, resumida en el eje “independencia, pasta y privilegios”, Page proclama lo que el presidente del Gobierno ni quiere ni puede, y eso le ha convertido ya en la única referencia a la que podrán recurrir, si acaso, los socialistas que aún quedan a este lado de la frontera.
LA ESPAÑA DE LA IGUALDAD ES LA QUE GANA ELECCIONES. Page lleva meses, no sé si años, presumiendo de tres méritos de los que se siente orgulloso. Pueden ser discutibles, pero los pone con frecuencia sobre la mesa: buena gestión en Castilla-La Mancha, mayoría absoluta ganada con el esfuerzo de tener un discurso propio armado en las factorías del sentido común y haber sido capaz de identificar su figura política con la sociedad a la que gobierna. Por encima ya de José Bono, Page es el político que más se parece a Castilla-La Mancha y su mérito está, no sólo en la gestión directa (mejor o peor) de los servicios públicos, sino en la virtud de la tercera España, que es la España de todos, sin frentismos ni cordones sanitarios, y con las ideas muy claras de los senderos por los que hay que moverse y las líneas rojas que nunca deben sobrepasarse, al contrario que Sánchez, que todas las ha vulnerado ya. No es una casualidad que Page sea el único barón autonómico del PSOE con mayoría absoluta y que, frente a un sanchismo en decadencia (al menos moral y, previsiblemente, también electoral), tenga un amplio reconocimiento mayoritario en su tierra con un discurso que todos los días habla de España: “Voy a luchar -ha dicho este mismo lunes- por una España que sea de todos, me cueste lo que me cueste”.
LA TRANQUILIDAD DE TENER LA CARRERA HECHA. Y lo que le puede costar, tal vez (o tal vez no), es su propia carrera política, aunque, en todo caso y siempre con las prevenciones de la imposible hermenéutica de un político tan sagaz, no parece que a estas alturas, 55 y subiendo, vaya a sentirse muy preocupado por jubilarse de la primera fila política antes de tiempo. A Page se le ve tranquilo y en calma, con la carrera hecha, y el horizonte de cruzar la M-30 un poco a trasmano. Como que puede darle lo mismo. “Sánchez tiene más carrera política por delante que yo, sobre todo porque es más joven”, le dijo hace muy poco a Carlos Alsina, y ese horizonte le deja mirar las nubes pasar sin la ansiedad de cuál será el próximo paso a nivel ni las prisas de llegar a una posición que mayoritariamente ya está conseguida en sus ambiciones. El presidente castellano-manchego ha dicho frecuentemente en privado y más raramente en público (aunque también) que ha intentado en más de una ocasión dejar la política… aunque otra cosa es que la política quiera dejarle a él. Intuyo, a lo mejor con error, que Page es el contador de nubes que quiso ser Zapatero, pero con inteligencia y estilo. Aquí temo mucho estar equivocándome y rebajar sobremanera las ambiciones de Page, aunque me está dando pereza cargarme la frase. Lo que no termino de entender es por qué no hace saltar el tablero por los aires de una vez por todas, pero eso seguramente es sólo una insuficiencia interpretativa que tengo.
Y EL FUTURO HIPOTÉTICO. Así que en este escenario inventado, o no, hablar de lo que pueda pasar mañana por la mañana en el ruedo nacional y que Page salga corriendo a Ferraz es un futurible tan complejo y enmarañado, y depende de tantos factores, que cualquier cábala no será más que periodismo-ficción en un escenario político donde nada es lo que parece y cada segundo salta una nueva chispa que apaga la anterior. La ventaja del líder de los socialistas castellano-manchegos estriba en la serenidad del pensar con sosiego y contemplar el escenario como se mira el mar desde la arena dorada. Después ya pasará lo que tenga que pasar. Que en todo caso no será mucho. Si cae Sánchez, ya caerá. Y si no, también, o sea.