A lo largo de este mes de noviembre y desde el día 25N, Día Internacional de la Violencia de Género estoy llevando a cabo, a título personal y como representante de AFAMMER en la provincia de Cuenca, una serie de acciones de activismo para visibilizar el principio de la igualdad entre mujeres y hombres en los diferentes ámbitos de participación. La Igualdad de Género, además de ser un Derecho Humano fundamental, es imprescindible para lograr sociedades que vivan en paz, de personas con pleno potencial solidario y capaces de desarrollarse de forma sostenible. Tanto la igualdad como la erradicación de la Violencia contra las mujeres y niñas está por encima de cualquier ideología política y como tal, se debe tratar dentro de un marco de transversalidad que beneficie al conjunto de la sociedad. Además, está demostrado que el empoderamiento de las mujeres estimula la productividad y el crecimiento económico. Y eso, precisamente, el objetivo del desarrollo de las oportunidades de empleo y emprendimiento a través de diferentes acciones dinamizadoras es uno de los que hemos planteado desde el Reto Demográfico de AFAMMER para la provincia de Cuenca, en colaboración con la Red de Pueblos Proactivos.
El mismo día 25N por la mañana asistí a la actividad educativa y didáctica dirigida a la infancia y organizada por Comando Violeta en Cuenca. Posteriormente tomé la palabra para dar lectura de los principales puntos del Manifiesto de AFAMMER en la Plaza de la Hispanidad y con ello defender los Derechos de las Mujeres Rurales que han pasado por la difícil situación de la Violencia de Género, especialmente de aquellas más vulnerables y que viven en los municipios más pequeños.
Y haciendo referencia a la palabra, y honrando a todas aquellas que en algún momento de su vida se les ha silenciado la voz y la participación en cualquier contexto, quiero abogar por el poder de la palabra y por utilizarlo para modificar su uso sexista lingüístico, buscando en ella su poder unificador, reforzando la idea de que la discriminación lingüística no está en la lengua, sino en el uso que hacemos de ella. Les pongo un ejemplo clarificador y unificador en el que podríamos usar las palabras "zorra" y "zorro", además de como animal, ya que de todos es sabido que un hombre zorro tiene la acepción de astuto y una mujer zorra, la de prostituta. ¿Por qué no llamar a las cosas por su nombre?
Abogo por el uso de "zorra" y "zorro" en su acepción unificadora común: "Persona que afecta simpleza e insulsez, especialmente por no trabajar, y hace tarda y pesadamente las cosas", le daríamos un matiz competencial que invitaría incluso al desarrollo de la persona ya que estamos en el Año Europeo de las Competencias que busca impulsar la competitividad, la participación y el talento. Es indispensable para la sociedad, tomar conciencia de todo aquello que afecta al silencio y a la palabra, porque hay silencios que matan y palabras que es preciso resignificar y por pequeño que parezca, genera división y supone un estancamiento en el avance de los Derechos Humanos que se dirigen hacia la unidad y la integridad de la persona y no hacia la lucha de sexos. La conciencia competencial es necesaria para el desarrollo de personas, territorios y sociedades, también las acciones educativas de igualdad de género que rompen estereotipos, el uso adecuado de la lengua y la voz de las mujeres, que debe mantenerse viva, para que ellas no mueran.