Ni sí ni no, ni dulce ni salado, ni blanco ni negro. ¡Vamos que se denomina tibieza total! Expresión de pueblo que, al margen de encantarme, viene a colación con lo que deseo referir. Porque esta tibieza es la que sentimos muchos, en numerosos extremos que vivimos, salvo en uno, en el calor de justicia que estamos pasando.
Y es que mojarse hasta la cintura es cosa de valientes, y para eso uno debe tener el corazón asegurado a todo riesgo. De lo contrario, la tibieza es la mejor opción. Y eso es lo que deberíamos pedirles a nuestros representantes políticos, que dejen de ser enigmáticos, tibios y negacionistas de la continuidad de lo bien hecho.
Se acerca el famoso 23 de julio, fecha en la que parece acabarse el mundo si ganan unos o el cataclismo si pierden otros. Pero lo cierto y verdad es que en democracia ganamos todos y que no falte.
Aunque hemos de tener presente que se echan en falta compromisos de continuidad de lo bien hecho, porque hay muchas cosas bien hechas que no deberían tirarse a la basura. Y ese nivel de conciencia y de ahorro me gustaría escuchárselo a los políticos, a todos... Porque parece que, con la silla aun caliente, todo está mal hecho y hay que arrasar con todo para construir de nuevo. Situación de facto que también vale para todas las relaciones humanas. Ya que, aunque no somos imprescindibles, sí que es verdad que todas las personas poseemos y aportamos un toque de diferencia y aquello que nos es plenamente genuino.
Reconocer lo que los demás hacen bien parece causar a mucha gente grave trastorno, y digo trastorno ya que no hallo otra forma de explicar por qué les cuesta tanto dar el paso. Pero no sólo les cuesta mostrarse de acuerdo, sino también dar las gracias. No seamos uno de ellos, mejoremos en este aspecto. Aprender a dar las gracias por el esfuerzo, reconocer el buen trabajo de los demás, no sólo hace la vida más agradable, si no que nos convierte en mejores personas, y para colmo estas cosas con el tiempo se vuelven recíprocas.
Pues sí señores, que en todos los colores se hacen cosas buenas, y en todas las casas cuecen habas y por desgracia no en todas ellas se vive igual.
La continuidad o discontinuidad en los trabajos realizados por otros, no conlleva que no seamos capaces de ver lo bien hecho, que no lo hagamos perdurar. Por eso y por la incertidumbre que la población tenemos metida en los cuerpos, pidamos a nuestros futuros representantes políticos, que analicen con verdad y objetividad lo bien hecho, tanto si continúan como si se produce un cambio, que no vivan en la tibieza de un “ni confirmo ni desmiento” y se lancen al barro de la realidad y verdad.