Que nadie se lleve a engaño. Estamos siendo gobernados en España por el mayor prestidigitador de nuestra historia democrática.
¿Por qué habríamos de estar hablando de la crisis del gas, de los problemas reales de la empresa privada para lograr su subsistencia –ya ni hablamos de la reducción drástica de sus beneficios por el encarecimiento de suministros y materias primas de los últimos tiempos-, del empobrecimiento de las clases media y trabajadora debido a la hiperinflación o de la amenaza de una larga y profunda recesión, si ahora lo que presta es hablar de llevar -o no- corbata para ahorrar energía...?
¿De veras piensa el Gobierno que esta especie de anestesia en la que parece sumido el pueblo llano entre caña y caña en el bar del barrio, la abrasadora arena de la playa bajo los pies mientras caminamos hacia la toalla, las colas para embarcar nuestro equipaje o los macro festivales con el cartel de aforo completo, son suficientes para seguir dando una patada para delante como si aquí paz y después gloria?
Por muchos esfuerzos que el presidente de nuestra Nación ponga en Europa para vender su imagen asociada a la de un gran estadista, lo cierto es que el pueblo no es estúpido. Tampoco creo que lo sean los dirigentes europeos. Porque más allá de que todos intentemos dejarnos llevar por el mindfulness, vivenciar el hedonismo más inmediato y practicar el carpe diem para olvidar la impronta que nos ha dejado la COVID, el poso sobre la pésima y nefasta gestión gubernamental es amargo como la hiel.
En lo económico, las medidas son efectistas, pero improvisadas y de ningún calado. De nada ha servido la reducción de los 20 céntimos en el litro de combustible o la ingeniería que se ha intentado aplicar para dar respuesta al atraco en la factura de la luz.
Las previsiones de crecimiento de los supuestos expertos con los que cuenta el Ejecutivo nacional no dan una en el clavo. No es opinión de cosecha propia, sino el extracto de lo informado absolutamente por todos los organismos internacionales.
Los Presupuestos Generales resultan los más expansivos de toda la Historia. No tiene ninguna lógica agarrarse a que en Bruselas se ha suspendido la regla fiscal hasta 2024 (en román paladino: gastar como si no hubiera un mañana), porque para hacer frente a los compromisos de hoy, estamos endeudando a los hijos de nuestros hijos. Personalmente, en mi casa, no lo haría, por mucho que la vecina del quinto piso me animara a hacerlo.
En lo social, todos los días nos levantamos con un nuevo mantra. El relato del Gobierno se acomoda a todo aquello que huele mínimamente a que se está del lado del "más débil" para conseguir la ya manida impresión de crear cierta "justicia social". Aunque no hay nada más injusto que negar a un ciudadano la libertad para que se desarrolle por sí mismo. Sin ataduras, sin dogmas, sin cortapisas, sin prejuicios. Este bipartito sentado en el Consejo de Ministros no puede ser más reacio a la libertad: si no piensas igual que ellos, es que estás en contra (o eres fascista y para mayor inri, de derechas).
En lo político, se tapa un escándalo con otro de mayor magnitud. La población ya ha perdido la cuenta (aunque no la memoria: ahí están los resultados electorales comicios tras comicios). Falta de transparencia cuando se pregunta por el sobreuso del Falcon, por el rescate con los 53 millones de euros a la venezolana Plus Ultra, por la supuesta reunión a escondidas del malogrado Ábalos con la vicepresidenta de ese país, por el Comité de expertos en Sanidad que nunca ha sido tal, por la inexistente cifra real de muertos por la COVID, por los indultos a quebrantadores en firme de la Ley, por las concesiones a separatistas catalanes en materia de adoctrinamiento en las aulas, por los desvaríos e irresponsabilidad en materia de política internacional, por los ataques velados a la soberanía de la Corona, por caer en los brazos de BILDU para reescribir e imponer su versión de la historia de España, por exigir ingentes esfuerzos a la ciudadanía sin un ápice de responsabilidad para recortar su mastodóntica estructura política, por la imprudencia de permitir mantener al frente de la cartera de Consumo a un cuasi enemigo del sector ganadero español, por la más que teórica e imposible en la práctica transición ecológica que nos hace dependientes energéticamente de terceros países y nos sitúa con el agua al cuello, o la última afrenta a los españoles, por salir en bandada a poner en cuestión una sentencia del Supremo a varios dirigentes socialistas por haber prevaricado y malversado casi 700 millones de euros del fondo de reptiles sin haberlo destinado a sus legítimos perceptores, los miles de parados andaluces.
Ahora bien, sigamos hablando de llevar –o no- corbata... que esto es lo verdaderamente importante y, así, no tiramos de hemeroteca reciente.
Susana Hernández del Mazo es concejala no adscrita en el Ayuntamiento de Talavera de la Reina (Toledo).