La corbata no hace al monje
Vamos a ver, hombre de Dios, que en este caso es un decir, si hay que poner restricciones al consumo energético o de gas, impuesto por Europa, aunque no se quiera reconocer, bajando el rabo a la altura de los tobillos, después de haber sido erguido a la cresta del gallo, hágalo, pero intentar enmascararlo con un ejemplo muy poco afortunado, o esa es mi opinión, sólo induce a mofa y chistes, poca credibilidad, poca empatía con la ciudadanía de a pie, incluso con medias verdades, a la insumisión, pero no porque no sea necesario, porque se ha metido la pata desde el primer momento con un órdago de sublevación previa a lo dictaminado por la Unión Europea y que no se ha querido asumir, el error, que sí las restricciones.
Me pregunto quién usa corbata en su puesto de trabajo. Desde luego el campesino a lo sumo sombrero de paja, el docente más quisiera que quitarse la corbata que nunca ha usado, con tal que en su aula los grados en verano a veintisiete hubiesen llegado, ya que en invierno si hicieran uso de la corbata, pasaría de incógnito, pues usan bufanda. Qué decir de aquellos que bajo el sol, sólo un pañuelo anudado tienen como protección, y que la corbata, estando la camisa desabrochada no les apretaría en su garganta más que la inflación disparada.
En todo caso, es la explicación y justificación lo que hace al ciudadano creer en imposición, y no el chiste o mal ejemplo usado, quizás sin mala intención, pero que ciertamente no causa sumisión salvo rebelión.
Los ciudadanos, los que no pueden llegar a fin de mes porque la cesta de la compra les es prohibitiva, los que llevan años trabajando en camiseta, o sin ella, o detrás de una caja automática, en servicios terciarios, y un largo etcétera, habrán entendido o no su mensaje, pero desde luego parecer, parece frívolo y ajeno a la realidad de millones de españoles.
Con esto no digo que en el fondo se tenga razón, ni por supuesto llamar a la insumisión o rebelión, pero por favor, la próxima vez que tengamos que aplicar restricciones por obligación, absténgase de clichés y ejemplos que sólo a una parte muy minoritaria, diputados, senadores, altas esferas, banqueros y algún empresario de alta remuneración, les es de aplicación.
El pueblo, el que no usa corbata, entiende mejor una explicación que un chiste sin ton ni son, que sólo en un círculo muy cerrado tiene justificación y que para ellos dichos ejemplos ajenos les son.
Por cierto, si a los fabricantes de corbata les habrá hecho poca gracia, imagínense a aquellos que se dedican a fabricar gemelos y pisacorbatas.
La corbata desde luego no hace al monje, pero es que ni el monje ni el pueblo suelen usar corbatas.