Los mayos de Cuenca
Era mayo de 2005 y se acercaba mi primer año de haber llegado a Cuenca, entonces vivía en la calle Colón. Anocheciendo oí unos cantos que me trasladaron a tiempos pasados cuando los detalles comunes y valiosos daban sentido a la vida: -La ronda a decirte que el mayo llegó/ ya suena el laúd, bajo tu balcón…
Para mi sorpresa, cuando me asomé al balcón vi a un grupo de jóvenes ataviados con vestimentas, que me parecieron medievales y cantaban acompañados de guitarras, laudes y bandurrias. Algunas personas los rodeaban y otros se iban incorporando a sus cantos. Fue instantáneo mi enamoramiento por esa música, ingenua, fresca y pegadiza. Como podrán suponer, queridos lectores, quise saber qué estaba pasando.
-¡Son los Mayos!- me dijeron.
Esta tradición es una celebración muy extendida por la ciudad y pueblos de la provincia de Cuenca. Se cuenta que sus orígenes proceden de la antigua civilización céltica y el “Mayo de Cuenca” se remonta a 1507 cuando se cantaba a la maya, que en el folclor español se denomina así a un personaje, casi siempre una niña o joven ataviada con una corona u otros adornos que se sienta en altares improvisados o que canta y danza.
Afortunadamente en Cuenca no se ha perdido el canto de los mayos, tradición que se trasmite de generación en generación y tiene siempre una dedicatoria, muchas veces es para una mujer: la maya, otros se dedican a la Virgen, a las Patronas de la ciudad. Frecuentemente a estos cantos se incorporan pasodobles, folias y alguna jotilla como esa tan graciosa que dice: Tres cositas tiene Cuenca/ que no las tiene Madrid/ los mayos y la vaquilla/ y ver la turba salir.
Repasando la bibliografía encontré que nuestro amigo Antonio Rodríguez en “Cuenca en el recuerdo” evoca un acontecimiento que sucedió el lunes 31 de mayo de 1954, año santo mariano por cierto: “La ciudad se inundó de varios miles de paisanos de la provincia el último día de mayo, que llenaron la calles, con jóvenes ataviados con trajes regionales, rondallas y grupos de danzantes dando una nota de color de forma indeleble se grabó en quienes lo presenciamos. Recuerdo ver desde el balcón de mi casa en la calle Alfonso VIII la procesión de la imagen con la Virgen de la Luz, patrona y alcaldesa de la ciudad, que desde su santuario ascendía en hombros de los conquenses hasta la puerta de la Catedral llamada San Lorenzo, que se corresponde con la nave llamada San Cristóbal… En la puerta de la Catedral se situaron el obispo y clero y en la tribuna especial las autoridades, con un lugar acotado para las rondallas y carrozas, que con cruces de flores participaron el desfile.”
Ese día de 1954 fue noticia en el principal periódico impreso en toda la provincia de Cuenca: Ofensiva. En él se podía leer que más de quince mil personas acudieron a la Plaza Mayor al Concurso de Rondallas, Danzas y Coros, con el canto del mayo grupal a la Virgen de la Luz. Ese certamen lo auspició la emisora de radio dirigida por Enrique de la Hoz y en él participaron doce grupos. Fue un acontecimiento en aquel entonces en que Cuenca contaba con unos veinticinco mil habitantes, haber reunido a quince mil personas en La Plaza Mayor.
A través de mi tiempo en Cuenca he escuchado “los mayos” una veces en las calles, otras en plazas, teatros o casas de amigos. Nunca me he sentido defraudada, porque cada agrupación le da una personalidad especial a su interpretación, sin perder la esencia que los hace únicos. Y ese día final del cántico general de mayos y canciones de ronda a la Virgen de la Luz en su parroquia de San Antón, ha sido una experiencia especial para mí por muchos años.
Todos sabemos que un día el mundo se paralizó y los mayos no hicieron rondas durante dos largos años. Felizmente este mes hemos vuelto a disfrutar de ese cante que se vive con franca devoción y sincero cariño. Es por ello que quiero rendirle homenaje a una tradición hermosa que no debemos dejar que languidezca; porque es representativa de Cuenca, de su historia. Es parte de la memoria de un pueblo que tiene un alma para compartir.
Grisel Parera. Escritora
Este artículo ha sido publicado originalmente en LA OPONIÓN DE CUENCA