El Nobel de física, Michel Mayor, dice que no existe lugar para Dios en el universo. Mayor estudia los exoplanetas, que están a millones de años luz de nuestra pequeña y extraña tierra. Persigue algo que, según dice, jamás el ser humano conocerá. Pues alcanzar la velocidad de la luz es imposible, y el tiempo para llegar a ellos lo hace más imposible todavía. Para Mayor estas historias de los agujeros de gusano, o los viajes en el tiempo, o atajar por la curvatura del espacio, son fábulas. Dios no existe para Mayor. Claro, se refiere al Dios de las escrituras creador de una historia que comienza en la oscuridad, y continua por ejemplo hasta la misma entrevista de Mayor. La visión religiosa dice que Dios decidió que sólo hubiese vida en la tierra, y la creó, pero se sabe que existen múltiples sistemas solares, y que se pueden dar las condiciones necesarias para la vida en cualquiera de ellos. Y si además la vida es un proceso natural, como dice Mayor, no existe esa mano divina dirigiendo la historia para llegar a un apocalipsis terrícola.
Leyendo esto recordaba un intenso debate teológico en el colegio mayor donde estudiaba. Alguien decía que si se demostraba la existencia de extraterrestres, por qué seríamos nosotros los únicos agraciados con la venida de Dios, y no los demás. Nos devanábamos los sesos y no encontrábamos una conciliación entre la inmediatez bíblica y la probable infinitud del universo. Dios es algo que no se puede definir en un libro, dijo alguien. Y llevaba razón. Por eso hubimos de quedarnos pensando en una realidad inquietante: definir a Dios como factótum de la vida significa adjuntarle las numerosas injusticias e imperfecciones de ésta. Como dice Israel Metter, Yavhé, después de todo, no hizo tan bien nuestro mundo como para tener el derecho de llamar a la gente al Juicio Final. Lo que dice Michel Mayor elimina esa preocupante presunción.
Todo consiste, dije, y lo sigo pensando, en que creamos en lo espiritual, algo que va más allá de la física. La materia, la ciencia, es incompleta, pues siempre hay algo que le falta o desconoce, o es imposible conocer o llegar según sus leyes empíricas. Pero con el tiempo esas leyes cambian y al final no es así. Por eso muchas veces la ciencia ha comenzado siendo ciencia ficción. Pero si crees en lo espiritual por supuesto que encuentras un lugar para Dios en el universo. Sobre todo, y es lo más importante, dentro de ti mismo. Como escribió Ralph Waldo Emerson, lo que está detrás de ti y lo que está frente a ti palidece en comparación con lo que hay dentro de ti.
Manuel Juliá