Matías, el de Las Ventas de Retamosa, es el nuevo fake de la política española, un avatar consentido, un adalid de la alcaldesa independiente. Eleva al cadalso de sus redes sociales a medio pueblo que se mete con la edil y perdona la vida a sus vecinos. Tanto, que estos ya se han cansado y han dicho que detrás del perfil está la mandamasa oculta, escondida en las cortinas, esperando con la maza para cuando venga el pueblo. Y el pueblo ha venido en tromba a quitarle la careta. “Matías González no existe, es la propia alcaldesa”, dicen a quienes quieran oírlo. Me recuerdan a un romance de frontera. “Guarte, guarte rey don Sancho, no digas que no te aviso…” El traidor en este caso es ella misma que hace de Doña Urraca y Vellido Dolfos al mismo tiempo. Eso, o Pirandello y seis personajes en busca de autor en un pueblo de Toledo.
En realidad, Matías es un avatar de su tiempo, un Pessoa digital aunque la alcaldesa no lea a Pessoa ni sepa quién es Ricardo Reis. Pedro Sánchez porque todavía no lo ha descubierto, pero pronto lo sumará a la larga lista de los enemigos del pueblo, al lado de la inflación, Putin, el volcán o la pandemia. Sánchez ha tomado nota y se biloca. Desde que marchó Iván Redondo, las cosas no son iguales por más que Tezanos se empeñe. La intención de voto no hace más que bajar y a Sánchez le hace falta un Matías González ya como el comer. Para que llame antipatriotas y fascistas a quienes lo critican. Ah, bueno, que eso ya lo hace a menudo. Pero con la fuerza y desparpajo de Adriana. En realidad, Lastra es un avatar bífido de veneno. Nació así y no va a cambiar ahora que las cosas están tiesas. España vacía las estanterías y hace cola en las gasolineras. Son cosas del socialismo, tranquilos, no hay avatar que lo suplante.
En el PP buscan un juglar que cante las loas del nuevo Feijóo, un tardomarianismo sin bolsos ni sorayas, pero con todo su halo de botafumeiro. El Partido Popular es ya El bosque encantado de Fernández Flórez y ahí no ha hecho falta Matías González alguno. Todos han lapidado a Casado al unísono, igual que en La vida de Bryan cuando tiran piedras a la mujer adúltera. Qué bonita es la política cuando duerme. Sevilla tuvo que ser, con su lunita plateada… Ahora habrá que escribir el nuevo tiempo y lo que vaya dejando. Ayuso le dio un beso a Pablo que ni los Evangelios se hubiesen atrevido a nombrar. Matías González cala la bayoneta. No sabemos si para apuntar a Isabel, su hermano, Feijóo o todos a la vez. De momento, el PP ha conseguido lo que quería, calma chicha, modorra invertida. Han ido a Sevilla para cometer un regicidio y hemos vuelto juntos como hermanos, miembros de una iglesia… Abascal es el pope de la rama ortodoxa y veremos si cuela. A él no le hacen falta Matías González, pues el populismo se basta solo para hablar bien de uno mismo y poner a caldo al resto.
Matías González, de profesión informático y con teléfono de la alcaldesa, hilo directo con ella. Lo ha descubierto una vecina que ya no podía más. Es lo que tiene tocar los huevos sistemáticamente, que el personal revienta. Hay que tener cuidado con las fakes y los titulares, que ni se cambian ni se invierten ni se falsean. Pero, claro, Matías González ya tenía cuna. Vino al mundo entre la tesis del presidente y el doctorado de Casado y pensó que existía vía libre. Pero siempre hay un muerto que te coge la matrícula, un vivo que lo ha visto todo, un armario medio abierto por donde entra la luz. Matías González, gorila de profesión. Para servir a Dios y a usted y todos sus avatares. Dígame en qué puedo ayudarle.