Llega la primavera y los poetas se vuelven locos, aunque lo haga con frío y flores de hielo. Entre mociones de censura, elecciones y conjuras, ha pasado desapercibida la separación de Íker Casillas y Sara Carbonero, la pareja de España, aquella que nos hizo creer una noche que el cuento de hadas era posible. Todavía tengo amigas que sueñan con ello, aunque las más inteligentes van al sexo sin compromiso. Malos tiempos los de la Covid, en los que se ha cumplido la profecía de uno que no anda lejos. Señorita, aquí tiene los papeles y la analítica. Todo en orden y concierto.
Manuel Alejandro es uno de los buenos poetas andaluces que ha dado la segunda mitad del siglo XX y ha compuesto para todos los grandes de la canción española. Siempre he defendido que el desamor es un sentimiento más hondo y desgarrador que el propio amor, que no deja de ser un enajenamiento mental transitorio, como supo ver Lope. Quien lo probó, lo sabe. Por eso, adoro la copla, el tango y la ranchera. Pocos géneros tocan las medulas que han gloriosamente ardido como estos. Y entre las canciones del jerezano, siempre sentí debilidad por aquella que decía “se nos rompió el amor de tanto usarlo”. La popularizó Rocío Jurado y se la cantó a Lola Flores el día de su homenaje en un momento inmortal de la televisión. Luego Almodóvar popularizó la versión de las Hermanas Utrera, cantaoras brutales, desgarradoras, de las que desollan la voz en la garganta hasta convertirla en río de arena. Una mañana gris, al abrazarnos...
Íker y Sara son dos grandes triunfadores y parecen incluso, desde fuera, buenas personas. Han hecho frente a la adversidad, que es donde se amalgama la existencia. Han creado una familia espléndida y ahora deberán luchar por sus hijos, cada uno desde un lado. La experiencia del divorcio es desgarradora, pero puede ser un bálsamo para el futuro si la pareja es inteligente. La familia incluso lo agradece y se lleva mejor con el tiempo, sin tanta bronca ni hálito vacío. Sentimos un crujido frío y seco...
De todas las experiencias que puede tener, vivir o sentir el hombre, sin duda el amor es la más rica de ellas. García Márquez decía que solo de dos cosas puede realmente escribirse, del amor y la muerte. Las novelas además que se centran solo en ello suelen ser míticas, como El amor en los tiempos del cólera o el Pedro Páramo. Si uno lo piensa bien, Eros y Tánatos son el mito más viejo de la Historia, que luego se repite en Tristán e Isolda, Romeo y Julieta, Don Juan y Doña Inés, los amantes de Teruel... Solo la muerte consuma verdaderamente el sentimiento más puro y noble del amor. No hay mayor muestra de amor que aquel que da la vida por el otro. Vino Jesús y la dio por la Humanidad. San Pablo dijo que podría tener todos los dones del mundo, pero sin amor no sería más que campana que suena o címbalo que retiñe. San Agustín habló de amar y hacer lo que quieras. Cerramos nuestros ojos y pensamos...
Casillas y Carbonero, Ávila y Toledo, la España vaciada, campos de Castilla, muralla y llanura... Era todo perfecto para que hubieran durado, pero la vida llega machacona con el despertador y las siete y media. Ahora aguantamos menos y es cierto. Recuerdo a mis padres que vivieron medio siglo juntos y se adoraban y enfurecían a partes iguales. Eran dos viejos gatos riñendo por las tardes tras los visillos. Sin embargo, murió mi padre y mi madre perdió la cabeza. Duró cuatro años y siempre hablaba de él. El amor, lo cuidas y lo riegas para que madure, o vuelve por donde ha venido. Ahora España sí se rompe. Como el amor, de tanto usarlo.