La tragedia del Calderón
Este miércoles el estadio Vicente Calderón vivirá su último partido europeo después de décadas de historia en las que el equipo colchonero ha paseado su figura por el Viejo Continente. El fatum que persigue a los atléticos ha querido que uno de esos últimos encuentros sea con el eterno rival que ya le ha ganado dos Copas de Europa y encima le ha endosado un tres cero en el partido de ida. Los indios han vegetado durante mucho tiempo en las competiciones nacionales e internacionales. Ahora que cuentan con un gran entrenador como Simeone, la sombra que acecha de Concha Espina hiela el Manzanares. Es el destino irremediable de todo atlético desde aquella insólita final del setenta, cuando Zapatones ya levantaba la Copa de Europa frente al Bayern. Cómo será el Atlético, que tiene Intercontinental sin haber ganado nunca la Champions.
No soy indio, sino culé; pero es lo mismo, primos hermanos. No odio al Madrid, pues es un equipo señorial y representa a una parte importantísima de mi país. Pero sí me gusta tocar los cojones e ir contracorriente. No me hice del Atleti porque entonces no ganaba y salió un equipo que jugaba como los ángeles, el Barça de Cruyff. En plena adolescencia y crisis de identidad, decidí que yo quería ser de un equipo que hacía música en cada uno de sus pases. Y fue lo que hice. Sin embargo, guardo una simpatía atlética extraordinaria. Mis cinco años de carrera universitaria en Madrid los pasé en Aluche, cuna colchonera junto a Carabanchel, y las chinflatas atronaban el barrio cada vez que Pantic marcaba un gol. Será entonces por eso que el Atleti lo siento como algo propio.
El Aleti, escrito así, sin te ni nada, es el equipo con más literatura de la Historia. Son los callos de pie en la barra del bar frente a la lubina blanca de mesa y mantel. Es el Madrid clásico de toda la vida, de donde nació la gran ciudad en que hoy se ha convertido la capital del España. El Aleti es la voz de los desheredados, socialismo y populismo a un tiempo sin necesidad de dictadura del proletariado. Es ausencia, amargura, melancolía sin saber por qué y conociéndolo todo. Es un carné olvidado dentro de los pantalones en la lavadora, un bocata de calamares en El Brillante, Santa María de la Cabeza, Virgen del Puerto, Paseo de los Melancólicos, las Vistillas, Cava Baja, Cava Alta, Puerta de Toledo, Embajadores... Mira si soy colchonero, que paso por Concha Espina como pasa un forastero. El más grande poeta madrileño contemporáneo tenía que ser de Úbeda y atlético. Madrid sigue abierta al mundo y es sabor de mixtura, almizcle y cielo.
Sabina dice en su himno: Para saber lo que pasa/ hay que haber llorado dentro/ del Calderón, que es mi casa/ o del Metropolitano/ donde lloraba mi abuelo/ con mi papá de la mano. Ese es el nervio atlético, el llanto, porque nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir y el Manzanares sin patos ni estadio. La vida y el curso de la misma entendida como llanto, como yugular encendida en cuatro momentos mágicos que recordaremos hasta la muerte. Un doblete, una liga infartada, un 4-0 en el derby... Y ahí llegamos al miércoles, al escenario shakesperiano de la tragedia. Morirán los indios okupas con gloria, sin duda alguna.
El hecho de que el Madrid gane 0-7 el último partido europeo del Calderón será una forma épica, catártica, de cerrar otro capítulo más en la Historia del Atlético de Aviación. Y se hará como debe, llorando, de pie, enhiestos, con la frente alta y el orgullo colchonero, de haber puesto nervioso al rico tres o cuatro años seguidos hasta reventar y no poder más. Porque perder contra el Madrid en semifinales después de haber jugado dos finales no es fracaso alguno atlético. Simeone ha llevado el equipo al club de los elegidos y ha hecho de jugadores como Gabi, Saúl o Koke, unos Beckenbahuers legendarios. El miércoles el equipo saldrá a la desesperada y es probable que el Madrid lo pille a la contra y le dé pal pelo. La historia al revés. No pasa nada. Es preferible una caída mítica al fondo de las aguas de Neptuno que una medianía de la que nadie guarde memoria. Y el Calderón cerrará, y se derruirá. Y caerán las cenizas del polvo, la historia y las bufandas sobre las aguas mansas del meandro. Y el río se hará sangre roja y blanca. Y marchará la afición al Wanda, que fíjate si es grande, le hará cuatro cantos antes que llegue el Metro al campo. Alea jacta est. Imperioso pasta el músculo verde de una tragedia clásica en la que el caballo se come al Emperador.