Que el Gobierno de Castilla-La Mancha esté ganando claramente la "guerra del agua" a las comunidades del Levante y haya conseguido al fin un importante y necesario recorte del trasvase Tajo-Segura no debe ser motivo de declaraciones agresivas entre los territorios ni argumento para actitudes jactanciosas. Al fin y al cabo, todos somos españoles y este tipo de disputas territoriales hay que librarlas desde el respeto y la prudencia hacia las otras partes interesadas, por mucha razón o justicia que uno lleve en sus planteamientos y teniendo siempre en cuenta que se trata de un debate entre compatriotas.
Creemos que esta actitud respetuosa ha sido la tónica del Ejecutivo de Emiliano García-Page en todos estos años, más allá de la firmeza con la que se ha defendido el agua para Castilla-La Mancha y la necesidad de recortar el trasvase y, además, establecer un caudal ecológico tan justo como sensato para el río Tajo. El trasvase Tajo-Segura, después de casi medio siglo, es un anacronismo y es urgente encontrar nuevas soluciones para las regiones levantinas, y esa es la posición que con rigor y honestidad viene planteándose, no sólo desde el Gobierno castellano-manchego, sino también desde numerosos colectivos agrupados en la Mesa Regional del Agua y los propios municipios ribereños de la cabecera del Tajo.
Es obvio que Castilla-La Mancha ha defendido su razón con argumentos sólidos y mucha unidad política y social y que, el recorte del trasvase, con todos sus matices, es una gran noticia para la región, aunque es comprensible el fuerte malestar de los afectados levantinos ante un problema que debe resolverse ya por otros cauces que no sean el agua del Tajo. La decisión del Gobierno de Pedro Sánchez, culminada este pasado fin de semana con la publicación del Plan Hidrológico del Tajo, ha llenado de alegría al Ejecutivo regional y a toda la comunidad castellano-manchega, y ello porque el río puede empezar a recuperarse y de una forma progresiva entrar en una nueva etapa que tal vez pueda culminar con el cierre del trasvase. Así lo han celebrado, con razón y en positivo, tanto el presidente Page como el vicepresidente de la Junta, José Luis Martínez Guijarro, y otros miembros del Gobierno regional.
Pero esa importante victoria política y social de Castilla-La Mancha debe mantenerse, insistimos, desde una posición de mucha prudencia y moderación. Por eso no se entiende bien que un consejero clave en esta favorable posición de Castilla-La Mancha, como el consejero de Agricultura, Francisco Martínez Arroyo, que tan intensamente ha trabajado en este logro, haya lanzado un inoportuno "luto y fiesta" comparativo entre Castilla-La Mancha y el Levante. En unas declaraciones del pasado sábado, el consejero, tal vez llevado por la euforia de la publicación del nuevo Plan del Tajo, dijo que "hoy en el Levante parece que están de luto, pero hoy aquí, en Castilla-La Mancha, estamos de fiesta", una palabras innecesarias que no contribuyen a calmar los caldeados ánimos de los afectados por el recorte. Se comprende la alegría del consejero, pero tal vez no era necesaria esta verbalización comparativa.
Por lo demás, es importante reconocer que, pese a ello, el consejero Martínez Arroyo ha sido un eje fundamental en el éxito conseguido por el Gobierno de Castilla-La Mancha y que su papel en toda esta negociación junto a García-Page ha sido enormemente decisivo para que la actitud final del Gobierno central haya sido tan positiva e histórica para los castellano-manchegos.