Cuando este texto se publique habremos llegado a la última semana de junio. Un mes que ha sido importante no porque se hayan celebrado las fiestas del Corpus, una manifestación religiosa, pregonada como identitaria, en un Estado laico.
Ni siquiera por el incendio que ha arrasado una parte del patrimonio natural que rodea Toledo, con lo imprescindible que es para la ciudad. Otro espacio verde más que pierde. Tampoco porque el segundo milagro de la Virgen del Arrabal haya librado a Puy de Fou de ese incendio destructor, manifestación mágica de que a los santos y las vírgenes les interesa más un espectáculo privado que la naturaleza colectiva. Lo importante ocurrió el día 13 y 14 de junio. Por primera vez, en años, se abría el espacio, hasta ahora cerrado, del antiguo jardín de la antigua Biblioteca Provincial. Al espacio adecentado ahora se le llama “Jardín de las Esculturas”, porque en ese lugar se han repartido al aire libre un conjunto de esculturas que van desde Alberto Corazón, Miquel Navarro, a Oteiza y otros. Con escasos recursos y mucha imaginación el equipo de CORPO ha rehabilitado un lugar degradado.
El día 13, lunes, se presentaba en ese lugar el libro de Ángel del Cerro sobre la “Vida y obras del escultor Alberto Sánchez”, editado en Ledoria, por Jesús Muñoz. Al día siguiente, martes 14, el diario “La Tribuna” realizaba su acto social, la Tarasca, previo a la fiesta del Corpus. Estaban los que siempre están y no sé si llegaron a valorar el espacio tan magnífico en el que se encontraban. Seguro que sí, porque no pasa desapercibida la enorme y teatral fotografía de Manuel Ballester, que añade profundidad visual al lugar; por las esculturas entre las que se puede deambular y por el propio lugar, al final del paseo del Miradero, lugar de una época para solaz de las gentes de la ciudad.
Allí se desplazaban los toledanos en las ardientes noches de verano para liberarse del calor asfixiante de las casas y, si se podía, para entrar en el cine de verano. Quienes no podían pagar la entrada se conformaban con escuchar los diálogos y la música de la película, imaginar las escenas y sentir el aire fresco que inundaba el firme de tierra y arboles a eso de la medianoche. Puro tiempo de posguerra, filtrados recuerdos de la infancia.
Va ya para más de tres años que el edificio de Santa Fe está siendo utilizado por la colección Roberto Polo. Las obras se adscriben al arte Moderno y Contemporáneo, que ahora se amplía con este “Jardín de las Esculturas”. Al equipo directivo de la Colección Roberto Polo le pareció bueno para la ciudad recuperar un lugar que, con el paso de los años, se había convertido en inútil. ¿Alguien protestó durante aquellos largos años por el abandono? Tras las preceptivas consultas a la Administración Regional y los trámites precisos, se optó por sanear el lugar, limpiarlo y recuperarlo para hábitat de esculturas. Y así, lo que durante años había sido un espacio desaparecido y degradado, se ha convertido en un lugar de lujo para celebrar en el futuro –es flexible y moldeable- cualquier tipo de acontecimiento colectivo.
La historia se repite en Toledo. Por impulsos de unas gentes de fuera se ha ganado un espacio singular que no ha requerido ni demasiada inversión ni demasiados esfuerzos. Con imaginación, voluntad y escaso presupuesto, la Cultura puede hacer mucho por los ciudadanos.