Felipe González Márquez, el hombre que culminó la Transición con su victoria de octubre del 82 y el gobierno más largo desde que España dejó de ser una triste excepción en Europa, ha hablado sobre lo que él haría si se encontrara un día en el dilema en el que se encontrarán los diputados del PSOE de media España, y no solo los de Castilla-La Mancha, si un día llega al Congreso de los Diputados cualquier forma de refrendo legal al acuerdo entre su partido y los indepes de ERC, que permitirá sentar a Salvador Illa en la Presidencia de la Generalitat de Cataluña: "Yo no lo haría".
Claro, que Felipe y Guerra, el dúo sevillano que transformó un partido desaparecido durante cuarenta años en una máquina de ganar elecciones, hoy en su partido pinta, como se dice en nuestros pueblos, lo que la Juana en los títeres. Felipe ha pasado de ser el incómodo jarrón chino heredado de familia, al que nadie sabe dónde poner, a ser considerado el abuelo Porretas al que todos oyen pero nadie escucha.
A mí ese "yo no lo haría" de Felipe me ha traído el recuerdo de aquella enigmática y célebre frase, a la que filólogos y pensadores le siguen dando vueltas para hallar su verdadero significado, del personaje protagonista del relato de Herman Melville 'Bartleby el escribiente': "Preferiría no hacerlo".
Y es que, si se diera el caso, algo que con mirar el recorrido legislativo necesario para poner a los señores diputados socialistas de tres cuartos de España en esa tesitura, no es algo que irremediablemente vaya a ocurrir. Es verdad, eso es indudable, que una mayoría de esos parlamentarios que hoy dependen de Sánchez, pero mañana quién sabe, "preferirían no hacerlo".
Y digo que lo de llegar al Congreso esa propuesta, de cualquier forma que se la presente envenenada para ese PSOE más allá de Sánchez, que pretende tener un futuro de partido mayoritario, no está nada claro. Así que todo el mundo tranquilo; apuesto que nada que se le parezca llegará. No es necesario ese fuerte ajetreo de diputados socialistas, detectado por todo el territorio nacional, promoviendo novenas y rogativas a todos los santos de agosto, de San Lorenzo el de la parrilla a San Bartolomé el despellejado, pasando por San Roque el de las llagas.
El mismo Felipe González tiene claro que cualquier iniciativa no pasaría viva nunca por el Consejo Territorial de Política Fiscal y financiera y lo mismo ocurriría en la Cámara Baja, donde la mayoría Frankestein se encargaría de hacerles el trabajo. No haría falta que nadie imitara a 'Bartleby el escribiente', ese enigmático personaje del que solo sabemos que una y otra vez proclama su letanía ante el mundo: "Preferiría no hacerlo".