Vaya por delante una confesión que escandalizará muy poco, incluso a los profesionales del periodismo que no tienen otra que aguantar dos horas y medio de debate televisivo: no fui capaz de verlo completo. Zapeé continuamente, me levante al frigorífico unas cuantas veces y alivié la próstata otras cuantas. En fin, excusas de mal espectador que me parece la mayoría comprende. No sé las cifras de audiencia de la CMM, pero me temo que cuando se puso en marcha Masterchef en la Primera, Bertín con Nacho Cano en Telecinco, o incluso ese programa de primeras citas con cena de la Cuatro, no aguantaron a los cinco ni los muy cafeteros. Me temo que ni mi amigo Juan Carlos, que se juntó a cenar con el amigo Miguel Ángel con el ánimo de contemplar el debut con picadores del talaverano David Moreno, fuera capaz de aguantarlo, aunque el talaveranismo ya se sabe que tira mucho.
Eso sí, esta mañana he hecho los deberes y he leído con atención el resumen de este papel digital y el análisis pormenorizado, como siempre ecuánime y equilibrado del maestro Cedena, y con lo entrevisto antenoche he tirado estos apuntes.
Estaba cantado que, como ocurre siempre en estas circunstancias, el candidato que se presenta desde el poder sea el que reciba toda la artillería verbal de los aspirantes. El todos contra Page no extrañó a nadie y menos al que escogió, como también era natural, el lugar central de la escena para hacer frente a las andanadas a izquierda y derecha.
Resulta curioso, aunque a uno no le extrañó en absoluto, que el mayor defensor de Pedro Sánchez, secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, y de los logros de su gobierno, con el papel destacado para las ministras Ione Belarra y Yolanda Díaz, fuera el candidato de Unidas Podemos, mientras aderezaba su discurso con esas insufribles discordancias de género que parecen marcar el sello del supuesto progresismo. Emiliano ni una sola vez nombró a Pedro Sánchez ni mucho menos a sus ministras, e ignoró sin más el discurso del que fuera uno de sus directores generales en su primera legislatura con Molina III.
También resultaba curioso contemplar el esfuerzo del candidato de Vox, David Moreno, para vender las bondades del gobierno de Castilla y León y de los logros obtenidos, mientras Page feliz, veía reafirmar su principal lema de campaña: "Yo presidente moderado, o gobierno de derecha mediatizado por Vox hacia el extremo".
Curiosos los esfuerzos que a uno se le antojan estériles de Carmen Picazo por convencer al votante de la necesidad de Ciudadanos, como si el recuerdo de la veleta al viento se hubiera esfumado del imaginario de los ciudadanos de la región.
Page y Núñez, a lo suyo. No hubo sorpresas. Se atuvieron a un argumentario de campaña sobado durante meses como si ninguno quisiera perder un debate que uno pone en duda pueda aportar algún voto más a los que ya tienen asegurados los participantes. Lo mejor con diferencia, los presentadores: al grano y sin recrearse en la suerte. No cometieron el error de gastar ni una palabra de más ni de añadir un segundo a su profesional faena.
Los peor parados del debate: los profesionales de la información y de la cosa política que no tuvieron otra que tragrarse el truño de principio a fin. De algo tiene que servir no ser uno ni periodista ni asesor político.