El Real Madrid, el de las catorce copas de Europa, se enfrentó ayer al Cacereño, un club de futbol situado en una división que hoy se llama segunda federación y que en realidad es la cuarta categoría del futbol español. El formato de la Copa del Rey en la que participan equipos de distintas categorías lo hace posible y es un verdadero premio de lotería para estos equipos modestos q los que la visita de un grande como Madrid, Barcelona o Atlético le sacan de apuros económicos para toda la temporada. Si luego se produce el milagro y el equipo modesto consigue pasar de ronda, el partido se convierte en un hecho histórico para recordar por un par de generaciones.
El caso es que el Real Madrid ha viajado en autobús a Cáceres, un hecho insólito, incluso para equipos de segunda división que normalmente hacen sus desplazamientos en avión o en tren de alta velocidad, cuando esa opción es posible. Los periodistas deportivos que normalmente cubren la información del Real Madrid han preguntado extrañados por un viaje en un medio tan poco habitual para un equipo de élite, acostumbrados algunos de sus jugadores incluso a vuelos privados habituales por cualquier celebración que para incorporarse a las concentraciones de sus respectivas selecciones internacionales.
No sé si los periodistas hacían la pregunta a Carlo Ancelotti, el tranquilo y paciente entrenador del Madrid, para que tuviera la ocasión de adelantar excusas, no fuera que su equipo se viera sorprendido por la ilusión del contrario, como ya alguna vez ha sucedido, o simplemente el periodista que hizo la pregunta ignoraba la precaria situación en cuanto a transportes acordes con el siglo XXI que sufre todo el suroeste español, con epicentro en Extremadura.
El Real Madrid ha escogido el autobús porque para ir a Cáceres, Badajoz o Mérida, o en lo que nos toca a Talavera de la Reina y el oeste toledano, la única opción medio segura sigue siendo la misma que en el siglo pasado, o sea, la carretera y el autobús.
Si el Real Madrid hubiera embarcado a sus jugadores en tren, lo tendría que haber hecho el día anterior por aquello de que la línea Madrid-Cáceres no te asegura desde hace años que llegarás a tu destino a la hora anunciada. Lo de ir a Badajoz en avión para volver a Cáceres en autobús me imagino que a los planificadores del Real Madrid les pareció que no valía la pena. Así que el Real Madrid, como la mayoría de los viajeros al oeste español, no ha tenido otra que elegir el autobús como la mejor opción.
Si Ancelotti hubiera sido extremeño, o de Oropesa, o de Talavera, y además tuviese las malas pulgas de su predecesor Mourinho, seguro que se habría quejado del viaje, de la RENFE y del inexistente AVE y hubiera puesto el grito en el cielo por andar por esas carreteras de diós como si de un equipo de preferente se tratara. Pero don Carlo Ancelotti es otra cosa. Con su calma habitual ha contestado que a todos les vendrá bien conocer el país y que estará encantado por ello. Es lo que tiene ser un hombre encantador y no alguien continuamente enfurruñado.
Eso sí, nosotros, los del oeste toledano que decía el inolvidable amigo Gustavo Adolfo Muñoz, hemos perdido la ocasión de que el entrenador del Madrid se una al coro de quejas y a lo mejor conseguía lo que desde hace años es una reivindicación que está lejos de cumplirse.