Para indepes recalcitrantes o izquierdistas acomplejados que creen que España la inventó Franco, lo que sucede estos días en Valencia y Albacete, lo que se está desplegando ante nuestros ojos y que a los más jóvenes asombra, no es ni más ni menos que la histórica nación española que pervive en el tiempo sumergida en las profundidades de la tierra y emerge cuando esta se vuelve –literalmente- barro, lodo, fango. La misma nación española que en 1808 se levantó contra el francés y le infligió la mayor derrota que hasta entonces nunca antes había conocido el ejército napoleónico. Esa misma nación que súbitamente se manifiesta cuando el Estado falla y se va de bareta como sus dirigentes. Cuando el Rey abdica en Bayona o el presidente reniega de sus funciones viniendo de la India. Si el Estado no está, es tiempo de la Nación.

Esa misma nación galdosiana que recorre el XIX con sus diferentes parámetros y a veces se pisa los cordones, pero siempre encuentra como enredadera la luz que alumbra su enramaje. Los Episodios Nacionales de Galdós son una búsqueda permanente de ese sustrato, de ese subsuelo que sale echando al francés, pero también gritando Viva la Pepa y más tarde Vivan las caenas. Por esa volubilidad, Pedro Sánchez es presidente del Gobierno. Pero si quien debe velar como un gran jefe o buen pastor de la manada, se esconde, parapeta o quita de en medio, que no tenga dudas de que el mismo pueblo que lo aupó, lo arrastrará por el suelo.

Los mismos que echaron a la Isabelona después de casarla en Madrid con Francisco de Asís y vitorearla, fueron quienes recibieron a gritos a Alfonso XII tras la misma experiencia que hoy mismo vivimos aquí. Acontece una Primera República de cantones en la que hasta el presidente del Gobierno asume el discurso de los indepes y descarga la responsabilidad de la familia sobre sus seres más pequeños. Es como Pi i Margall incitando los cantones y mandando policía chiquita a detenerlos. Sánchez se quita de en medio porque no quiere problemas y se los manda a Mazón. Igual que en la pandemia. El mismo Estado fallido que soportó una de las tasas de mortalidad más altas de todo el planeta.

Mientras las arpías ya acechan y la carroña entra en movimiento, la gran nación española se despliega sin preguntar dónde ni por qué. Ha visto en cuatro días que lo que tenía que hacer el Ejército y el Estado no lo ha hecho por la ineptitud de sus gobernantes. Margarita Robles resultaba patética el otro día con Rafa Latorre, negándose a pronunciar la expresión “emergencia nacional”. No saben lo que es la nación ni la entienden. Pero ahí está. Sin ser llamada, como la familia. Sabiendo donde hay que estar en el momento preciso. Igual que Alsina el viernes pisando el barro. Por eso impresiona tanto. Los jóvenes no tenían noticia de ello porque les habían vendido otro discurso. La nación era facha, de Franco. Pues no, señores. La nación se ha puesto en camino. De Tomelloso, Extremadura, Galicia… porque una de las partes de su cuerpo sufre y ha sido atacada. Andando tranquila y sosegadamente para salvar a los suyos. El pueblo salvará al pueblo. Sin duda. Y mientras tanto, seguirán las capitulaciones de Bayona o las de Von der Leyen.