Se cuentan por miles los toledanos y visitantes que se espera pasen por la Catedral Primada para tomar agua de los botijos este martes 15 de agosto y así cumplir una tradición centenaria en la ciudad, con motivo de la festividad de la Virgen del Sagrario. Durante la mañana también ha tenido lugar la Misa Pontifical, que ha estado presidida por el arzobispo de Toledo, Francisco Cerro, y a la que han acudido diversas autoridades de la ciudad, entre ellas, el alcalde, Carlos Velázquez, junto a parte de la Corporación Municipal.
El fotoperiodista de EL ESPAÑOL-EL DIGITAL CLM ha dado buena cuenta de todo ello en una selección de imágenes disponibles al final de esta información.
La tradición
Desde las 7:00 horas de este martes todas aquellas personas que quieran pueden pasarse por el claustro catedralicio para refrescarse con las frías aguas provenientes del aljibe que está bajo el templo y que, según la tradición, se alimenta de los "recios torrentes de agua" que corren bajo sus muros.
La realidad es que se trata de agua de lluvia de todos los tejados de la catedral que van a parar a estos pozos subterráneos. Estas aguas, tras ser analizadas por las autoridades sanitarias, sirven para aliviar las altas temperaturas de estas fechas.
Tras años sin poder refrescarse con el 'agua de la Virgen' de los botijos -el pasado año se pudo beber en vasos de plástico- por la pandemia, ahora vuelve una tradición del siglo XVII. Según esta, finalizadas las obras de la Capilla de la Virgen del Sagrario se realizaron ocho días de fiestas en acción de gracias, y habiendo acudido numerosas gentes de los pueblos de alrededor, era tal el calor intenso que numerosos fieles abandonaban la catedral para refugiarse en lugares más frescos –si cabe-. Ante tal problema, las autoridades eclesiásticas de la época ordenaron la construcción de tarimas para distribuir jarras rebosantes de aguas cristalinas provenientes de los mencionados pozos.
El mito del ‘agua de la Virgen’
Como recoge el blog Leyendas de Toledo, esta tradición viene acompañada de un mito que cuenta cómo hace siglos, gentes venidas de todos los pueblos de alrededor, formando un gran tumulto, asistían a los ritos festivos y religiosos con motivo de esta celebración.
Terminada la fiesta de la tarde, la multitud salió lentamente fuera de la catedral, lo que incrementó de manera notable la sensación de calor asfixiante propio de un 15 de agosto. El hijo de uno de los asistentes sufrió en ese momento un repentino desvanecimiento fruto del calor y las apreturas, "creyendo todos los que le vieron que había muerto por tal y como quedó". En ese momento, algunas de las personas que estaban allí corrieron a por agua de los pozos de la catedral para arrojarla por encima del muchacho, el cual recobró "el aspecto habitual".
El pueblo, en aquel momento muy dado a achacar este tipo de sucesos a la mano divina, "atribuyó el resultado a la pronta aplicación del agua, que llamaron de la Virgen, por esta causa, y por distribuirlo en la festividad mencionada".