La toledana Isabel de Oballe no se conformó con lo que se deparaba a las mujeres en el siglo XVI, incluidos malos tratos de su padre y de su hermano, y muy joven se marchó a América, donde hizo fortuna. Esta mujer inteligente e "indomable" legó su fortuna a Toledo y de ella nos queda uno de los cuadros más hermosos del Greco, el retablo de la Inmaculada Oballe que el cretense pintó para la capilla que encargó la 'Indiana'.
Delante de esta Inmaculada Oballe, en el Museo de Santa Cruz de Toledo, la académica de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo y profesora de Historia del Arte (Escuela de Arte de Toledo) Rosalina Aguado rescata, para la Agencia EFE, la vida de una mujer "que tuvo que ser indomable, de un carácter fuerte, una mujer que no se doblegó a lo habitual".
Isabel de Oballe era de condición humilde, algo que no la impidió marcharse de Toledo muy joven, en 1530, huyendo de los malos tratos -la palabra "porrazos" es la que figura en las declaraciones de los testigos- de su padre y de su hermano.
Soportó el largo camino de Toledo a Sevilla, aguardó hasta conseguir los permisos para embarcar a América, sobrellevó los dos o tres meses de travesía, y al llegar tomó rumbo hacia la Ciudad de los Reyes (actual Lima, en Perú), donde hizo fortuna y se casó con Cristóbal de Burgos, primero, y, cuando enviudó, con el noble vizcaíno Pedro López de Sojo.
En 1557 decidió volver a España y antes de salir, el 8 de marzo, hizo testamento, pero Isabel de Oballe murió en Sevilla antes de llegar a su ciudad natal y fue enterrada en la iglesia de San Vicente.
Al no tener hijos dejó todo a su marido, con la condición de que no se volviera a casar, y al Ayuntamiento de Toledo, para construir una capilla en la iglesia de San Vicente mártir, un templo desacralizada en 1842 que en la actualidad es una sala de arte y actividades (Círculo de Arte).
López de Sojo no cumplió los deseos de Isabel y volvió a casarse, con Inés de Aguilar, y tuvo un hijo, Francisco, y al morir, su viuda inició los pleitos con el Ayuntamiento de Toledo para conseguir parte de la fortuna de la primera mujer de su marido.
De esta forma, hasta finales del siglo XVI no pudieron regresar los restos de Isabel de Oballe a Toledo para recibir sepultura como ella había indicado.
El Ayuntamiento de Toledo empezó entonces a cumplir el testamento de la 'Indiana', incluyendo un fondo que había previsto para jóvenes sin recursos y una capilla en San Vicente, cuya decoración se encargó inicialmente al genovés afincado en Toledo Alejandro Simín, que murió pronto, con lo que se escogió al Greco, a quien se contrató la obra en 1607 por 1.200 ducados.
El cretense cambió el proyecto de Simín, marcó sus condiciones y eligió óleo en vez de pintar al fresco. El resultado es la maravillosa Inmaculada Oballe, la obra "más poética, más lírica, más emocionante" del Greco, en palabras de José Álvarez Lopera, que fue jefe de Pintura Española en el Museo del Prado, como recuerda Rosalina Aguado.
¿Un guiño del Greco?
Como ocurrió con otros trabajos, el Greco retrasó la entrega del retablo, que terminó en 1613, un año antes de morir. Su hijo Jorge Manuel lo entregó al Ayuntamiento en 1615.
"La Inmaculada es fantástica, es un torbellino de movimiento, de luz, de color. Es luminosa y vibrante", subraya la académica fijándose en las diferentes escenas de la parte inferior: hay una vista de Toledo, con la torre de la Catedral, el puente de Alcántara y el castillo de San Servando; símbolos de las letanías como rosas, lirios, una fuente o un espejo (de justicia), y el monasterio en el que estudió San Idefonso, patrón de Toledo.
Y también está pintada una embarcación, sobre la cual puede hacerse una doble lectura: identificarlo con la estrella de los mares, que guía y protege a los marineros, o verlo como una alusión al viaje que Isabel de Oballe realizó a América.
"A lo mejor el Greco hizo un homenaje a la Indiana", sostiene Aguado, quien afirma que el pintor podía haber escogido cualquier otro elemento pero optó por una nave.
Del Greco afirma que era "un moderno para su momento" y que "tiene esa capacidad de, a base de muy pequeñas pinceladas, dar un volumen a las figuras absolutamente fantástico".
Y sobre aquella toledana que no quiso seguir las reglas asegura que "tenía valor, fuerza, coraje" y resalta que no se conformó: "El hombre consideraba que el sitio de la mujer era estar en su casa, criando a sus hijos, y si había alguna mujer intelectual, que había muchas, se la miraba como a una rareza y las trataban de manera paternalista".
Isabel de Oballe también dejó en su testamento el deseo de que una lámpara de plata ardiera "por siempre jamás" en su capilla de Toledo y el Ayuntamiento lo cumplió, pero las tropas francesas la robaron en 1809 y desapareció.
Homenaje en el Museo de Santa Cruz
Aguado incide en que la mayor parte de lo que se conoce de Isabel de Oballe se debe a las investigaciones de Almudena Sánchez-Palencia y la documentación del Archivo Municipal de Toledo.
La Inmaculada Oballe que pintó el Greco llegó al Museo de Santa Cruz de Toledo en los años sesenta del siglo XX.
Con motivo del 8 de marzo, el Museo de Santa Cruz y su Asociación de Amigos va a rendir homenaje a Isabel de Oballe y tanto ese día como todos los sábados del mes Rosalina Aguado presentará el retablo de la Inmaculada Oballe. Será a las 12:30 horas con acceso gratuito.