Bale ha tocado fondo. El galés pasa por su peor momento de la temporada y seguramente de toda su carrera en el Real Madrid. Su situación tanto dentro del campo como fuera se ha vuelto casi insostenible y está sentenciado. Su imagen ha quedado tocada y la única vía que se presenta por delante es su salida en verano. Las cosas tendrían que cambiar radicalmente para tener una oportunidad, pero no hay un atisbo de que vaya a ser así.
El año comenzó de la mejor manera para él tras haber sido elegido mejor jugador del pasado Mundial de Clubes, pero una lesión lo frustró todo. Tuvo que parar y perdió su sitio. Le costó entrar en el grupo a su vuelta. Vinicius se había hecho indiscutible en la banda izquierda y Solari no quería perder el equilibrio que aportaba Lucas Vázquez. El camino natural era que Bale fuera entrando poco a poco, empujando a Lucas del once pero el proceso acabó siendo más lento del esperado.
De su gesto en el Wanda a la pitada en El Clásico
Bale no estaba bien y fue suplente en El Clásico de ida de Copa. Ahí comenzó su frustración la cual 'pagaría' unos días después con la grada del Wanda Metropolitano (o eso pensamos todos). Suplente también en el derbi, salió para resolver con un gol cargado de rabia. Su corte mangas dio la vuelta al mundo e, incluso, le costó una denuncia de Javier Tebas que nunca llegó a nada. Parecía que la rabia que desató en aquella celebración iba a dar a conocer al Bale más hambriento jamás visto, pero el efecto fue el contrario.
Desde el derbi hasta el último Clásico se ha visto caer al galés sin freno alguno. Otras polémicas imágenes han ido sucediendo a aquel corte de mangas. Contra el Levante volvió a estar en el ojo del huracán. Primero fue su pasividad cuando iba a entrar en el campo. Dio plantón a Pintus unos minutos antes de salir y después vendría lo peor. Volvió a marcar -esta vez de penalti- y no lo quiso celebrar. En su impulso por mandar un claro mensaje al club hizo un gesto muy feo a Lucas Vázquez apartándole cuando este iba a abrazarle por el gol.
Algo pasaba con Bale y nadie le gustaba aquello. Sin embargo, llegaba la semana de los Clásicos y contar con el sustituto de Cristiano Ronaldo era casi obligatorio. Solari no quiso darle la titularidad en El Clásico en pos de tener más garra en defensa con Lucas. Primer golpe duro. Cuando fue a entrar desquició a Solari que le apretaba desde el área técnica. Segundo golpe. Para colmo, entró casi al tiempo que llegó el 0-2 culé y apenas entró en juego con el Madrid alicaído.
El Clásico liguero se presentaba como su oportunidad para reivindicarse o prácticamente despedirse del Madrid. Solari, inexplicablemente para muchos tanto dentro como fuera del equipo, le dio la titularidad, pero Bale falló. Fue el jugador que menos participó en el partido hasta que Solari le cambio a la hora. Tuvo que dar marcha atrás el argentino. Le aplaudió a su salida del campo. Fue el único. El Santiago Bernabéu le sentenció con una tremenda pitada. Con todo en contra, Bale hizo su último desplante al abandonar el banquillo y marcharse del estadio antes de que terminara El Clásico.
Bale solo ha sido titular en tres partidos desde su vuelta, ha pasado desapercibido sobre el campo en un mes clave (salvo el derbi) y se alejado del vestuario con sus continuos gestos y desplantes. Solo le queda el apoyo de un Solari cada vez más cuestionado y que empieza a comprender que Bale tiene la cabeza más fuera que dentro. La teoría de los 21 días se trata de hacerse a un hábito en esas tres semanas. Desde el derbi hasta El Clásico pasaron justo 21 días y Bale se ha acostumbrado a estar en el foco y responder. El vestuario ya no le protege y el madridismo le ha sentenciado.
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