Han pasado 541 días desde que Anthony Randolph sufrió la primera de sus graves lesiones. Fue su entrada a un calvario que, casi año y medio después, vuelve a empezar. Un golpe muy duro para un equipo que debería estar radiante tras haber dado un recital en el Palau frente al FC Barcelona. Una victoria contra el equipo de Sarunas Jasikevicius que servía para robar el factor cancha y dar un golpe sobre la mesa.
Sin embargo, el éxito había pasado a un segundo plano. Randolph se había marchado sin apoyar su pierna y ayudado por los fisios del club. Los ayudantes de Laso cargaban con el cuerpo de un hombre por encima de los 2,10 metros de altura completamente destrozado. Las imágenes de la torsión de su rodilla eran muy duras. Sus gritos sobre el parqué azulgrana, desalentadores. Y su cara buscando algo de aire para seguir llorando, el reflejo de la desesperación.
Pero más duro era ver el rostro de Sergio Llull en el banquillo. El capitán y alma de este equipo sabe mejor que nadie lo que es que una rodilla diga hasta aquí. Y tras ver el feo gesto de la articulación de Anthony y sus gritos de dolor, al de Mahón le hacían falta pocas pruebas para saber lo que tenía su compañero. Al americano no le van a faltar apoyos, pero si así fuera, pocos dudan de que 'Sergi' iba a cargar con él esa cruz que ahora lleva en forma de gravísima lesión.
En la tarde de este martes, menos de 24 horas después del partido, el Real Madrid hacía público lo que todos esperaban: rotura completa del ligamento cruzado anterior de la rodilla izquierda. Otro golpe increíble a la resistencia de un equipo que ha demostrado tener mandíbula de hierro, pero que poco a poco va sufriendo con tantos ataques. Y es que los blancos parecen estar malditos en un curso que va camino de ser una tragedia griega.
El vía crucis blanco
El Real Madrid ha atravesado este año por mil y un problemas. Situaciones que han puesto a prueba de bombas un vestuario cuya estabilidad ha pendido de un hilo en muchos momentos. Sin embargo, el equipo ha sabido rehacerse en la adversidad para seguir hacia delante con la confianza y determinación que ahora mismo demuestra en la final de la Liga Endesa.
El primero de los grandes problemas que ha tenido el equipo este año estuvo relacionado con la Covid-19. Más de media plantilla, incluido Pablo Laso, dieron positivo de manera simultánea y eso obligó al Real Madrid a tener que disputar varios partidos importantes bajo mínimos. Apenas salía un quinteto entre los jugadores de la primera plantilla que quedaban sanos y nombres como Juan Núñez, Urban Klavzar, Baba Miller o Sediq Garuba tuvieron que dar el salto desde el equipo júnior para tomar las riendas de la primera plantilla. Y los blancos superaron aquella escabechina con nota.
Después llegó la gravísima lesión de Carlos Alocén, una rotura del ligamento cruzado de su rodilla izquierda, que empezó a dejar en cuadro el puesto de base. Junto con la lesión del joven talento nacional llegaron los problemas extradeportivos de Thomas Heurtel y Trey Thompkins por una salida nocturna previa a un partido de Euroliga hasta altas horas de la madrugada. Esto llevó al Real Madrid y a Pablo Laso a apartar a ambos jugadores.
En el caso del ala-pívot, que había salido de una lesión hacía relativamente poco, no era mayor problema por su bajo rendimiento. Pero la situación de Heurtel, base titular del equipo, provocaba un auténtico drama para lo que restaba de temporada. Su ausencia y las lesiones de jugadores como Williams-Goss o Sergio Llull, sobre todo en estos playoffs, han provocado que Pablo Laso tuviera que hacer un rompecabezas para recomponer su equipo.
Por si fuera poco, su alternativa preferida, Alberto Abalde, también ha sufrido importantes problemas físicos que han llevado la responsabilidad de la dirección de juego hasta figuras como Hanga o Causeur. Un año más, el Real Madrid ha estado reinventándose de manera constante y haciendo valer su cantera.
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Los últimos golpes han llegado, además, de manera casi consecutiva. Primero, ese infarto, o amago de infarto, que ha sufrido Pablo Laso y que le ha dado un serio aviso. Como ya sucedió durante su positivo, es Chus Mateo quien le guarda el sitio. Quien sabe si de un Real Madrid campeón de Liga Endesa. Y el otro gran golpe ha sido la gravísima lesión de Anthony Randolph, un mazazo que ha hecho mucho daño al vestuario. A pesar de todos estos baches, este equipo ganó la Supercopa Endesa, llegó hasta las finales de la Copa del Rey y la Euroliga, y ahora está en la final de la Liga ACB.
El final de Randolph
Duele afirmarlo, especialmente cuando se trata de un jugador que ha sido historia de este Real Madrid. Pero esta grave lesión de rodilla puede haber supuesto el final de la carrera deportiva de Anthony Randolph. El jugador americano ha vivido un último año y medio para olvidar. Las dos lesiones más graves que puede sufrir un jugador de baloncesto, las dos las ha vivido en un plazo de unos 19 meses.
Su calvario comenzó un 18 de diciembre del año 2020 en un partido de Euroliga a domicilio ante Olympiacos. Anthony, en un mal apoyo sobre el parqué del pabellón de La Paz y la Amistad, se rompía el tendón de Aquiles de su pie izquierdo. Una de las lesiones más graves que suelen sufrir los jugadores de baloncesto. Seguramente la que más.
Solo dos días después de aquel suceso, Randolph pasó por el quirófano del Hospital Universitario Sanitas La Moraleja para comenzar un camino que duraría un total de 351 días. Casi un año después, el jugador norteamericano reaparecía en un duelo de Liga Endesa contra Casademont Zaragoza. Una victoria del equipo de Pablo Laso ante el conjunto maño en la que lo mejor fueron los casi 13 minutos que el '3' estuvo sobre la pista. Un regreso tras perderse 56 partidos y un año clave en su carrera.
Ahora, solo seis meses después de aquella reaparición, tiempo en el que Randolph ha peleado por volver a su mejor versión, sin conseguirlo, ha vuelto resucitar su peor pesadilla. Otra lesión de gravedad que podría tenerle de baja entre ocho y diez meses. Se espera que en los próximos días pase por quirófano para tratar esa rotura total del ligamento cruzado de su maldita pierna izquierda, la cual cedió en un mal apoyo mientras presionaba a Nikola Mirotic.
Una lesión que llega en un momento complicado y extraño para él. Su bajo rendimiento este curso, provocado por aquella primera lesión, habían derivado en que su nombre ocupara casi todas las quinielas para abandonar el equipo este verano. El norteamericano tiene contrato todavía hasta 2023 y ahora, lo más probable es que se pase en las salas de recuperación de Valdebebas ese curso que le queda con la camiseta blanca mientras sus compañeros tratan de dedicarle cada victoria empezando por esta liga.
Una vida muy peculiar
La de Anthony Randolph es una vida bastante peculiar. Su lesión ha hecho mucho daño al vestuario que ahora lidera Chus Mateo. El asistente de Laso mostraba su pesar por esta terrible circunstancia, ya que conocía de primera mano lo que había sufrido el ala-pívot con pasaporte esloveno después de su tortura inicial.
Y ahora, vuelta a empezar para él. A pesar de ser una persona callada y que no acostumbra a hacer mucho ruido ni ante los medios ni tampoco en redes sociales, es uno de los personajes más queridos dentro del vestidor blanco. Desde su llegada en el 2016, se hizo muy conocida en el vestuario su apariencia de persona tímida y que parecía estar siempre casi dormido. Pero en la pista era un arma letal que solía desatascar muchos partidos, especialmente al inicio, con su gran tiro exterior y su calidad.
Randolph es un jugador del que es difícil establecer su lugar de procedencia. Aunque pocos lo saben, él nació en Alemania, en la ciudad de Würzburg. Allí existe una base militar del ejército americano en la que estuvieron destinados sus padres. Una localidad de unos 130.000 habitantes en la que también nació otra estrella del baloncesto como Dirk Nowitzki. Sin embargo, al contrario que la leyenda de los Dallas Mavericks, Randolph abandonó pronto la ciudad, ya que solo pasó allí su primer año de vida.
Sus padres cambiaron de destino y se instalaron en Pasadena, en California, donde creció, antes de volver a mudarse a Dallas. Sus primeros pasos en el baloncesto los dio en el Instituto North Little Rock. Su aventura estuvo a punto de durar poco ya que su madre decidió sacarle del equipo después de haber tenido problemas con el entrenador. Sin embargo, su gran talento, especialmente en el tiro exterior, le hacían estar claramente predestinado a ser dedicarse a eso de meter la pelota en la cesta.
Además de por su tiro exterior, siempre destacó por tener un gran manejo de pelota a pesar de su altura. En el instituto ya superaba ampliamente los dos metros y llegó hasta superar los 2,10 ya siendo profesional. Y sin embargo, fino y vistoso como los mejores bases. Otra particularidad más de alguien especial.
Pat Washington fue una de las personas que guio sus primeros pasos antes de llegar a la universidad, concretamente hasta Louisiana State. Una elección sorprendente, pues tenía a varias de las mejores detrás de su talento, pero él eligió la que más garantía de minutos le daba. Quería seguir jugando para desarrollarse. Tras un buen año, fue elegido en la posición 14 del draft por unos Golden State Warriors muy lejos de lo que son ahora mismo los de San Francisco.
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Su debut en la NBA fue un año de altibajos y tiranteces con Don Nelson. Sin embargo, acabó el curso como un tiro y deslumbró semanas después en la liga de verano, donde hizo el récord de anotación del momento con 42 puntos ante los Chicago Bulls. A pesar de eso, terminó saliendo de Golden State y arrancó un camino nómada en el que no consiguió echar raíces en ningún sitio. New York Knicks, Minnesota Timberwolves, Denver Nuggets, Chicago Bulls y Orlando Magic antes de ser cortado definitivamente y quedar libre. Fue ahí cuando decidió probar suerte en Europa.
Firmó un año por el Lokomotiv Kuban y llevó al equipo a ser uno de los mejores del Viejo Continente, primero en la Eurocup y después en la Euroliga. Anthony se convirtió en una de las piezas más codiciadas del mercado. Tanto es así que terminó rechazando al Barça para firmar por el Real Madrid. Y en el Palacio de los Deportes ha encontrado tanto bienestar y tanta tranquilidad que incluso ha llegado a rechazar volver a la NBA ante el interés de franquicias como los Dallas Mavericks.
Por el camino de una aventura única, Randolph, nacido en Alemania, pero de espíritu americano, llegó a nacionalizarse esloveno una vez había brillado en Madrid. Eso le permitió poder jugar con la selección de Eslovenia con la que tocó el cielo al ganar el Eurobasket en compañía de un joven Luka Doncic con el que hacía diabluras en el WiZink Center cada fin de semana. Una decisión que favoreció al club, que se quitaba una ficha de extracomunitario, y a él también, que experimentó otra manera de triunfar.
Ahora, Anthony vive seguramente los momentos más complicados de su carrera. A sus 32 años, muchos creen que esta grave lesión de rodilla, después de venir de la anterior del tendón de Aquiles, podría ser el final de su carrera. Habrá que ver cómo queda cuando pasen en esos 10 meses que tiene por delante de recuperación y dónde da los siguientes pasos de su aventura una vez salga de la capital de España.