Escuchar por primera vez una grabación de tu propia voz suele ser una experiencia traumática. «¿De verdad mi voz suena así?» o «¿Es tan grave/aguda como parece en la grabación?» son las preguntas que a todos se nos pasan por la cabeza, y sí, la realidad es que tu voz suena muy diferente a lo que estás acostumbrado a escuchar. Pero que en su día descubrieras lo horrible que suena tu voz (no está tan cerca de la de Pavarotti como pensabas, ¿verdad?) no es culpa de tu móvil, es culpa de tu sesera.
¿Por qué la voz grabada suena tan diferente a la mía?
Porque el sonido, tal y como ya sabrás, viaja por el aire y va a parar directamente a tu oído, que viene a ser el lugar en el que se produce toda la magia necesaria para que unas simples vibraciones se puedan transformar en las maravillas sonoras que nos ha dejado la historia reciente. Cuando hablas en voz alta, las vibraciones que emiten tus cuerdas vocales llegan a tu propio oído y se transforman en el sonido que tantos años llevas atribuyendo a tu propia voz.
Lo que estás viendo a la derecha es una imagen del interior de tu oído (bueno, no del tuyo, de uno que hemos cogido prestado para la explicación), y esos tres huesecillos (de verdad se llaman así, huesecillos) son los responsables de que las vibraciones que emite -por ejemplo- un altavoz se transformen, con la ayuda del caracol (vaya nombres tiene nuestro oído, ¿verdad?), en sonido hecho y derecho en nuestro cerebro. Las ondas entran en el oído, hacen que los huesecillos se muevan de un lado para otro transmitiendo vibraciones y, por último, el caracol es el encargado de transformar finalmente esas vibraciones en impulsos nerviosos que van a parar a tu cerebro.
No existe ningún otro sonido en el mundo que reciba el mismo trato que el que recibe por parte de tu cerebro tu propia voz
Bueno, pero entonces lo lógico es pensar… si el sonido de la voz que sale por mi boca va a parar también a mis oídos, ¿cómo es que existe tanta diferente entre lo que yo escucho y lo que se escucha en la grabación? Porque somos unos traviesos, y nos hemos guardado bajo la manga parte de la explicación de cómo recibe tu cerebro el sonido de tu propia voz.
Para tu cerebro, tu propia voz es única
Resulta que, además de entrar por los oídos, las vibraciones que emites al hablar se transmiten también por el cráneo. Lo que estás viendo a la izquierda es un dibujo de tus cuerdas vocales, que pese a lo engañoso de su nombre no son unas cuerdas como tal, sino que se trata de una especie de membrana con labios que se abre y se cierra cada vez que emitimos un sonido.
¿Y qué tienen que ver el cráneo y el cerebro en todo esto? Las vibraciones que emiten las cuerdas vocales salen principalmente por la boca, pero por el camino también rebotan a lo largo y ancho de la garganta, así como también van a parar en algunos huesos del cráneo. Eso significa que, al mismo tiempo que estás hablando, tu cráneo está recibiendo pequeñas vibraciones que en mayor o menor medida alteran la interpretación que tu cerebro hace de tu propia voz. En cambio, cuando escuchas una grabación de tu voz tus cuerdas vocales no están emitiendo vibración alguna, de manera que, y siento decirlo, la voz diferente que escuchas grabada es realmente la que los demás oyen cuando hablas.
Pero tampoco es cuestión de que te quedes con un mal sabor de boca después de descubrir la cruda realidad de tu voz (cruda porque, acostumbrados como estamos a escuchar nuestra voz durante décadas, descubrir su verdadero sonido puede ser -y lo es- chocante). La buena noticia es que, cuando cantas en la ducha, a nadie le importa lo más mínimo lo grave o aguda que suena tu voz; de hecho, lo más probable es que lo único que deseen tus vecinos sea que te quedes sin agua en casa. Pero al día siguiente siempre te quedará la excusa de que la culpa es de tus cuerdas vocales.