Desde el inicio de los tiempos el ser humano ha tratado de mejorar su cuerpo. Ya sea por motivos estéticos –como los tatuajes o los piercings- o por motivos prácticos, aunque estas últimas han tardado un poco más en llegar. Hoy estamos viviendo como muchas empresas tecnológicas, en su esfuerzo por abrir nuevos mercados, se han lanzado a vendernos wearables, pero la historia de la tecnología ponible tiene, en realidad, varios siglos.
Estamos viviendo un momento en el que la palabra wearable está en boca de todos. Para muchos era el gran mercado post-smartphone, aunque parece que no acaba de despegar tan rápido como se podía esperar. Sin embargo, nos hemos hartado quedar fascinados por películas de ciencia ficción gadgets que formaban parte de la vestimenta de los protagonistas. ¡Ay, aquel reloj de James Bond en GoldenEye!
Esto es un punto que demuestra el interés del ser humano –como colectivo- en mejorar nuestras capacidades a través de tecnología que se viste. El tiempo que llevamos intentando hacerlo también refuerza esta idea.
Los huevos de Nuremberg
Medir el tiempo siempre ha sido una de las principales preocupaciones del ser humano. Es algo que facilita la organización, y que en gran medida nos ha ayudado a convertirnos en la civilización que somos hoy. Los huevos de Nuremberg fue uno de los primeros intentos de hacer esto posible de forma portable.
Eran unos dispositivos que se llevaban alrededor del cuello, como un collar. Inventados por el relojero Peter Henlein en la ciudad de Nuremberg a principios del Siglo XVI. No eran demasiado precisos, pero lograron ser bastante populares a partir de la década de 1580, unas décadas después de muerte de su inventor.
El anillo-ábaco
En una época en la que no existían las calculadoras los ábacos eran la principal herramienta usada para realizar cálculos. En algún momento del Siglo XVII, en la China de la Dinastía Qing, alguien decidió que sería cómodo tener un ábaco en miniatura en su anillo. Y lo hizo.
Últimamente hemos visto muchos intentos de llevar la tecnología portable también a los anillos –especialmente con algunos ejemplos como el de Visa, que permite pagar-. Este anillo de 1,2 centímetros de ancho y 7 milímetros de ancho era completamente funcional, si bien era imposible de manipular con los dedos, necesitándose pinzas para hacer los cálculos.
El primer reloj de pulsera
El reloj de bolsillo ya llevaba mucho tiempo siendo un accesorio habitual, pero no fue hasta 1812 cuando se fabricó el primer reloj de pulsera. Lo hizo Abraham Louis Breguet, quien lo regaló a Carolina Bonaparte, reina de Nápoles y Sicilia y hermana pequeña de Napoleón, quien por aquel momento era el gran dominador de Europa.
Aunque los relojes de pulsera se pusieron de moda entre las mujeres, la mayoría de hombres siguió usando el reloj de bolsillo, y no sería hasta después de la Primera Guerra Mundial que se pupularizarían. Primero los aviadores –que necesitaban acceder de forma rápida al reloj para realizar cálculos- y más tarde los artilleros y el resto de especialidades militares adoptaron el reloj de pulsera, que pasó también a ser un habitual de la población civil.
La cámara paloma
Hoy las cámaras de acción son un mercado en boga gracias a marcas como GoPro, pero sus orígenes también se remontan a la Primera Guerra Mundial, cuando se usaban palomas con una cámara acoplada para tomar imágenes aéreas de más allá de las líneas enemigas. También se podría considerar un antepasado de los drones.
El primer ordenador vestible
Pero no fue hasta 1961 que se pudo crear el primer ordenador para vestir. Inventado por los matemáticos Edward O. Thorpe y Claude Shannon, era un zapato que contenía un pequeño pequeño dispositivo capaz de calcular las posibilidades de dónde caería la bola en la ruleta –tenía un índice de acierto del 44%- y lo enviaba por radio al apostador. Otros aparatos similares aparecieron más adelante, hasta el punto que en 1985 el estado de Nevada los prohibió.
Relojes digitales
El aspecto de los wearables comienza a ser más reconocible a partir de 1972. En abril de ese año, Hamilton lanzó el Pulsar P1 por el módico precio de 2.100 dólares de la época (equivalentes a unos 9.800€ actuales) y contaba con una pulsera de oro.
Sólo tres años después, en 1976, la misma compañía lanzó el Pulsar Calculator Watch, el primero en incluir una calculadora. Sin embargo, sus botones eran demasiado pequeños para el dedo, por lo que incluía un stylus. Es curioso que el primer reloj-calculadora tuviera el mismo problema que el anillo-ábaco se había encontrado tres siglos antes.
Los 80: Seiko UC 2000 y T00I
La japonesa Seiko es una de las que más luchó en los años 70 y 80 por la incorporación de funciones a los relojes. El Seiko UC 2000 era un dispositivo que por si solo no era excesivamente impresionante, pero contaba con dos módulos que permitían disparar sus opciones (para la época). Se podía conectar a un teclado con el que podías almacenar notas en el reloj por inducción, y un segundo módulo contaba, además con una impresora térmica.
Seiko también lanzaría en 1982 el que muy posiblemente sea el primer reloj conectado de la historia, aunque en este caso no era a Internet, sino a la televisión. El reloj contaba con una pantalla de LCD de 1,25 pulgadas, y se podía conectar a un transistor que te permitía sintonizar distintas frecuencias de televisión. Contaba, también con una segunda pantalla más pequeña dedicada a la hora y las alarmas.
Siglo XXI: el gran salto de los wearables
A pesar de la larga historia de los wearables –palabra que fue usada por primera vez en un informe de DARPA a mediado de los 90– no sería hasta el principio del siglo XXI cuando hemos empezado a ver el auténtico potencial de estos dispositivos y la posibilidad de interconectarlos gracias a tecnologías como el Bluetooth.
En 2006 vimos Nike+, una colaboración entre Apple y Nike que permitía controlar al milímetro nuestros entrenamientos, gracias a los medidores de las zapatillas y el iPod Nano. Dos años más tarde Fitbit llegó al mercado en 2008, marcando un antes y un después en el terreno de las pulseras inteligentes.
Tras varios intentos de explotar los relojes para aumentar la experiencia de nuestro smartphone, Pebble fue un éxito en Kickstarter marcando las líneas de como debería ser un smartwatch, líneas que en muchos aspectos han seguido plataformas como Android Wear.
Y, pese a todo, es una tecnología en pañales
Y cinco siglos después de que Peter Henlein inventase ese collar-reloj que eran los huevos de Nuremberg, la tecnología wearable todavía no nos ha demostrado todo lo que es capaz de hacer. Todavía depende en exceso de otros dispositivos o es demasiado limitada para lo que el usuario quiere hacer con ella.
Sin embargo, lo largo de la historia de los wearables –a pesar de que muchos podrían pensar que es muy corta- es una demostración palmaria de que los humanos estamos ansiosos de poder equipar tecnología en nuestra muñeca, en nuestra ropa o en nuestro cuello. Es cuestión de tiempo que la tecnología alcance un punto de madurez en la que pueda satisfacer los intereses del público. Y en ese momento, que nadie dude de que serán un gran éxito.