Hace una semana publicamos un artículo en el que os contaba qué había aprendido tras cuatro meses usando placas solares fotovoltaicas. Me llamó mucho la atención que, pese a que muchos lo encontrasteis interesante, otros tantos hacíais hincapié en que no había hablado del precio de los paneles, el coste que había supuesto, etc.
Obviamente no fue un olvido por mi parte, es que es algo que quería tratar en un artículo aparte, y en esas estamos ahora mismo.
Ahora vamos a centrarnos en lo que cuesta una instalación y cómo dimensionarla, aunque dejo claro que se trata de una primera aproximación, que no vamos a intentar entrar en detalle en todo lo que hay que considerar, solo dar una idea de lo que tendríais que tener en cuenta antes de hacerlo. Obviamente, el precio varía en función de si lo instaláis vosotros, si contratáis una empresa para hacerlo y mucho más. Yo me centraré en contaros mi experiencia.
El momento perfecto
Cuando me compré mi casa tuve claro que, en algún momento, iba a montar una instalación fotovoltaica en el tejado. No sabía cuándo, ni de qué tamaño, pero era algo que tenía claro. Si vives en un piso el proceso es posible, aunque más complejo ya que tienes que tener en cuenta a la comunidad de vecinos.
En un principio pensaba hacerlo pasados unos años de la compra de la vivienda, porque supone un desembolso de varios miles de euros, pero hubo dos cosas que cambiaron eso.
Por un lado, el coste de la energía empezó a subir de forma desproporcionada, como seguro que todos sabréis y, por otro las administraciones estaban incentivando la instalación de este tipo de plantas fotovoltaicas mediante ciertas subvenciones.
Sobre lo primero no hay mucho que decir, cada vez pagábamos más de luz y eso iba a ser aún más en el futuro, como luego os contaré. Sobre lo segundo, tengo una anécdota curiosa.
Ojo con las empresas que instalan paneles solares
Un día llamó a mi puerta un comercial de una empresa de instalación de placas, muy amable, que me contó qué hacían, por qué me interesaba la instalación y demás. Le pedí presupuesto y me dijo que me lo mandaría en unos días.
Al cabo de poco me lo envió, un presupuesto que rondaba los 6500 euros para una instalación de 8 paneles fotovoltaicos, con una potencia total de unos 3.6 kWh.
Le pregunté si había algún tipo de subvención y me dijo que no, que se habían acabado. Quedamos en que me lo pensaría, y mientras tanto yo aproveché para investigar y pedir más presupuestos.
Busqué otras empresas por la zona y di con una interesante, que me gustó aún más cuando vi sus valoraciones en Google Maps. Llamé y pedí presupuesto. En este caso el importe era de algo menos de 6300 euros. Le pregunté si había algún tipo de subvención y me dijo que sí, que además la gestionaban ellos, y que yo sólo tendría que declararla en mi posterior declaración de impuestos anual.
Con esa llamada volví a hablar con la primera empresa y me dijeron que sí, que quizás había, pero que no compensaba porque entre unas cosas y otras al final me saldría más caro. Literalmente. Me reí y colgué. Nunca más supe de ellos.
Con esto quiero avisaros de las acciones de algunas empresas, de todo tipo, aunque en este caso hablamos de los instaladores de placas solares. Todo lo surrealista que fue el trato con la primera empresa lo fue de fluido con la segunda.
La gestión de las subvenciones demoró la instalación unos meses, pero compensó. Y sí, habría instalado igualmente la misma planta fotovoltaica con la misma empresa si no hubiera habido subvenciones, pero quizás lo hubiera hecho pasados unos años.
Eligiendo la cantidad de paneles
Una vez decidida la empresa (tuve en cuenta algunas más pero solo he querido describir el trato con las dos más relevantes) tenía que decidir el tipo de instalación que quería.
Según el uso que yo hacía de la casa me recomendaron instalar entre 6 y 8 paneles, para equilibrar el coste de la inversión y el gasto por la factura de la luz. De hecho, por eso el presupuesto es con 8 placas.
No obstante, yo tenía que prever dos cosas. Por un lado, iba a sustituir el termo en la casa en la que estaba, porque tenía ya demasiados años. Un termo similar al que tenía, de gas, suponía un desembolso entre el aparato y la instalación de unos 900 euros (había que revisar ciertas partes de la casa) y uno similar eléctrico salía por unos 250 euros, así que la elección estaba clara.
También tenía en cuenta que más pronto que tarde deberíamos sustituir los dos coches, y al menos uno de ellos sería eléctrico (esto lo contaré en otro artículo).
Ambas cosas importaban a la hora de hacer la instalación, porque es algo que no quieres variar meses después de haberla montado. Tras pensarlo opté por una instalación de 10 paneles con un inversor de hasta 5 kWh. El precio total era de unos 6800 euros.
El inversor que instalé, no obstante, es capaz de gestionar hasta 5 kWh, por lo que es viable una ampliación de la instalación a futuro, en aproximadamente un 35%, teniendo en cuenta las pérdidas y eficiencias de los paneles.
IBI y subvenciones
Como he contado, el que hubiera subvenciones no ha hecho que me haya decantado o no por realizar la instalación, pero sí ha condicionado el momento.
La subvención en Andalucía era del 40% del total del importe, aunque parte de esa subvención se ha de devolver a hacienda, como pasa con todas las subvenciones. En mi caso sería un 19%, es decir, unos 400 euros aproximadamente de los 2000 que aportaron, por ser una subvención de menos de 6000 euros.
También hay otra cosa a considerar. En función del municipio hay subvenciones en el IBI de la vivienda. En el caso del mío es del 30% sobre el importe anual. Teniendo en cuenta que mi IBI es de unos 800 euros, supone un ahorro de 240 euros al año. Esta subvención se mantiene durante la vida útil de la instalación, pero cada 5 años hay que contratar a un técnico que certifique que la instalación sigue en uso. Eso supone, aproximadamente, unos 100 euros cada vez.
Coste final y ahorros
Al final mi instalación ha tenido un coste de 4200 euros una vez descontadas las subvenciones, a lo que hay que sumar los 400 euros aproximados de la devolución a hacienda de parte de dicha subvención. Eso hacen un total de 4600 euros.
Por otro lado, tenemos un ahorro anual de 240 euros en el IBI, aunque hay que descontar la parte proporcional del certificado de uso de la instalación que hay que hacer cada 5 años para mantener esa subvención. Prorrateando nos da 20 euros. El ahorro neto anual del IBI es de 220 euros.
Como no podía ser de otra forma, el ahorro importante está en la factura de la luz y, como vimos en el artículo anterior, hablamos aproximadamente de un 50%, siendo conservadores. Unos 50 euros al mes con una suposición mayúscula: que el precio de la luz no cambie.
La palabra clave: amortización
Esa suposición es clave a la hora de estudiar la amortización de la instalación. Si el precio de la luz se desploma la instalación se amortizará en un plazo mayor, y si se dispara se amortizará mucho antes.
Como he dicho en todo momento, no pretendo hacer un desglose milimétrico de mi caso, sino contar a grandes rasgos lo que creo que hay que tener en cuenta.
Así pues, bajo la suposición de que el precio de la energía se mantendrá estable a largo plazo (por ponernos en un escenario neutral), la amortización la vamos a plantear de tres formas.
Por una parte, podemos pensar que la amortización será sólo con el descuento del IBI. Esto supone un ahorro de 220 euros al año con un coste fijo de 4600 euros. De esta forma, tenemos un plazo de amortización de 21 años, aproximadamente.
Si miramos la amortización solo considerando el ahorro en la factura de la luz tenemos que considerar el mismo gasto, pero con 600 euros de ahorro anuales (50 euros en cada uno de los 12 meses del año). El plazo de amortización sería de 7 años y medio, aproximadamente de nuevo.
La tercera opción es la real, sumando ambas. Los 4600 euros de gastos se analizan junto con los 820 euros anuales de ahorro (220 del IBI y 600 de la factura de la luz) para darnos un plazo de amortización de poco más de 5 años y medio.
Conclusiones finales
He querido hacer el despiece porque cuando hablo del ahorro mensual muchos me echan en cara que no tengo en cuenta los costes. En realidad sí, pero solo en el primer caso, el del IBI. Obviamente eso es algo que puede cambiar, y quizás dentro de 10 años no haya subvenciones, soy consciente.
Por otro lado, hubiera realizado la instalación igualmente sin subvenciones, pero en vez de en poco más de cinco años y medio la hubiera amortizado en unos 10 o 15 años, que era mi planteamiento inicial. La vida útil de una instalación fotovoltaica se calcula entre 20 y 25 años, lo que supone un ahorro bruto total de entre 16.400 y 20.500 euros, suponiendo que no haya arreglos que hacer o cambios en el IBI o la factura, claro. A eso se resta la inversión inicial, obviamente.
Con todo, lo más normal es que mi consumo de luz suba en los próximos meses, incluso llegando al que pagaba antes, con una importante diferencia: ese consumo energético será el reemplazo de todo mi gasto mensual en gasolina. Pero eso es parte de otro artículo que publicaremos más adelante.
Imagen de portada de Giorgio Trovato.
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