Aunque ahora nos parece algo muy normal, que los creadores de sistemas operativos lancen nuevas versiones cada año no ha sido algo habitual en las últimas décadas. Ni siquiera en los smartphones, al principio, veíamos estos plazos.
Sin embargo, poco a poco se ha convertido en un estándar y eso da dolores de cabeza a los fabricantes que tienen menos tiempo de margen para pulir fallos y necesitan más recursos.
Por eso muchos son reticentes a usar las versiones más actuales aunque en concreto a Google eso no le gusta porque empeora uno de los grandes problemas de Android: la fragmentación.
Nada de nuevos móviles con Android 7
Como cada año Google cierra el paso a los fabricantes que pretenden sacar nuevos terminales con versiones con más de 12 meses.
En esta ocasión ha sido marzo el mes elegido para poner fin a la certificación de dispositivos que salieran de fábrica con Android 7. A partir de este mismo mes de abril todos los móviles que quieran tener las aplicaciones de Google de manera oficial deberán usar Android 8.0 Oreo o una versión superior.
Esta decisión va de la mano con una que Google dijo que implementaría pero que todavía no hemos visto, la de impedir el uso de sus apps en dispositivos no certificados, algo que hacen muchísimas marcas chinas.
Nougat ha tenido más margen que Marshmallow
El proceso de certificación de móviles con Android 7 se ha cerrado siete meses después de la presentación oficial de Android 8. Esto significa que las marcas han tenido dos meses más de los que tuvieron con Android 6, cuya certificación caduco en enero del año pasado.
Esto en parte explica por qué la adopción de Oreo es más lenta que la de otras versiones del sistema. Google necesita o bien disminuir el ritmo de versiones del sistema o bien crear un protocolo que acelere las actualizaciones.
Para eso se diseñó Treble pero por el momento no parece que esté teniendo mucha acogida entre los constructores.