En apenas dos años, Google Glass pasó de ser presentado de la manera más espectacular posible, con un salto en paracaídas desde un dirigible en directo por Hangouts, a ser completamente ignoradas en la última Google I/O donde Android Wear y Android Auto robaron todo el protagonismo.
En un primer momento las gafas de Google capturaron la imaginación e todos -esas gafas de realidad aumentada que te iban a permitir ver el mundo como Terminator-, pero esa euforia inicial se vino abajo rápidamente cuando empezaron a surgir las dudas al respecto cómo iba a afectar nuestra privacidad.
Tras tres años de desarrollo sin pasar de ser un prototipo, el abandono de buena parte de los desarrolladores que habían comenzado a trabajar en aplicaciones para las gafas y la marcha de Babak Parviz -responsable del proyecto, que abandonó Google el 15 de julio para ocupar un cargo de vicepresidente en Amazon- parecían clavar los últimos clavos en el ataúd de un proyecto que comenzó siendo ilusionante pero que se encontró muchos más escollos de lo que había previsto.
Intel se mete en el corazón de Glass
Pero ante estos rumores, Google ha decidido dar un golpe sobre la mesa y anunciar un cambio en el fabricante de chips, ahora será Intel, y un lanzamiento a un precio inferior a los 1000 dólares a lo largo de 2015 (en 2013 Google lanzó una pequeña remesa por 1500$ a un reducido grupo de probadores), posiblemente con un precio similar al de un smartphone.
Intel se ha quedado atrás en la carrera de los smartphones en favor de Qualcomm y ha aprovechado el momento de dudas que sobrevuela el proyecto de Google para hacerse con un proyecto -quitándoselo a Texas Instruments Chip- que tal vez no parezca la golosina que podía ser años atrás pero que aún está a tiempo de reavivar el vuelo y lanzar sus procesadores en un campo aún por explorar. Precisamente por esto ha hecho alianzas con Luxottica para apostarlo todo por los wearables.
Además, alianzas como la que Google ha firmado con APX labs, una empresa centrada en software de realidad aumentada para el mundo profesional, invita a pensar que los de Mountain View han modificado su público objetivo y en vez de dirigirse al gran público podrían haber optado por enfocarlo al mundo industrial y sanitario, donde pueden tener una utilidad real y alejadas de las dudas que suscitan sobre la privacidad.
Las gafas inteligentes en el sector sanitario
Sin embargo, Manuel Bellver, cirujano del Hospital Clínico Universitario de Valencia se muestra escéptico sobre lo que puedan aportar las gafas de Google en el campo sanitario. «En quirófano nada está improvisado todo se estudia antes, por no hace falta buscar información in situ, y para controlar las constantes ya está el anestesista, que evidentemente no puede abandonar el quirófano». «Pero hay que esperar a ver cómo lo desarrollan» concluye «igual encuentran una utilidad y en unos años son indispensables».
Por su parte, Rafael Tamburri, del Gómez Ulla, sí que le ve aspectos interesantes: «hay veces que por circunstancias -desastres naturales o atentados- o emergencias en las que te ves obligado a trabajar sin preparación o con menos personal del que debería. En esos casos está cobrando importancia la telemedicina, donde con una cámara y un monitor tienes a un especialista que puede estar a miles de kilómetros guiándote en el proceso. Las Google Glass pueden mejorar el flujo de información en ese tipo de operaciones«.
¿Afectarán realmente a nuestra privacidad?
Google Glass ya se han prohibido en algunos restaurantes, cines, casinos y el Estado de Virgina no permite su uso al conducir. Y también se ha prohibido en clubs de striptease, si teníais pensado usarlas en uno. Realmente, las dudas que estos aparatos suscitan sobre cómo afectarán nuestra intimidad no debería ir mucho más allá de lo que puede hacerlo un smartphone.
Es cierto que no sabremos si alguien que lleva Google Glass nos está grabando, pero también es cierto que realmente no sabemos si ese señor que parece que está mirando su Whatsapp delante de nosotros en el metro realmente lo que está haciendo es sacarnos fotos, ponerles un filtro pervertido y subirlas a Instagram.
Las gafas inteligentes se controlan mediante gestos y voz, con lo que si el señor dice «ok, Glass, saca una foto al escote de esa señora» podemos tener, de hecho, más indicios de que están invadiendo nuestra privacidad que si lo hacen con un smartphone.
Lo que realmente debería dar que pensar es si es realmente tenemos la necesidad de un gadget que nos esté permanentemente colocando notificaciones delante de nuestros ojos. A veces ya son suficientemente intrusivas cuando lo que hacen es pitar desde el bolsillo o la muñeca como para tener que mirarlas al instante prácticamente por obligación.
Otro enchufe más
Otra duda que suscitan las gafas son la batería. Ya nos hemos acostumbrado a cargar cada noche el móvil (o incluso un par de veces al día), ahora nos va a tocar acostumbrarnos al reloj y si a eso le tenemos que sumar también cargar las gafas vamos a tener que convertir nuestra casa en una central hidroelectrica para poder alimentar tanto enchufe.
Además, las gafas deben estar permanentemente conectadas por bluetooth al teléfono, aumentando así su consumo, algo que sin accesorios ya es un problema para muchos usuarios.
Afortunadamente parece que tendremos un nuevo modelo de Glass donde el diseño habría sido remodelado, mucho más minimalistas.
Unas gafas buscando su lugar en el mundo
No cabe duda de que para un cirujano o dentro de sectores industriales las Google Glass pueden tener llegar a una gran utilidad. Para el gran público, el público que ha convertido a los smartphones en el éxito que han sido, seguramente el interés sea mucho más limitado y se solape con los relojes inteligentes.
Además, Google puede encontrar otro escollo: la competencia. Cuando presentaron sus gafas, eran los únicos que ofrecían algo así, pero la lentitud de su desarrollo ha permitido a la competencia diseñar productos similares, como las presentadas por Atheer Labs.
Seguramente se acabará encontrando un nicho de mercado en el que estos dispositivos tengan éxito, incluso puede que la alianza con Ray Ban las convierta en un producto de diseño, pero pensar que puedan popularizarse como los smartphones es más complicado. ¿Vosotros qué pensáis? ¿Dará Google con la tecla o las Google Glass pasarán a ser uno de esos sonados fracasos tecnológicos?