Este año nos vamos a divertir. En unos meses se celebran en España elecciones autonómicas y municipales, el 27 de septiembre viviremos unas elecciones a la Generalitat de Cataluña marcadas por el debate independentista, y a finales de año, o enero de 2016, tendremos unas generales a las que puede que hasta cuatro partidos lleguen con opciones de ganar. Y por si no habíamos tenido suficiente democracia en vena, el 8 de noviembre de 2016 se celebran elecciones presidenciales en EEUU, lo que viene siendo elegir al presidente del mundo, más o menos.
Hace diez años, a pocas horas de unas elecciones generales en las que Mariano Rajoy era favorito según las encuestas, la calle Génova se llenó de manifestantes clamando por las mentiras que había contado el Gobierno sobre la autoría del atentado terrorista que unos días antes había segado la vida de 192 personas y había herido a otras 1858 en la Estación de Atocha de Madrid. Finalmente, tras aquellas elecciones Jose Luis Rodríguez Zapatero se convirtió en el quinto presidente de la democracia española.
Aquellas manifestaciones no tuvieron una convocatoria oficial, pero tampoco es preciso calificarlas de espontáneas. Se organizaron a través de un simple SMS que se viralizó y desembocó en unas protestas que fueron un clavo más en el ataúd que el PP se preparó con su forma de de reaccionar ante la masacre. Y fue un simple sms, 160 caracteres que costaba un puñado de euros enviar. Diez años después aquellos teléfonos que justo podían llamar y mandar mensajes han sido sustituidos por unos potentes ordenadores de bolsillo, que pueden enviar texto, imagen, video, y distribuirla de forma masiva por las redes sociales y plataformas de mensajería instantánea. ¿Cual ha sido el impacto de los smartphones en la comunicación política?
Las redes sociales, ¿un ring sobrevalorado o mal explotado?
En 2014, 21,4 millones de españoles accedió a Internet a través de su móvil, lo cual supone una buena parte de los 35.779.491 votantes inscritos en el censo electoral de 2011, aunque es cierto que ambas cifras no son correlativas ya que muchos usuarios de smartphones son menores de edad. Aun así, supone una cifra enorme y muy golosa para los partidos políticos, y siete de cada diez personas que ingresan en las redes sociales, lo que convierte a tu smartphone en un ring muy disputado por los partidos políticos.
En 2013, un estudio aseguró que podía predecir el resultado de unas elecciones a través del número de seguidores en Twitter, sin embargo una buena campaña en las redes sociales no implica un buen resultado electoral si esta no se ve acompañada de los medios tradicionales, y un gran reflejo de ello es el resultado de eQuo en las últimas elecciones generales de 2011. Se trataba de un partido de formación nueva y sin presupuesto y sin cuota de espacios gratuitos en televisión y radios, sin embargo en unos meses se convirtió en el partido con más «me gusta» en Facebook, superando ampliamente al PP, que era el segundo. Más de 76.000 me gusta frente a los 48.ooo de los populares, y sin embargo eQuo no logró ni un sólo escaño, y el PP mayoría absoluta. Y eso que dar al botón «me gusta» de Facebook implica una mayor identificación que el botón de «seguir» de Twitter.
No cabe duda que las redes sociales son uno de los medios con mayor potencial para transmitir tu mensaje, pero parece que de momento si la campaña digital no va acompañada de una en los medios tradicionales no tiene un gran efecto. Todos los grandes partidos tienen perfiles en los distintas redes sociales, igual que muchos de sus líderes, sin embargo, no siempre lo usan bien, limitándose a escupir sus eslóganes olvidando que las redes son un medio bidireccional, donde se puede organizar debates y contestar a aquellos que comenten tus mensajes.
Es cierto que en muchas campañas el candidato se sienta un rato frente al ordenador, contesta cuatro tuits, se hace la foto y se va, pero esto en ocasiones forma parte más de la campaña tradicional, como la foto besando a un bebé, que realmente una voluntad de participar en un debate abierto como el que podría generarse en una red social y más sabiendo que se puede contestar en cualquier momento y en cualquier lugar gracias a un smartphone. Por desgracia, aun nos queda mucho para ver un debate político de nivel en las redes sociales, más allá de peleas de patio de colegio como el de Podemos y PP a raíz de las comparativas con personajes de Los Simpson. Nivelazo.
Apps, un panorama desolador
Las aplicaciones nativas son una de las herramientas más poderosas que se pueden tener en un teléfono, pero el panorama entre los partidos políticos españoles es desolador. El PP, partido que nos gobierna, por llamarlo de alguna manera, tiene una aplicación en PlayStore, actualizada por última vez en 2011 y que se cierra al abrirla. Triste, pero es bastante más que el PSOE, que ni siquiera tiene una aplicación propia -sí lo tiene el PSOE de Andalucía-.
Precisamente son los partidos nuevos y emergentes, UPyD, Podemos y Ciudadanos, los que han apostado por las aplicaciones, siendo posiblemente el partido de Rosa Díez quien mejor trabajo ha hecho en este sentido, con un acceso a su programa y una sección donde aborda distintos temas desde el punto de vista del partido.
Ciudadanos, de origen catalán, ha lanzado una aplicación dedicada a su sección madrileña, sencilla pero que permite enviar directamente propuestas y consultar su agenda, noticias y acceso para seguirles en las redes sociales. Todavía no explota todas las posibilidades de una aplicación, pero las funciones básicas las cumple bien. Por su parte, el partido de Pablo Iglesias ofrece una aplicación mucho más completa y vistosa, pero con un enorme pero: para entrar te pide rellenar un farragoso formulario que puede echar para atrás a aquellos que sólo busquen información.
Una buena aplicación podría ser una magnífica arma para un partido político, permitiendo acceso por ejemplo al calendario o enviar notificaciones. Es cierto que esto puede ser visto como algo intrusivo por parte de muchos usuarios, pero también es cierto que quien se descarga una aplicación de un partido político es porque tiene una cierta afinidad con él, por lo que si se hace de la forma adecuada podría ser una magnífica manera de interactuar con el potencial votante.
Whatsapp en política ¿puede usarse?
Pero si hay una aplicación que está instalada en prácticamente todos los teléfonos y que se usa prácticamente todos los días, ese es el Whatsapp, y los políticos se han lanzado a conquistarlo. No sólo se trata de una herramienta de uso extendidísimo, sino también una tremendamente íntima, que puede formar un vínculo afectivo con el votante de una forma mucho más efectiva que Twitter o Facebook. El PSOE ya permite suscribirse a través de su página web a un servicio para recibir sus mensajes en tu Whatsapp, y otros partidos como Toni Cantó o el presidente extremeño José Antonio Monago ya han ofrecido a los ciudadanos un número de teléfono para ponerse en contacto con ellos -o con su equipo, seguramente-.
Pero el uso del Whatsapp también levanta ciertas suspicacias, como el tratamiento que se hará de nuestros datos privados -número de teléfono, foto de perfil o última hora de conexión-, pero también sobre si se ajusta a los términos de uso de Whatsapp, que limitan su uso únicamente a comunicaciones personales, lo cual dejaría fuera usos como el que le da el PSOE, y seguramente también el de Toni Cantó o Monago, ya que como hemos dicho estos números posiblemente no sean los suyos personales sino uno gestionado por sus equipos.
El selfie: que otros hagan la campaña por mi
Uno de los frutos que nos han traído los smartphones son los selfies. Sí, el autoretrato existe desde mucho antes que el primer teléfono con cámara, pero en los últimos años ha experimentado un boom sólo explicable por tener un dispositivo con cámara permanentemente en tu mano. Y sí, esta fiebre ya ha sido utilizada como arma electoral.
Concretamente, fue en la India, donde Narendra Modi, actual presidente, instaló en la región de Delhi más de mil cabinas con una cámara en la que la gente se podía hacer un selfie y gracias a una app en este aparecería el presidente. La foto era enviada por correo al teléfono del fotografiado y desde ahí lo podía subir a las redes sociales, donde si alguien veía a varios amigos participando de la campaña del presidente podían verse inclinados a votarlo ellos también. Para rematarlo, después se hizo un mosaico con los selfies que los votantes se habían sacado. La campaña fue un éxito, pero no lo suficiente como para ganar las elecciones regionales, objetivo de la campaña.
Mucho camino por recorrer
Aunque los partidos ya parecen intuir la importancia que pueden tener los smartphones en la comunicación política, todavía falta mucho para que el uso de estos en campaña alcance su madurez. En realidad, aunque parezca que llevan toda la vida con nosotros, los smartphones, extendidos a nivel masivo como están ahora, es solo cosa de unos años.
En 2008, cuando Obama ganó las elecciones con una campaña que por muchos fue calificada de revolucionaria por el uso de las redes sociales, la penetración de los smartphones en el mercado americano era de únicamente un 22% frente al 63% actual. No cabe duda de que aún nos queda por ver muchas nuevas formas de explotarlos en campaña política y, quien sabe, igual las elecciones presidenciales americanas de 2016 son un nuevo salto evolutivo. De momento nos tenemos que conformar con Celia Villalobos jugando al Candy Crush