Android no se ha hecho fuerte en dos días. Tras años de evolución, muchas fueron las víctimas que se quedaron en el camino. Y las que vendrán.
No se puede decir que Android haya plantado guerra como tal, pero sí que tiene cierta evolución épica. Los números lo confirman: de unos inicios humildes ha pasado al primer puesto en casi todo. Popularidad, dispositivos que lo utilizan a diario, millones que es capaz de generar para todas las marcas que lo apoyan… No hay duda, Android es mucho Android.
El ascenso meteórico de Android dejó un buen montón de víctimas a su paso. La mayor parte de ellas por infravalorar las capacidades de Google por crear un sistema operativo que, basándose en software libre, ha conseguido una experiencia que mezcla gran cantidad de ingredientes en su coctelera. Es fácil de usar, versátil, potente, personalizable, no hay rangos de precio estipulados para los dispositivos que lo instalan…
Los inicios fueron duros, a Google le costó impulsarlo
El iPhone marcó tanto a fabricantes y móviles que cambió a Android antes de salir. La anécdota la ha contado Andy Rubin más de una vez: variaron el prototipo de smartphone desde un estilo BlackBerry, con teclado físico inferior, a un dispositivo con la pantalla ocupando todo el frontal, a lo iPhone. El HTC Dream/G1 es el primer Android. Ya evidenciaba el camino por el que andaría el sistema.
Google nunca ha tratado de acabar con el iPhone, más bien al contrario. Por más que parezcan competencia, las aplicaciones de Google forman parte del móvil de Apple desde el primer día. La estrategia está clara: establecer una experiencia uniforme para que el usuario use los servicios de la Google con independencia de la plataforma. Eso sí, sólo en el iPhone, al resto de sistemas no les ha puesto la alfombra roja.
Las primeras víctimas fueron los sistemas operativos «dinosaurio»
El primer damnificado importante fue la plataforma Symbian. Nokia menospreció Android. Y combatió la creciente ola capacitiva con dispositivos como el Nokia 5800 Express Music, quinto móvil más vendido de la historia, pero eso no evitó el desastre: Symbian acabó muriendo. Y con él Nokia, por más que la marca saliera a la palestra dos veces más, como sabemos.
BlackBerry también menospreció a nuestro Android. El sector ejecutivo aún aguantó con los smartphones con teclado, pero la compañía debía evolucionar el formato quitando su teclado distintivo. Rediseñó por completo BlackBerry OS hasta conseguir BlackBerry 10, una maravilla de sistema operativo según mi opinión. Fiable, con gestos, potente… Y podía arrancar apps Android. Tenía su rollo instalarlas, pero se podía. No le sirvió de nada: BlackBerry claudicó finalmente.
BlackBerry 10 es un excelente sistema operativo, pero llegó demasiado tarde
Hubo otros intentos de convertirse en la eterna tercera alternativa. Maemo, con Nokia, un experimento que evolucionó en MeeGO para acabar siendo Tizen (Samsung lo unió con Bada). Firefox OS y Ubuntu OS son otras dos víctimas que ni siquiera tuvieron su oportunidad masiva. WebOS, de Palm, pareció que obtendría su trozo de pastel, pero ahora está en las teles de LG. O Jolla, que aún sobrevive gracias al empeño de desarrolladores finlandeses (ex Nokia y ex MeeGO).
El tercer puesto del podio pareció ocuparlo Microsoft. Con un éxito que ha involucionado: de las altas expectativas a convertirse en un porcentaje ínfimo a nivel global. Y eso que tuvo a Nokia desarrollando móviles en la empresa. Malas decisiones, avance lento de la plataforma y Google torpedeándola al no desarrollar aplicaciones para ella. Ni siquiera YouTube, algo impensable en un sistema móvil.
Windows 10 para móviles aún mantiene cierta cuota, pero será complicado que Microsoft consiga revivirla. Una lástima: es una muy buena opción que no ha sabido difundirse como debía.
Una víctima que no suele tenerse en cuenta: Android
Google, Android y todos los fabricantes que han confiado en el sistema, además de sus usuarios, lograron auparse al «top one» en términos de uso y distribución. Esto conlleva una gran responsabilidad que, por desgracia, no siempre se atiende. Como resultado, el sistema pierde su identidad en favor de lo que cada marca estima oportuno.
Android pierde su identidad. Menos Open Source, experiencia exclusiva en Pixel, exceso de capas…
No tiene por qué ser malo: que cada móvil posea un estilo propio ayuda a que el fabricante pueda distinguirse ofreciendo herramientas, aplicaciones y uso únicos. Cada marca tiene su capa, aplica las actualizaciones a su manera, integra más o menos aplicaciones exclusivas… Tiene sus ventajas con un coste en forma de víctima: Android.
¿Sabemos cómo es el aspecto original del sistema? Quienes conocemos los móviles AOSP, sabemos lo que es el Google Pixel o instalamos ROMS con estilo stock no tenemos problemas para diferenciarlo, pero eso no ocurre en la inmensa mayoría de personas. Haz la prueba: elige a un amigo poco tecnológico y pregúntale sobre qué sistema tiene su smartphone. Si es un iPhone no tendrá problema, algo que no ocurre en el caso de los Android. Te dirá que es un Samsung, Huawei…
Nuestro sistema está auto canibalizándose. Y la prueba la tenemos en el Google Pixel: un último intento de Google por marcar la diferenciación sobre lo que él considera las bases de Android, pero impidiendo al resto acceder a sus valores diferenciales. Después de tantos éxitos sería muy triste ver que Android también es una víctima de sí mismo. Y me temo que ya estamos asistiendo a este desenlace…