El pasado martes llegué a casa pasadas las 12 de la noche. Antes de irme a dormir hice la clásica revisión de qué se ha comentado en los grupos de trabajo en mis horas de ausencia. Tenía cerca de 200 mensajes no leídos entre dos de los grupos. En un primer momento pensé que había habido crisis, pero dos crisis simultáneas en dos trabajos distintos era demasiada casualidad. Pero no. Eran dos crisis. Eran gente adulta, en teoría responsable -del buen hacer de algunos de ellos depende también parte de mi sueldo-, a los que les había dado por buscar y capturar Pokémons con la cámara y compartir todas sus aventuras en el mundo exterior. Matadme, por favor.
No voy a criticar a Pokémon Go en sí, porque el concepto del juego me parece una gran idea y de haber sido posible en su momento quizá la franquicia hubiera nacido con un juego así. Además, mi experiencia con el juego se reduce a descargarlo, crear el personaje, capturar un Charmander, ver que me había chupado un 15% de batería en unos minutos y desinstalarlo.
En su día disfruté como un enano con Pokémon Rojo -tendría unos 12 años- y más tarde con Pokémon Plata. Incluso, hace no tanto me compré el remake de Plata para Nintendo 3DS y lo disfruté, aunque no lo llegué a terminar. El problema, para variar, no es el juego: son los humanos. Que Pokémon Go lo iba a petar estaba claro desde que se anunció hace poco menos de un año, pero la reacción que hemos visto esta última semana ha sido absurda y totalmente desproporcionada, que uno llega a la oficina con ganas de trabajar y se topa con cosas así. Y luego el jefe se queda sin pokéballs y saca el látigo.
Estamos hablando de un juego que ha hecho que haya usuarios de iOS -insisto, adultos, responsables, incluso con pareja- que para poder jugarlo han hecho todo el proceso de crear una cuenta australiana de Apple sólo para poder bajarse el juego. De verdad, me tienen hasta el Pikachu.
La fiebre de Pokémon Go y estupidez, un gran combo
Las imágenes de riadas humanas por parques buscando al pokémon de turno son dignas de la fiebre del oro o de miembros de una secta dirigiéndose hacia el lugar de la segunda venida de Cristo. Claro que en el primer caso un buen hallazgo te solucionaba la vida y en el segundo te da la salvación eterna. En Pokémon Go capturas un maldito Magikarp.
Una de las grandes virtudes de Pokémon Go es que te hace salir al exterior. Porque un juego de móviles te tiene que recordar que es sano salir de la cueva de vez en cuando, claro que sí. La parte buena es que al menos nos ha deleitado con algunas noticias de esas que ponen de manifiesto que si la humanidad ha llegado a dominar este planeta no es necesariamente por su inteligencia.
- Disparan a un Youtuber mientras buscaba un Pokémon en el bosque (tiene pinta de ser falsa, pero es cuestión de tiempo que acabe ocurriendo realmente)
- Ladrones usan Pokémon Go para tender emboscadas a los Ash Ketchum de la vida
- Un usuario de Reddit se rompe el pié al caer en una zanja mientras perseguía un pokémon
- El Departamento de Transporte de Washington tuvo que pedir que no se buscasen pokémons conduciendo
- Un adolescente encuentra un cadáver mientras jugaba a Pokémon Go
- Caza de pokémons en lugares sagrados
Algunas noticias delirantes más han aparecido estos días, como que el Estado Islámico se había hecho responsable de los fallos de los servidores, o que un joven había sido abatido a tiros al meterse en propiedad privada (¡Un redneck con escopeta salvaje apareció!). Estos últimos titulares, para nuestro alivio, son falsos.
¡Y los medios usaron surf!
Una parte importante de responsabilidad en esta locura colectiva la tenemos los medios, que siempre estamos dispuestos a subirnos a todas las olas con tal de viralizar noticias y captar visitas -lo sentimos, querido lector, pero de algo tenemos que comer-. Pero sí, yo también me caí de la silla cuando entré en el apartado de edición de El Androide Libre y vi que de siete artículos que se estaban preparando, cuatro eran de Pokémon Go. Ya sabéis, sed bienvenidos, amigos de El Pokémon Libre.
Queda por ver cuánto dura la fiebre colectiva esta, a la que se están sumando empresas como Wallapop, que esconde Pokémons entre sus productos. Yo por mi parte disfrutaré del colapso de la civilización que dio lugar a la ilustración mientras uso Tinder como si fuera Pokémon Go.