El ocio cambió radicalmente en los últimos años. Y lo hizo a tal velocidad que, si comparásemos cómo escuchábamos música, veíamos películas y leíamos libros hace 15 años y ahora, comprobaríamos que casi pasamos de la noche al día. Analógico contra digital, adquisiciones mínimas frente a colecciones cada vez más grandes, compra al detalle contra streaming al por mayor…
Internet lo cambió todo, ésa es la realidad. Y no debe servir para quejarse contra los nuevos consumos del gran público, sino que debemos aprovechar las tendencias para sacarles el máximo rendimiento. De ahí que me hiciese abonado a los servicios de streaming musicales abandonando a mi reproductor de MP3 que me acompañó sin flaquear durante más de cinco años.
Experimento: recuperar el MP3 del cajón y comprobar qué escuchaba entonces
Os propongo el mismo experimento: id a ese cajón en el que acumuláis las joyas tecnológicas y recuperad el reproductor de MP3 que llevaba años sin poner una canción. Cargadlo (estará seco), ponedle unos auriculares y dadle al «play» en aleatorio. ¿Escuchabais entonces la misma música que ahora? ¿Ha cambiado vuestro estilo musical adaptándose a las nuevas tendencias? Y no sólo eso.
Escuchar la música al almacenada en un viejo MP3 es como viajar al pasado
Este experimento, que realicé yo hace unos días, no sólo me recordó grandes clásicos que había dejado de escuchar, también consiguió que me diese cuenta de mi evolución con respecto al consumo de música. Antes podía comprar los discos que más me apetecían, también descargaba alguna canción suelta si no me convencía lo suficiente el grupo o el álbum y el proceso continuaba siempre de la misma manera: traslado al ordenador (mediante descarga o «ripeo» del CD, qué tiempos), subida al MP3 y salida con los auriculares puestos.
El reproductor de MP3 era el centro de mi experiencia musical. Igual que antes lo fue el radiocasete portátil (tenía su encanto el darle vueltas a la cinta con el boli para no gastar las pilas), el Discman (eso sí era un armatoste, no el primer Galaxy Note) y la radio FM a secas, que también formó parte de mi elenco imprescindible de dispositivos. Pero el iPod abrió tal mundo de posibilidades que la ruptura con lo anterior fue abismal. Algo menos de lo que supondría el salto a los servicios de streaming.
10 GB de música en el espacio de una cajetilla de tabaco, la locura
En la época en la que yo tuve mi primer iPod (la segunda generación, aquella que ya era compatible con Windows) aún se estilaba el reproductor MP3 gigante de Creative, aquél que no se distanciaba mucho de un Discman (en tamaño, el peso era mucho mayor). Y tener un reproductor con capacidad para miles de canciones que, además, ocupaba y pesaba poco, le daba verdadero sentido a escuchar música en cualquier parte.
No importaba el modelo: el reproductor MP3 se convertía en un tesoro
Este tipo de dispositivos permitieron que pudiéramos llevar encima toda nuestra biblioteca musical y también avivaron la descarga y consumo del MP3 aupándolo al formato de archivo de audio más conocido. Un formato muy polémico: mínimo espacio, comprimido sin pérdida notoria de calidad (depende del bitrate y de la propia compresión) y creado por el Instituto Fraunhofer con patente de dicho instituto y del fabricante Thomson.
Dejando de lado la historia del famoso MP3, los reproductores portátiles de archivos comprimidos supusieron una tempestad para las discográficas y una alegría para los usuarios. En lo personal, pasé de llevar CDs, pilas y el discman a salir con mi reproductor más feliz que quien se va de vacaciones. Y así estuve hasta que se popularizaron los smartphones y llegó Spotify con su servicio de streaming con opción a descarga en móviles.
Spotify cambió la manera de acceder a la música desde el móvil
No es que el cambio de los MP3 a Spotify fuese repentino, pero el periodo de adaptación fue corto una vez el servicio publicó su app móvil con la posibilidad de descarga para las playlists. En aquellos tiempos iba con el reproductor de MP3 y también con el smartphone, nunca me acostumbré a cargar directamente las canciones (sigo sin hacerlo); por lo que la opción de descargar toneladas de música sin abonar un extra más allá de la suscripción era (y es) un auténtico chollo.
La aplicación de Spotify para móviles se estrenó en julio de 2009 para el iPhone y en septiembre de ese mismo año también para Android. Sólo válida para los suscriptores o usuarios premium, ambas aplicaciones daban acceso al catálogo de musica por streaming y también a la descarga de las listas de reproducción, punto atractivo de la app. Y yo me enganché por estas razones:
- El catálogo de Spotify era (es) inmenso.
- No hay límites en la descarga y streaming.
- El coste mensual es ridículo en comparación con el catálogo disponible.
- La aplicación siempre ha sido un buen reproductor de música: no había pérdida apreciable de calidad entre escuchar MP3 guardados o las playlists.
- Las listas almacenadas permanecen actualizadas sin que se deban gestionar manualmente (subir los MP3 siempre me pareció un engorro).
- Varios usuarios pueden escuchar y descargar música con sólo crearse su propia playlist.
- No menos importante: toda la música es 100 % legal.
Sólo era cuestión de tiempo: el móvil y Spotify me aportaban más comodidad, inmediatez y un catálogo musical enorme, por lo que dejé de adquirir música por otros canales. También de comprar discos en formato físico: el último CD que entró en casa lo hizo hace más de seis años. Y sin que haya dejado de escuchar música: reproduzco varias horas cada día, especialmente mientras trabajo.
Adiós reproductor de MP3, hola smartphone
Ya os he contado todas las razones por las que abandoné los reproductores de MP3 para quedarme en exclusiva con los servicios de música por streaming. Primero Spotify, luego Deezer y, desde hace un par de años, mi elección es Google Play Music. Algo que os recomiendo: además de tener un buen catálogo y un precio equiparable a la competencia, ofrece descuentos en la compra de apps y otras promociones puntuales. Aunque sin app oficial para ordenadores, ahí Spotify le lleva mucha ventaja.
En mi móvil suelo llevar la misma lista de Play Music que voy actualizando con frecuencia. En la actualidad, dicha lista tiene 421 canciones y pesa 3,72 GB. A modo de curiosidad, en mi antiguo iPod hay 1260 canciones con 7,8 GB ocupados. No está mal para ser un dispositivo de hace más de diez años.
Haced el mismo experimento. Recuperad el MP3 del cajón, cargadlo y escuchad la música que disfrutabais entonces. ¿Ha variado mucho el estilo? Y otra pregunta clave: ¿también cambiasteis los MP3 por las listas descargadas o preferís tener a buen recaudo todos los MP3?