Malos tiempos corren para trabajar en Intel. La compañía estadounidense ha anunciado que 12.000 de sus empleados pueden ir empezando a empaquetar sus cosas en una caja, y entre este año y el 2017 poco a poco todos ellos irán siendo amablemente invitados a abandonar la empresa. El progresivo derrumbe en las ventas de los PCs (a día de hoy nos movemos en unas cifras similares a las del año 2007, según datos de la agencia Gartner) ha obligado a una de las empresas tecnológicas más importantes del mundo a aplicar duros recortes en su plantilla, pero… ¿cómo ha llegado Intel a esta situación?

Tras haber sobrevivido al nacimiento de Microsoft, a la explosiva expansión de Internet e, incluso, a lo que por algún tiempo fue la era del ordenador portátil, pasando también por el resurgimiento de las cenizas de una Apple que volvía a estar a los mandos de Steve Jobs, lo cierto es que Intel está en uno de sus mejores momentos (55,9 mil millones de dólares en ingresos durante el 2015, según su propia nota de prensa). Pero, tras 48 años liderando en el mercado, la compañía parece haberse visto superada por la evolución del sector tecnológico que ha tenido lugar en los últimos años.

Y si hubo un momento de su historia en el que Intel tuvo la oportunidad de garantizarse su futuro para la próxima década, eso fue desde luego la oferta de participar en la fabricación del procesador que daría vida al primer iPhone. Una oferta que, por cierto, Intel rechazó.

Intel, ¿te encargas del procesador de mi futuro iPhone?

Corría el año 2005. Bajo el mandato de Paul Otellini, Intel estaba comenzando a adentrarse en uno de sus mejores momentos financieros. El dinero entraba a raudales (los ingresos oscilaban entre los 30 y los 40 mil millones de dólares, y seguían un ascenso más o menos constante), y tras haber conseguido que Apple apostara por los procesadores Intel x86 en los Mac (*), el mundo estaba a los pies del fabricante de semiconductores. Y en ese momento llegó una oferta, una oferta que la compañía aparentemente sí podía rechazar.

«Tienes que recordar que todo ocurrió antes de que el iPhone fuera presentado, y nadie se imaginaba en lo que se acabaría convirtiendo el móvil de Apple«, se lamentaba Otellini en una entrevista concedida allá por el año 2013 en TheAtlantic.com. «Al final«, prosigue el que hace más de tres años dejó de ser el CEO de Intel, «todo se reducía a que el precio [que Apple estaba dispuesta a pagar por el procesador] estaba por debajo de los costes que pronosticábamos«.

«Tenía que haberme dejado llevar por mi instinto», Paul Otellini, ex-CEO de Intel (2005-2013)

Así las cosas, Intel terminó por dejar escapar la oportunidad de dar vida al que se acabaría convirtiendo en el primero de la saga de los móviles más populares del mundo. ¿Y de quién era entonces el procesador que acabó incorporando el iPhone presentado en 2007? De ARM, el que a día de hoy es uno de los mayores competidores de Intel en el mercado.

ARM, el gigante dormido

Ni Intel ni AMD (otra de las compañías estadounidenses de referencia en el sector) fueron capaces de ver a tiempo la que se les venía encima. A partir de ahí, ARM empezó a diseñar una estrategia que, en pocas palabras, consistía en licenciar sus diseños de procesadores a otros fabricantes (algo así como un «te entrego la base y tú haz con ella lo que veas oportuno«). Qualcomm, MediaTek, Marvel o Nvidia son ejemplos de grandes empresas que utilizan la estructura de ARM para sus populares modelos de procesadores.

Mientras un microprocesador de Intel se vendía por 100 dólares, un procesador basado en la arquitectura de ARM costaba 10 dólares. Y eso en 2013.

A día de hoy, la presencia de los procesadores de Intel en el mercado de la telefonía móvil es prácticamente anecdótica. Más allá de los Snapdragon de Qualcomm, los MediaTek o los Exynos de Samsung, tan solamente unos pocos móviles como el Lenovo K9000 (Intel Atom Z2580) o el Asus ZenFone 2 (Intel Atom Z3580) se han atrevido a apostar por incorporar un producto de Intel en sus entrañas. El motivo, como todo en la vida, es puramente económico.

Y es que, aunque en los tiempos del iPhone los procesadores de Intel eran evidentemente más potentes (allá por el 2008, a un alto cargo de la compañía se le escaparon unas palabras bastante duras contra ARM, tal y como recogieron en AppleInsider.com), lo que ARM proporcionaba eran unos procesadores que apostaban por el consumo contenido de energía. Y eso en un móvil era -y sigue siendo- una cuestión básica, por delante incluso de la potencia pura y dura.

El futuro de Intel

El Internet de las Cosas, los centros de datos (lo que incluye servicios en la nube) y los convertibles dos-en-uno son, a medio plazo, los objetivos en los que aparentemente Intel centrará sus esfuerzos durante los próximos años.

En lo que se refiere a la telefonía móvil, a lo largo de los últimos años Intel ha tratado de hacer algún que otro guiño a Apple para participar en la producción del cerebro de sus dispositivos. Aunque todavía no existen datos oficiales, en la red ya se habla de la posibilidad de que Intel pueda arrimar el hombro en la producción de los procesadores que darán vida al futuro iPhone 7 (ValueWalk.com).