Cuando se entra a valorar los números de las tiendas de aplicaciones móviles, éstos tienden a marear. 2.091.352 apps en la tienda de Android (según AppBrain), 6.163 millones de móviles distribuidos hasta 2015 (según Statista)… No hay duda: desarrollar apps y tener éxito con el resultado es más difícil que acertar el pleno en diez «rasca y gana» seguidos.
El abanico es tan amplio, y el coste de equipar el smartphone tan bajo, que el ciclo de vida de la mayor parte de las apps normalmente es el siguiente: descargar-instalar-probar-borrar. Puede parecer el ciclo lógico, pero lo curioso es el tiempo que transcurre entre el primer paso y el último, que resulta ser de una media de tres días. Además, las cifras revelan que casi un 70 % de los usuarios que desinstala la aplicación descargada dentro del primer día.
¿Os reconocéis en estos datos? He de confesar que yo sí: suelo descargar y luego desinstalar aplicaciones tras una primera prueba. Y no porque no me interesen, sino porque quizá no tenga la suficiente paciencia como profundizar en ellas. ¿Es justo este comportamiento? ¿Deberíamos dedicarle más tiempo a aquello que descargamos en nuestros Android? Valorémoslo.
Somos promiscuos por naturaleza, sobre todo si las aplicaciones son gratuitas
Trazando un paralelismo que nos ayude a comprender el comportamiento habitual, podemos decir que la Play Store es un buffet libre al que se accede con una «módica» entrada (en el caso de Android, el móvil o tablet). Entramos al buffet, se nos iluminan los ojitos ante la inmensa oferta, llenamos el plato con todo lo que nos atrae y, si no nos encanta tras probarlo, lo apartamos a un lado para ir a buscar más.
Cuantas más aplicaciones tengamos a nuestro alcance menos tiempo duraremos con cada una
Promiscuidad a la hora de utilizar aplicaciones o la insatisfacción permanente de lo que descargamos. ¿Por qué no nos llenan la mayoría de apps? ¿Hay demasiado donde elegir y tendemos a darle menos valor del que merecen? ¿O es que la calidad del software para Android ha descendido tanto que cuesta encontrar aplicaciones que merezcan realmente la pena? Todas pueden ser respuestas válidas para los «Appholic» o aquellos que disfrutamos buceando en las tiendas de apps móviles, pero seguramente acaben relacionándose con un pecado capital: la pereza.
Un estudio realizado por Andrew Chen y Quettra arroja resultados bastante sorprendentes: de media, las aplicaciones pierden el 77 % de sus usuarios antes de finalizar el tercer día; en 30 días habrán perdido el 90 % de los usuarios que la instalaron; los números varían dependiendo de las aplicaciones más importantes: a pesar de que éstas retienen a una mayor cantidad de usuarios, la gráfica de pérdida señala una tendencia similar.
Tanto da que sean apps de renombre o de nueva aparición: pierden un gran volumen de usuarios en los primeros días de la descarga. Nos encanta probar cosas nuevas, pero, a la hora de la verdad, solemos quedarnos con lo que ya conocemos de sobra. O lo que es lo mismo: utilizamos el smartphone o tablet para ver películas, escuchar música, hacer fotos, usar Facebook, Twitter… utilizando siempre aquello que nos funciona. Vamos, que el uso que le daremos al dispositivo está marcado mucho antes de poseerlo, teniendo un conjunto de software básico a instalar que es muy poco permeable a los cambios.
Descargar aplicaciones nuevas no implica que su uso también sea nuevo
Hay un aspecto que ha ensombrecido las tiendas móviles: la mayor parte de apps se parecen demasiado entre sí. ¿Que triunfa un juego como el Candy Crush? Saldrán más clones que en la guerra de los ídem. ¿Éxito de descargas de un MMORPG como el Clash of Clans? Avalancha de títulos utilizando los mismos ingredientes. Y así con las apps de linterna, de buscar redes WiFi, de ahorrar batería… Es cada vez más difícil sorprender con algo nuevo.
Solemos buscar nuevas experiencias con las que refrescar el uso habitual que le damos a los objetos. Y eso en el móvil se traduce en la búsqueda de apps y juegos. Además, hay otro punto a tener en cuenta: la mayor parte de los dispositivos posee una cantidad de almacenamiento muy limitada, por lo que el ciclo de instalar-probar-eliminar es mucho más reducido; con lo cual volvemos a la conclusión anterior: mantenemos una serie de apps imprescindibles mientras volamos entre el resto como una abeja paladeando flores.
El espacio de nuestro móvil o tablet es decisivo: si es escaso, probaremos y desinstalaremos continuamente
También hay que hacer mención al uso social que se hace de las nuevas aplicaciones. Porque resulta habitual comentarle a un amigo: «¿Sabes qué aplicación me descargué?». Lo que desemboca en un continuo instalar/desinstalar en busca de ese algo que valga la pena comentar. Para que luego no acabemos de profundizar en la aplicación: siempre habrá algo nuevo que llamará nuestra atención. Qué pereza da aprenderse cómo funciona una interfaz si luego tampoco la utilizaremos más allá de los primeros clicks y del «Oye, cómo mola».
Compras in app: el verdugo del tiempo de uso en aplicaciones
Podemos hablar de un montón de razones personales y psicológicas acerca de cómo no aguantamos con la mayoría de aplicaciones que descargamos de la Play Store, pero aún no habíamos abordado una de las razones principales: las compras in app. Y es que el empeño por hacerlo «todo gratis» obligó a los desarrolladores a buscar fórmulas alternativas para no cobrar por la descarga directa; consiguiendo que la Play Store tenga sólo el 11 % de sus aplicaciones de pago (AppBrain).
Probar una aplicación porque es gratuita en la descarga y luego toparnos con que a la mayor parte de funciones se accede a través de compras y suscripciones. O descargar un juego y que no se pueda avanzar correctamente si no compramos vidas, niveles o personajes: el modelo «freemium» está haciendo mucho daño a las tiendas de aplicaciones. De hecho, todos apreciamos en mayor medida aquel software por el que pagamos. Por ejemplo… Monument Valley. Dejando de lado el hecho de que es muy corto, ¿a que es de esas apps que permanecen en el dispositivo por si apetece jugarlas de nuevo?
Asumamos nuestra culpa: deberíamos apreciar el trabajo de los desarrolladores manteniendo un mayor compromiso con aquello que descargamos. Y planteemos otro compromiso, esta vez con nosotros mismos: dediquémosle más tiempo a aquellas apps que nos parecen atractivas tratando de extraerles todo el jugo. Aunque eso sí: a cambio pedimos calidad, que se nos ofrezca lo que se nos promete y que, en la medida de lo posible, busquemos entre todos nuevas maneras de obtener beneficios con el desarrollo de aplicaciones. Eso sí sería una novedad.