Cada vez más jóvenes tienen un teléfono inteligente: ya no es nada raro ver a estudiantes de la ESO con uno de los llamados smartphones entre las manos, o incluso niños que todavía no han llegado a la edad necesaria para entrar en el instituto. Los móviles ya están entre los más pequeños y muchas veces son ellos quienes los piden, aunque es una decisión que recae directamente sobre los padres o tutores del menor.
Todo esto genera una pregunta interesante, un debate que está muy lejos de quedar cerrado. Un teléfono móvil puede tener una gran utilidad en unas manos, pero también puede componer una bomba de relojería en otras diferentes. ¿Cuál es la edad ideal para que los más pequeños pongan sus manos en un móvil propio, con qué años deberían conseguir los niños su primer smartphone?
Una generación conectada a las nuevas tecnologías
Esta generación tan precoz con la tecnología tiene una explicación: la masificación de las nuevas tecnologías. Las casas de los pequeños están llenas de tecnología («lujos» como un ordenador o una tablet ya son comunes en los hogares de muchos), ven a los padres usarla y ellos también la utilizan de vez en cuando.
Muchas bibliotecas ahora cumplen con la función de cibercafés, e incluso existen clases que combinan el papel con tablets u ordenadores para los propios alumnos.
Los más jóvenes asimilan las nuevas tecnologías mucho más rápido que los adultos
También importa que los propios padres hayan utilizado estas nuevas tecnologías como una forma más de entretener a los pequeños: ponerles un juego con el móvil en un momento de aburrimiento, o reproducir una serie infantil para que no molesten durante un viaje. Las tablets se han convertido en un regalo habitual de las Navidades como forma de entretenimiento, como dispositivo capaz de cumplir con muchos usos, algo que tampoco es trivial.
El estar expuestos a las nuevas tecnologías desde tan pequeños hace que las asimilen mucho más rápido, en comparación a las personas adultas que han tenido que adaptarse sobre la marcha. Y querer un smartphone cuanto antes se ha convertido en algo normal en ellos, expuestos a esa tecnología desde que tienen memoria.
El paso de los teléfonos a los smartphones
Antes, los padres daban un teléfono a sus hijos por seguridad, cuando sólo servían para llamar
Además, la propia evolución de la tecnología también es importante en todo esto: antes los teléfonos sólo servían para realizar llamadas, enviar mensajes y jugar al Snake. Esto hacía que los padres diesen un teléfono a sus hijos por si acaso, para las emergencias que pudiesen tener, que requieran comunicación casi inmediata con ellos. O para tenerlos localizados cuando estuviesen fuera de casa, por qué no decirlo.
El caso es que esos anticuados teléfonos móviles han dado paso a los smartphones, móviles que sirven para mucho más que para sólo llamar. Ahora los móviles tienen una cámara de fotos que saca imágenes en cualquier parte, conexión a Internet en cualquier parte (vía WiFi o redes móviles, siendo los últimos los «afortunados»), aplicaciones de mensajería para hablar con los amigos durante todo el día, redes sociales donde ser más sociales aún…
Todo esto hace que ya no sea como antes, cuando los padres daban teléfonos a sus hijos por seguridad. Puede que un padre le de a su hijo el móvil por ese motivo en mente, pero el hijo va a utilizar el móvil para muchas más cosas que para estar en contacto con los padres. Y en muchas ocasiones sin supervisión debido a unos padres desconocedores, algo que supone un peligro considerable.
¿Pero cuándo es la edad ideal para los niños?
Actualmente, el 30% de los niños con 10 años tienen móvil en España, según el Instituto Nacional de Estadística, y 8 de cada 10 menores tienen un teléfono en el bolsillo. Esto no significa que sea la edad idónea para tener un smartphone, ¿tiene que ser mayor, está bien como está, debería ser incluso menor?
En palabras de Claudia Cusano, psicóloga especializada en psicología infantil, «los psicólogos infantiles aconsejamos que la edad de esta adquisición vaya relacionada con el inicio de una mayor independencia, 13 o 14 años por ejemplo«. Es recomendable que esto ocurra cuando los pequeños «ya empiezan a desplazarse solos o a realizar salidas sin supervisión de un adulto».
Controles cuando los niños están conectados
Por otra parte, todo esto de estar conectados puede afectar negativamente a los niños si se produce sin control ninguno. «Han aumentado los niveles de baja tolerancia a la frustración en niños menores de 10 años, acostumbrados a la vida fácil y a tener diversión y amigos sólo con hacer un click». También han crecido los casos de trastornos como el déficit de atención con o sin hiperactividad, o alteraciones de conducta en niños: «muchos reflejan ansiedad cuando no pueden estar «conectados», o un aumento de la ira y poca capacidad para autocontrolarse cuando se les castiga sin aparatos».
«No podemos caer en la incoherencia de pedir menos uso de pantalla cuando nosotros estamos pegados a ella», asegura Cusano
Esta dependencia se puede resolver. Lo primero que recomienda Cusano es sentido común: «no podemos caer en la incoherencia de pedir menos uso de pantalla si nosotros estamos siempre pegados a ella.» El primer paso es dar ejemplo: «el niño no entiende por qué el tiene que reducir su uso si su familia está más enganchada que el». Establecer horarios para dejar de lado el móvil, aumentar las horas de otras actividades que resulten satisfactorias, no usar sólo el móvil para comunicarnos… «educar a nuestros hijos en el consumo responsable».
Dejando a un lado líneas que no se deben cruzar (no llevarlo a clase, nunca tenerlo encendido en clases o situaciones donde no sea necesario tener un móvil activo…), «no hay que prohibir el uso, sino educarlos en la responsabilidad». La prohibición no es el camino: como padres, es nuestra responsabilidad que nuestros hijos hagan un uso adecuado del móvil. No podemos darles un móvil a nuestros hijos y desentendernos: debemos estar pendientes de cuánto tiempo pasan conectados, y de qué hacen mientras están en la red de redes.