En algún momento durante del desarrollo de los smartphones alguien decidió que era una buena idea incluir un autocorrector que corrigiese aquellas palabras que el usuario escribía mal. Sobre el papel es una idea brillante. Sobre el teclado ya… la historia cambia, porque digamos que la capacidad de interpretar lo que queremos decir no sería exactamente la de C3PO, y tu peor enemigo el autocorrector puede ser el final de tu vida.
Mi primer encuentro dramático con un corrector fue durante la universidad, haciendo un trabajo sobre Tarantino. Con nocturnidad y alevosía, sin que nos diéramos cuenta Word, a las órdenes del malvado Clippo, sustituyó todas las menciones a Kill Bill por Kill Hill. A día de hoy no sabemos qué tenía en contra de Terrence Hill, pero por lo visto no tenía narices de ir a por Bud Spencer.
Poco podíamos imaginar por aquel entonces que los malvados autocorrectores se nos meterían en el bolsillo con los smartphones y que con el advenimiento de la mensajería instantánea harían auténticos estragos con nuestra vida social o acabar frases con palabras que no tienen nada que ver con lo que estás diciembre.
Estúpido y sensual corrector
Hay ocasiones en las que un cambio de palabra puede hacer subir la temperatura o, más probablemente, que te lleves un ciber-guantazo (deberían hacer un emoji de eso). Una proposición tan inocente como «ven a mi casa a ver pelis» puede convertirse en un extraño «ven a mi casa a ver pelos», y según de donde interprete que sean los pelos que quieres enseñar… se armó la gorda.
«Un saludo» se puede transformar en «un salido».
Otra situación incómoda es cuando anuncias en un grupo que te has comido un platazo de algo -las malas costumbres de Instagram llegan a todos lados- y en ese momento el señor autocorrector lo cambia por «me he comido un plátano», que así de entrada no suena nada especial, pero claro, como tus amigos sean igual de malpensados…Y si encima cometes un error tipográfico al poner «un saludo» y te lo cambia por «un salido», como en la vida misma.
Estas no son los únicos que problemas que te pude ocasionar el corrector por poner mal una palabra de lo más mundana:
- Comiendo por cogiendo (Sudamérica tiembla)
- Escrito por escroto
- Vecinas por vaginas
- Budista por nudista
Palabrotas de purpurina
En caso de enfado, el corrector también está ahí para dulcificar tu lenguaje y, en última instancia, hundirte socialmente. No hay palabra que llene más la boca en la lengua española que «hostia». Una poética y silenciosa hache sirve de prólogo para una palabra contundente como pocas, pero claro, hay momentos en los que lo último en lo que piensas es en la correcta ortografía. «Ostia», escribes. «Osita», reproduce el corrector. Y un puño cerrado se transforma en un peluche, y tu ira en una explosión de purpurina.
«Ostia», escribes. «Osita», reproduce el corrector en una explosión de purpurina
No es la única palabra relajante que los correctores no acaban de comprender muy bien. «Cojones» es otra palabra muy española que llena la boca casi tanto como la antes mencionada, sin embargo, puede que al corrector decida cambiarlo por alternativas más cómodas. Y claro, «voy a hacer esto por mis cojines» no suena tan seguro como posiblemente el autor quería.
Salvado por el autocorrector
Además, los correctores suelen tener auténticos dramas cuando se habla de personajes de ficción. El autocorrector es capaz de arruinar para siempre tus sagas favoritas. Quien hayan intentado hablar de Geralt de Rivia y se haya encontrado con una reinvención como Geralt de Rivera no habrá podido volver a imaginarse al brujo sin la cara de Albert Rivera, con atuendo de naranjito y proponiendo un contrato único para la eliminación de monstruos. Y a ver como haces para volver a jugar a al Witcher 3.
En este caso el corrector acudió en ayuda del insensato trabajador. «Hoja de ruta» leyó su jefa al día siguiente.
Cuenta la leyenda la historia de un trabajador que no estaba muy contento con el hacer de su jefa, por lo que una noche de borrachera decidió enviarle un mensaje de carácter injurioso. Sin embargo, en este caso el corrector acudió en ayuda del insensato trabajador. «Hoja de ruta» leyó su jefa al día siguiente. A lo mejor hasta le premió por estar pensando en el trabajo fuera de horas.
Un enemigo invencible
Es bueno saber que no todo el mundo ha acabado en riesgo de muerte por culpa del autocorrector. Porque además, luego maldecir la herramienta es imposible: es inteligente y sabe defenderse. Un «puto autocorrector» quedará transformado en un «puro autocorrector«, y si tratas de expulsar tu frustración con un «mierda coño» este se transformará en un «pierda cono» digno del chat entre Piqué y Arbeloa.
Un «puto autocorrector» quedará transformado en un «puro autocorrector»
No tienes nada que hacer, es una batalla perdida, así que simplemente relájate y disfruta del teto. ¡Del texto, quería decir del texto!