En muchas ocasiones, la aparición de una nueva tecnología supone un terremoto en alguna industria. Con la llegada de Internet lo hemos visto: primero la industria musical y luego la cinematográfica se dedicaban a luchar contra el cambio como si no hubiera mañana para al final tener que claudicar ante la evidencia. En el otro extremo hay otro ejemplo que cada vez que aparece una nueva tecnología la abraza con todo el cariño que sólo ella sabe dar: efectivamente, hablamos del porno.
Siempre se ha dicho que este extremadamente romántico género uno de los el responsable de que el sistema VHS se acabase por imponer a Betamax, muy superior técnicamente. Aunque la historia no es cierta, es una muestra de hasta qué punto creemos que el húmedo género empuja el desarrollo de la tecnología, aunque en realidad es al revés: es el porno quien aprovecha cualquier nueva tecnología para hacernos disfrutar del coito ajeno.
Mientras unos luchan contra el cambio, otros surfean en él
Hoy tenemos todo tipo de documentales sobre el apareamiento humano a un sólo click de distancia, pero hace unas décadas había que ir una sala X (espero que tuvieran aire acondicionado), y hace no tantos años se escondían en esas oscuras habitaciones de los videoclubs que los adolescentes y no tan adolescentes miraban de reojo y no tan de reojo.
Pero el gran ejemplo llegó con la irrupción de las nuevas tecnologías -que habría que dejar ya de llamarles nuevas-. Primero fue la industria musical la que se enfrentó a Internet en un cuerpo a cuerpo con Napster antes de acabar aceptando el cambio y abrazando servicios como Spotify, Google Play Music o Apple Music. Luego fue la industria cinematográfica la que luchó contra eMule y Torrent antes de sacar partido de plataformas como Netflix o Wuaki.
¿Y mientras tanto el porno que hizo? Inundar la red de artes amatorias, facilitando el acceso en cualquier momento sin necesidad de tener que mirar a los ojos a la cajera. Si quieres vender algo, ponlo fácil. No sólo logró llegar a millones de personas que de otra manera no hubieran consumido tanto, sino que sirvió para poder servirlo a la carta: ¿Quieres rubias? Toma, rubias. ¿Quieres una cosa que antes de Internet no eras capaz de imaginar? Aquí tienes tu bizarrada.
El porno, la industria early adopter
Cuando la mayoría estaba todavía mirando de reojo la llegada de los smartphones ya se podían encontrar videos de gente rezumando amor adaptadas a los navegadores que no soportaban flash. De forma similar, la realidad virtual y el vídeo en 360 están todavía en pañales, la cantidad de contenido que se puede encontrar es relativamente limitado pero ¿sabes que es algo que puedes encontrar? Efectivamente, parejas celebrando sus bodas de oro, y con una empresa española a la cabeza.
Cada vez que aparece una tecnología esta puede causar gran recelo en industrias que ven como su modelo de negocio establecido desde hace décadas se puede ver obligado a cambiar. Y de hecho e normal que recelen, cambiar una industria mastodóntica ni es fácil ni es barato, y apostar por un nuevo sistema que finalmente no acabe dando lo prometido pueden suponer pérdidas millonarias, pero con todo el problema real es que las industrias del cine y la música ni siquiera trataron de adaptarse a Internet hasta que vieron que no quedaba otra opción: no sólo se resistieron al cambio sino que lucharon contra él hasta en los tribunales. Pero claro, no todos pueden tener la habilidad para cambiar de postura que el porno.