Cuando nació Project Ara con el objetivo de desarrollar teléfonos modulares que permitiera intercambiar distintos elementos del smartphone muchos usuarios aplaudieron ante la perspectiva de tener la posibilidad de personalizar su móvil a su gusto y de actualizar elementos que hubieran podido quedar desfasados sin la necesidad de tener que sustituir todo el terminal, pero hay una buena cantidad de retos a superar por Project Ara.
Hace unos días se confirmaba el retraso de la puesta en marcha de los programas de prueba de Project Ara, que debían empezar a lo largo de este año, y que no se pondrán en marcha hasta entrado el 2016. El desarrollo de teléfonos modulares no es nada sencillo, como explica Mikael Ricknäs en Itworld.
Desde la comunicación entre los distintos módulos hasta su resistencia, pasando por el riesgo que se supone desarrollar un producto tan complejo que no se sabe si llegará a ser adoptado por las masas.
Arquitectura y durabilidad
El gran reto de los smartphones modulares es construir una columna vertebral a través de la que todos los módulos se comuniquen entre si, que además debe servir de marco estructural par el terminal, además de ser barato y no consumir demasiada batería.
Y además debe ser resistente. Hace unos días, la cuenta oficial de Project Ara en Twitter publicó un mensaje afirmando que había fallado en un test de caída. Aunque luego aclaró que se trataba de una broma, está claro que el mantener todos los módulos en su sitio en caso de caída puede ser un reto, aunque desde la red social también se aclaró de que están trabajando en una «solución mejor». Pero no sólo eso, sino que los conectores deben resistir bien el desgaste del uso diario
Diseño y autonomía
En los últimos años los fabricantes se han metido en una suerte de carrera por ver quién hace el terminal más delgado. A medida que las pantallas van creciendo, trata de compensarse este aspecto reduciendo al máximo el grosor y el peso del terminal, algo con lo que deberían competir los teléfonos modulares -quizá no igualando ese aspecto pero sí al menos que la diferencia no sea exagerada- algo que no va a ser en absoluto sencillo.
Tampoco va a ser sencillo es optimizar el uso de la batería. La autonomía de los smartphones es uno de los elementos que más preocupa a muchos usuarios, y hay fabricantes que ya han empezado a tomarse en serio ese aspecto y están introduciendo baterías de tamaño considerable. La comunicación entre módulos consume más energía que en los teléfonos tradicionales, aunque está por ver hasta qué punto la diferencia puede afectar a la experiencia de uso, pero sin duda es uno de los aspectos críticos que deberá solucionar el equipo de Project Ara.
La complicación de las pruebas y el precio
Antes de lanzar un producto al mercado, el periodo de pruebas es fundamental para asegurarse que el producto funciona perfectamente.Los teléfonos modulares complican tremendamente este proceso, ya que no hay que asegurarse de que una configuración de elementos funciona a la perfección, sino de que todas las posibles combinaciones están a la altura de lo esperado.
Todo lo mencionado anteriormente tendrá su efecto en el precio. Todavía es muy pronto para saber cuál será el precio final de uno de estos teléfonos, pero el coste de fabricación de un terminal de gama de entrada se sitúa entre los 50 y 100 dólares. Con un mercado cada vez más competitivo en lo que a precio se refiere tras la eclosión de los fabricantes chinos, los teléfonos modulares también tendrán que ajustar su coste si quieren hacerse un hueco.
A todo esto hay que sumarle que está por ver hasta qué punto tienen público suficiente como para que su producción sea viable económicamente. Es cierto que hay mucho early adopter dispuesto a echarle el guante a un teléfono modular, pero para poder mantenerse en el mercado deben alcanzar un público mucho mayor. Ese, tal vez, sea el mayor riesgo al que se enfrentan los responsables de proyectos como Ara.
Vía ItWorld